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Narcotráfico y el consumo de las drogas

Julio Faesler

2008 fue año en que México avanzó seriamente en áreas que creíamos vedadas al progreso. Pese a aferradas resistencias políticas, prevaleció la valentía y el realismo del Gobierno de Calderón.

Una de las áreas que mostraron lo anterior fue la continuación de la lucha contra el narcotráfico donde se requirió una valentía nunca antes vista. Valentía, porque se prosiguió con la guerra contra el narcotráfico y producción sin dudar en ningún momento que está de por medio la seguridad que cualquier país requiere para desarrollar su potencial social y económico. Los costos en términos de grandes sacrificios de vidas humanas fueron altos: 5,800 muertos en 2008.

Realismo, porque se estuvo consciente de que la lucha es desigual mientras no se cuente con una verdadera estrategia internacional. El primer motor mundial de la producción y comercio de drogas está en el vasto público consumidor que radica en los Estados Unidos cuyos sucesivos Gobiernos nunca han empeñado esfuerzos eficaces para controlar y reducir el consumo.

Llama la atención que no se sabe que alguna campaña norteamericana resulte en la captura de importantes “capos” de las mafias que operan en ese país y que ahora está de moda atribuir a mexicanos. En México, en cambio, el número de detenciones e incautaciones ha venido aumentando sin parar.

El negocio sigue floreciente en Estados Unidos. El consumo es tan generalizado que apenas si se oculta. El argumento preferido y reiterado del Gobierno de Estados Unidos es que la distribución de la droga se esparce minuciosamente por todo su territorio a través de un sutil encaje de pequeños comerciantes callejeros y de barrio que ni pueden identificarse ni perseguirse con facilidad. La cándida explicación no señala a los poderosos intereses a todo nivel que inevitablemente existen y que hacen posible que entren al país cientos de toneladas de marihuana, anfetaminas, heroína y opio a través de una frontera que está más diseñada para interceptar y detener a desventurados migrantes que para detectar narcóticos. Ley David Johnson, subsecretario de Estado de ese país, declara que entran 520 toneladas de drogas anualmente, el 90% de éstas pasa por México.

En los Estados Unidos hay más de 2 millones de presos, un alto porcentaje de los cuales lo está por crímenes relacionados con el uso y tráfico de drogas. El interés de ese país, sin embargo, más se centra en los efectos penales del consumo de los narcóticos que en ir al fondo de la cuestión que es detener y castigar a los que realizan el comercio. Análogo es el caso de la permisibilidad que rodea la venta y posesión de armas de fuego que, por cierto, ha engendrado un lucrativo comercio que surte a las mafias mexicanas razón por la cual cuentan con un temible armamento, a veces superior al de las propias policías que pretenden aprehenderlos.

La guerra contra el narco tiene que seguir. La ONU calcula que el 3% de la población mundial consume drogas que sostiene un comercio de al menos 500 mil millones de dólares. 165 millones de personas consumen marihuana en el mundo, 24 millones anfetaminas y 16 millones cocaína. Los clientes en Estados Unidos son en efecto, los que más provocan el drama que se escenifica por todo el mundo por satisfacerlos.

Hasta ahora el peso de la guerra ha recaído en México y Colombia que han librado una cruenta e incansable batalla con repercusiones extremas.

En 2007, Colombia, con la ayuda de Estados Unidos, eliminó más de 219,000 hectáreas dedicadas a la coca. A medida que se llegue a tener éxito en esta guerra y vaya faltando abastecimiento al mercado norteamericano será lógico que aumente la producción de drogas en ese país hasta llegar a su completo autoabastecimiento. Es éste el futuro que le espera.

El narcotráfico tiene ya una directa relación con los movimientos subversivos de América Latina. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) han financiado su guerrilla en buena medida de este comercio. México no puede sentirse ajeno al aspecto político del tráfico de droga que, por una parte, es fuente financiera importante de grupos que buscan desestabilizar Gobiernos. La presencia de nidos de FARC en nuestro país es asunto ya comentado en diversos medios de información. Hasta ahora la violencia se constriñe, aparentemente, a las siniestras rivalidades entre las mafias que se disputan territorios.

Más adelante grupos políticos empeñados en desconocer al Gobierno de Felipe Calderón pueden, al verse progresivamente marginados por la opinión pública, encontrar expresiones violentas apoyándose en grupos armados, especializados en atentados urbanos.

Este es tema no muy propio de la temporada de Navidad. Sería más agradable festejar los éxitos de una campaña antidrogas en Estados Unidos lo que sería altamente benéfico para México que todas los ofrecimientos de colaboración que ese país pueda concebir.

Es indispensable exigir con valentía y realismo al Gobierno de Washington la acción indispensable que le corresponde.

juliofelipefaeslee@yahoo.com

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