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Natalio Botana y la gobernabilidad argentina

Carlos Fuentes

¡Qué difícil “historiar” a la América Latina! Pero sobre todo, ¡qué difícil “historiar” a la república Argentina!

Pasé mis quince años en Buenos Aires y llegué el día —4 de junio de 1943— en que la junta militar —Rawson, Ramírez, Farell— derrocó al gobierno civil de Ramón S. Castillo.

Debo decir que yo no permití que este acontecimiento perturbara mi juvenil aproximación a Buenos Aires y mi deslumbramiento: La Boca, la orquesta de Aníbal Troilo, “Pichuco” y la voz de Goyeneche, los cines de la calle Lavalle. La librería El Ateneo y mi primera lectura de Borges.

Y la ciudad —asombrosa, enérgica, misteriosa— y dotada de un poder de supervivencia que entonces yo confundía con mi propia vitalidad juvenil y que, el tiempo me lo demostró, le requeriría a los porteños creer en la vida a pesar de cuanto la negaba.

Creer en la vida: nada resume mejor la vida y la obra de Natalio Botana.

Botana primero aclaró la presencia del pasado argentino: La traición republicana, Sarmiento: una aventura republicana, La política argentina entre 1880 y 1916, son algunos de los títulos con los que Botana certifica el pasado para mejor comprender el presente.

Comprender para cuestionar. Botana nos describe el pasado argentino a fin de entender el presente argentino. La libertad política y su historia (1991), El siglo de la libertad y el miedo (1998), El horizonte del nuevo siglo (2004), son títulos que hablan claro de una preocupación: La república vacilante.

¿Cómo vacila una república? No resolviendo, nos advierte Botana, si el régimen político que habrá de prevalecer es una democracia hegemónica o una democracia republicana. Vacilando, en efecto, entre los patrones ideales del poder y las servidumbres derivadas del ejercicio del poder, sin terminar de consolidar el circuito de la representación política.

Equívoco, malentendido, paradoja. Botana emplea con frecuencia estos términos inquietantes para describir una política que es la nuestra: incierta, inacabada, sujeta a todo tipo de aplazamientos, justificaciones y excusas que desembocan en la pareja extraña de una pretensión de hegemonía del poder con la realidad de una ingobernabilidad derivada de la insuficiencia de las instituciones del estado.

Botana advierte una distancia entre lo que un régimen es (hegemónico pero ingobernable y a veces anárquico) y lo que debería ser (limitado, sustentado en el estado de derecho, con un sistema representativo que encauce la participación ciudadana).

Botana nos ofrece a los latinoamericanos una séxtuple exigencia para el buen gobierno, basada en la concurrencia de los derechos que se proclaman, las instituciones que los garantizan, el cuerpo representativo que gobierna en el marco de esos derechos e instituciones, más la responsabilidad que le es exigible a los gobernantes, más las obligaciones que el propio ciudadano incorpora a su conducta.

Creo que basta enunciar estos seis derechos y obligaciones para medir la distancia entre el posible y necesario régimen político que proponemos y los posibles pero innecesarios regímenes que padecemos.

Natalio Botana es un historiador que busca “el plano donde convergen... la crónica de la actualidad y la historia del pasado”.

Propone, así, una razón pública que no desdeña ni el impacto de las pasiones ni la visión compartida del progreso democrático. Ello requiere el diálogo de los fines y los medios. Exaltamos los fines. Pero a menudo, carecemos de los medios para alcanzarlos.

Superar el déficit de los medios: Botana nos alerta que sin medios plausibles, no se alcanzan fines deseables.

Y se corre el peligro de que, en el vacío político resultante, se desaten las furias, las erinias de la mitología antigua, brujas con la cabeza de serpiente, alas de murciélago y ojos ensangrentados.

Todos las conocemos: no son sólo mitos, sino realidades cotidianas, a las que sólo se expulsa de la ciudad mediante la política en su sentido más generoso: la polis, la respuesta a la furia anárquica de las serpientes y los vampiros.

La polis, la ciudad, la civitas es para Botana la gran creación humana para dar cabida, la ciudad, al ciudadano, la polis a la política y la civitas a la civilidad.

No son estos valores desdeñables en la hora actual.

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