Cada fin de año, al postrarme de rodillas ante el Padre en señal de gratitud por un año más lleno del milagro de la vida, la familia, el amor, el trabajo, la salud, le pido con la más grande de las humildades a mi Señor que me recuerde que la Navidad es oportunidad para celebrar, para amar, para cimentar una vida llena de esperanza, momento para el encuentro reconciliado.
Que Navidad es ocasión para caminar de su mano, servir al prójimo y compartir una palabra de aliento y amor con quien necesita de mis obras o mi mensaje, experimentando esa paz interna que se acrecienta cuando se da. Navidad es oportunidad para que hombres y mujeres de buena voluntad nos olvidemos del odio, el resentimiento y el rencor, y encendidos por la luz del amor hagamos oraciones por los seres amados que están rindiendo cuentas en el hogar paterno, por aquellos que están lejos del calor del hogar o por aquellos que no tienen pan en su mesa, techo en su casa, salud en su cuerpo y sufren de abandono y soledad.
Navidad representa la posibilidad de caminar de la mano de Dios para ser personalmente mejores, construir a paso firme nuestra historia por el camino de lo sencillo, lo generoso, lo humilde y lo humano, para en la alegría de la vida elevar una oración de respeto y cariño por aquellos a quienes queremos y con quienes convivimos. Navidad es la oportunidad de invitar a Jesús a nuestro corazón, sacudiéndonos con la cercanía de su presencia luminosa y llevándonos a la renuncia de la necesidad de la aprobación o la de juzgar, correspondiéndonos con una paz interior reconfortable, un camino de esperanza y la certeza de construir nuestra vida por la vía del amor y de las bendiciones.
Navidad es oportunidad para saber que venimos al festín de la vida a vivir un banquete perpetuo, y a dos cuestiones: a triunfar y ser felices, gozando de la alegría y la tranquilidad que nos llevarán a vibrar con la vida, a ser nosotros mismos, entendiendo que la felicidad siempre partirá no de las circunstancias del momento, sino de una actitud mental positiva de ver los acontecimientos, sabiendo que el éxito radica fundamentalmente en hacer nuestro trabajo guiados por el milagro del amor.
Navidad nos recuerda que los grandes milagros de la vida son gratuitos, que lo único que falta para que vibremos en armonía con el universo y alcancemos nuestra felicidad no son las grandes sumas de dinero, ni un exagerado poder político o social, sino un espíritu que se regocije en el milagro de la paz interior. Navidad es oportunidad para dar las gracias al Señor por 365 días de bendiciones, pues otros mejores que nosotros, más sabios, más ricos, más inteligentes, más fuertes, más guapos, más jóvenes, más poderosos... ya murieron.
Gracias por todo lo recibido, por la alegría y el dolor, por la felicidad y la nostalgia, por lo que fue posible y por lo que no pudo ser, por darnos el privilegio de caminar con salud, de beber con sed, de comer con hambre, de cantar con entusiasmo, de dormir con paz espiritual y despertar sin miedos.
En esta Navidad, y todo el año 2009, en tu salud o en tu enfermedad, en tu abundancia o escasez, en tu amor o desamor, en tu alegría o en tu tristeza, en tus éxitos o fracasos, los deseos de tu amigo el viejo Filósofo de Güémez son uno solo: que Dios sea la estrella que guíe tu camino, ilumine tu morada, y dándote una actitud mental positiva, llena de amor bendiciones, felicidad, bienaventuranza, dicha, abundancia y plenitud, tus sueños de ser un triunfador.
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