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Nayarit

PLAZA PÚBLICA

Miguel Ángel Granados Chapa

Después de su traspié de 1999, el Partido Revolucionario Institucional ha recuperado y consolidado su dominio en Nayarit. No ocurre ya en los términos de cuando era allí, como en el resto del país, el partido virtualmente único, que sólo por excepción perdía alguna que otra elección municipal, como la de la capital misma, que en 1973 fue ganada por Alejandro Gascón Mercado, miembro entonces del Partido Popular Socialista.

Tras la elección del domingo pasado, el poder nayarita quedó, si bien repartido, de nuevo marcado por una amplia mayoría priista, en una recuperación que se inició hace tres años, con la victoria de Ney González en la elección de gobernador, que tres años antes había conseguido devolver al PRI la presidencia municipal de Tepic, perdida como la gubernatura en 1999.

En aquel entonces, la Oposición se unió en apoyo a la candidatura de Antonio Echevarría, encarnación típica del empresario y político priista, que se sintió defraudado por no obtener la candidatura tricolor, que “ya le tocaba” y renunció a su pertenencia. Acción Nacional y el PRD se coaligaron y pudieron con él ganar la gubernatura, a la que Echevarría llegó comprometido a mantenerse independiente. Faltó a su palabra y se unió al PAN, pero al final de su sexenio al no poder llevar adelante sus designios ante el futuro (en que incluía la postulación de su esposa para sucederlo, al modo en que lo había pretendido la pareja presidencial) pretendió influir en el PRD, prohijando para ello una división en el PRI, semejante a la que lo condujo a gobernar su estado.

En 2005 el protagonista de la escisión fue el médico Miguel Ángel Navarro Quintero, que no obstante sucesivas derrotas ha perseverado en sus afanes electorales. Sólo una vez, en julio de 1997 ha podido triunfar en una elección, cuando fue candidato del PRI a diputado federal por el tercer distrito que tiene su cabecera en Compostela. Pidió licencia dos años después para ser alcalde en Tepic, pero la oleada opositora encabezada por Echevarría lo alcanzó y padeció su primera derrota. Su partido lo consoló llevándolo al año siguiente al Senado, desde se propuso ser candidato a gobernador, con el apoyo de Enrique Jackson, que encabezaba la fracción priista. Pero la rivalidad de éste con Roberto Madrazo, a la sazón líder nacional del tricolor, imposibilitó que Navarro alcanzara en 2005 la candidatura de su partido, al que renunció entonces. Jesús Ortega, líder del grupo senatorial perredista, lo acogió y convirtió en candidato de su partido y de una breve coalición en torno suyo.

Si bien alcanzó una copiosa votación (161,654 sufragios, el 42.3 por ciento del total) fue derrotado por el PRI, que con el diputado Ney González obtuvo 176,500 votos, el 46.2 por ciento del total. (Esa polarización, y la postrera inclinación antipanista de Echevarría dejó al PAN en fragilísima posición. A pesar de que postuló a un experimentado funcionario federal, Manuel Pérez Cárdenas, sólo ganó el 6 por ciento de los votos, apenas unos veintitrés mil). No obstante esas derrotas, Navarro Quintero se expuso a una más, que sufrió este domingo. De nuevo aspirante a la alcaldía tepiqueña perdió la contienda por un margen mayor que en la estatal de hace tres años, resultado que se comprobará cuando se ultimen las cifras oficiales, hasta ahora sólo preliminares.

Esos números mostrarán que todos los partidos obtuvieron resultados que atenúan sus derrotas. El PRI conserva con mucho la mayoría legislativa y si bien perdió algunas alcaldías, mantiene las de los municipios más poblados. El PRD obtuvo tres diputaciones y aunque perdió el ayuntamiento de Tuxpan, único que gobernaba, ganó tres, y quizá cuatro más, incluida la importante Acaponeta. El PAN sigue sin diputados y si bien fue derrotado en dos municipios que gobernaba, mantuvo San Blas y ganó tres o cuatro más.

Al hablar del PRI y el PRD en esta elección he omitido referirme a sus alianzas, que tuvieron hasta donde puede calcularse mayor importancia política, de imagen, que repercusiones numéricas. El PRD se alió con el Partido Verde, una coalición singular pues han marchado juntos sólo en alianzas múltiples (como en Chiapas en 2000 y en Nayarit mismo hace nueve años). El PRI se asoció con Nueva Alianza, que ha convertido su política de alianzas en una clave de su presencia nacional.

Además del pragmatismo que lo lleva a ligarse en elecciones locales generalmente con el partido triunfador, sea el PRI o el PAN, las alianzas del partido creado por Elba Esther Gordillo revelan sus propios vínculos y sus intereses concretos. Desde hace dos años en que participa electoralmente, el Panal ha mantenido su compromiso con el PAN en Guanajuato y Baja California, donde su coalición ganó, y en Yucatán y Michoacán, donde la superaron el PRI y el PRD. En cambio han resultado siempre victoriosas sus alianzas con el PRI, en Sonora, Sinaloa, Tamaulipas, Chihuahua, Hidalgo y ahora Nayarit. En Chiapas el Panal hizo declinar a su candidato a la gubernatura a favor del PRI, y en Veracruz fue parte de una vasta (y basta) coalición cuya denominación mostró su verdadero talante: Fidelidad por Veracruz. Se diría que ni siquiera fuera posible una aproximación entre el tricolor y su antigua secretaria general, que debió marcharse de ese partido considerada como traidora, pero como ahora los gobernadores priistas tienen capacidad de decisión aun por encima de los mandos nacionales de su partido, es natural que los gordillistas se unan a su madrina o comadre.

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