La veterana actriz no cambia la actuación por nada. (El Universal)
La vida de Irma Lozano está llena de experiencias así como de los aplausos que ha recibido como actriz.
Qué lejos estaba Susana Irma Lozano González de enclaustrar su vida, como lo imaginaban las monjas con las que pasó sus primeros años de estudio en su natal Monterrey... todo lo contrario, pronto su existencia daría un giro total con su incursión en el medio artístico, viviendo una borágine, según sus propias palabras, en plena juventud y camino a la madurez.
La pequeña Irma, nacida un 24 de agosto, fue inscrita por sus padres, don Ramiro Lozano y doña Susana González, en una escuela de monjas, “mis maestras creían que tomaría los hábitos religiosos y sí, sí llegué a ponérmelos con el tiempo, pero en la telenovela Mundo de Juguete...”
Se devoraba los libros
La hoy actriz, quien tiene dos hermanos, Cristina y Ramiro, sólo estudió primaria y secundaria, “no cursé la preparatoria, pero desde la adolescencia me encantaba la lectura; me pasaba el tiempo en la biblioteca Benjamín Franklin. Me devoraba los libros. Un día cayó en mis manos uno sobre el teatro”, ella leía de todo, sin preferencia por algún género.
“Contra lo que pudiera pensarse, jamás me incliné por las novelas románticas. Nunca he sido una romántica”.
Irma no tuvo la tradicional fiesta de XV años que tanto gusta a las chicas, “preferí irme de viaje a San Antonio, Texas, sin compañía familiar, pero sí con un grupo de amigas”. Sus padres tenían una imprenta.
La actuación le quitó el sueño
Aquel libro de contenido escénico, impulsó su interés por la actuación, “mi idea era convertirme en aeromoza porque eso me daría la oportunidad de viajar y conocer a otras personas. Averigüé dónde podía aprender actuación”, su primera enseñanza histriónica la tuvo en Monterrey.
Junto con algunos de sus compañeros ganó una beca para trasladarse al DF para continuar su aprendizaje escénico en el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Más vale vivir sola
A la vuelta de los años, lo que más lamenta es no haber estado más tiempo con sus hijos “cuando eran chicos y me necesitaban más. Aún así, he tenido grandes alegrías como los aplausos del público en el teatro. Me encanta que la gente se acuerde de mí, aunque a veces me digan Irma Serrano en vez de Irma Lozano. Sé que no es de mala fe”.
Ninguno de sus hijos le ha dado nietos, “sólo tengo perritos”. No ha vuelto a vivir en pareja porque comulga con la idea de “más vale vivir solo, que mal acompañado, aunque el maestro Sergio Magaña, decía que más vale vivir mal acompañado, que vivir solo”.
Trabajó con Mauricio Garcés
Entre sus maestros estuvieron Salvador Novo, Lola Bravo y Óscar Ledesma, “fue éste, inclusive, quien me aconsejó dejarme sólo Irma Lozano, como nombre artístico. Realicé una temporada de teatro infantil y popular y en 1963 llegó mi debut profesional en La Luna es Azul, que se montó en el teatro de los Insurgentes”. Irma derrotó en el casting a Julissa y a Angélica María, candidatas al personaje central, al lado de Mauricio Garcés, “con quien volví a trabajar en el cine en Modisto de Señoras y Don Juan 67”.
Durante su estancia en el Distrito Federal vivió en una casa para estudiantes del INBA. Se incluía en la beca ganada, “más tarde me fui a vivir con una amiga a un departamento”.
Después de sus inicios en teatro y TV, Irma incursionó en cine a través de la cinta Titanes Planetarios, filme de ciencia-ficción a la mexicana, “cuando la veo, me muero de risa”.