NUEVA YORK.- En noviembre de 2006, el ex guerrillero y comandante sandinista Daniel Ortega logró un dramático regreso político al ganar la Presidencia de Nicaragua con la promesa electoral de lograr la reconciliación nacional, alcanzar la paz y combatir la hambruna, el analfabetismo y el desempleo en el que es el segundo país más pobre del hemisferio.
En esa elección presidencial Ortega apenas consiguió un 38% de los votos, por lo que su Gobierno inició sin un mandato electoral claro. Las leyes electorales de Nicaragua obligan a una segunda vuelta electoral si en la primera ningún candidato obtiene al menos el 40% de los votos. Sin embargo, la ley también estipula que si alguien alcanza por lo menos el 35% de los sufragios y si la distancia entre éste y el segundo lugar es de al menos un 5%, el resultado es válido en primera vuelta. El contrincante más cercano de Ortega en esa elección fue Eduardo Montealegre, de la Alianza Liberal Nicaragüense, quien obtuvo un 28% del total, por lo que Ortega libró la segunda vuelta electoral.
Su regreso al poder provocó que en Washington muchos levantaran las cejas y auguraran que la imparable influencia del venezolano Hugo Chávez se afianzaría en Latinoamérica, con un ajedrez en cuyo tablero se incluía a Daniel Ortega en Nicaragua, a Evo Morales en Bolivia y Cristina Fernández en Argentina.
Para alimentar esos augurios, las recientes elecciones municipales nicaragüenses, de noviembre pasado, indican que el comandante Ortega empieza a construir un modelo parecido al de Chávez, con una regresión autoritaria, mezclada con un populismo que desconoce los triunfos electorales de la Oposición y prepara el camino para permitir la reelección presidencial.
El partido de Ortega, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), se propuso como objetivo gobernar en por lo menos 100 de los 153 municipios nicaragüenses, para asegurar un virtual monopolio del poder en este país centroamericano. Sin embargo, la estrategia del FSLN se basaba en la figura de Ortega, quien de acuerdo con diversas encuestas publicadas en el primer semestre de 2008, apenas alcanzaba un 21% de popularidad. Por ello, la Oposición nicaragüense denunció el rechazo del Gobierno sandinista de permitir la entrada de observadores internacionales, principalmente del Centro Carter, para monitorear la jornada electoral de noviembre pasado y por ello la Oposición no se explica los resultados electorales de esa jornada.
De acuerdo con el Tribunal Electoral de Nicaragua, el FSLN resultó victorioso en 105 de los 146 municipios en donde se realizaron elecciones. La Oposición, liderada por el derechista Partido Liberal Constitucionalista, denunció fraude electoral y llamó a la Organización de Estados Americanos (OEA) a activar la Carta Democrática Interamericana.
Las semanas posteriores a los comicios municipales han sido críticas, con estallidos de violencia y con el virtual silencio de los países latinoamericanos ante la situación post electoral nicaragüense. El Gobierno de Ortega hoy descalifica al secretario general de la OEA por el simple hecho de haber cuestionado los resultados electorales.
En los próximos meses lo que suceda en Nicaragua será fundamental para el futuro de la región. El analista político indio-estadounidense Fareed Zakaria ha denunciado el fortalecimiento de un nuevo tipo de democracias en las que se si bien se respetan los resultados electorales, no así la protección de las libertades individuales y de lo que él llama el “constitucionalismo liberal.” Este tipo de democracias iliberales parece estarse contagiando por América Latina sin posible freno.
Para que América Latina se “blinde” del caudillismo, se necesita, sin duda, un fortalecimiento de la OEA, y, pese a todo, el fin de la negligencia estadounidense a la región, pero especialmente también el que las potencias regionales, Brasil y México en particular, asuman un papel más activo. Hasta la fecha, la diplomacia mexicana ha mantenido silencio ante los sucesos en Nicaragua, pese a que nuestra tradición diplomática ha demostrado la enorme diferencia que puede crear un México activo en Centroamérica.
Politólogo e Internacionalista
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