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No a legalizar las drogas

Actitudes

José Santiago Healy

Resulta preocupante y sospechoso que cuando comienza a dar frutos la embestida en contra del narcotráfico en México, surjan cuestionamientos que de alguna manera favorecen a la delincuencia organizada.

El primero de ellos es la reiterada demanda de legalizar las drogas como la mejor vía para acabar con el negocio del narco y la terrible violencia del crimen organizado.

El argumento es conocido y por demás falaz. Que durante la prohibición del alcohol en los Estados Unidos a principios del siglo XX se recrudeció el vicio y se extendió la red de la mafia que manejaba clandestinamente el tráfico y venta de las bebidas embriagantes.

Lo que no aclaran es que el vino y las bebidas alcohólicas se han ingerido por el hombre a lo largo de los siglos y que sus efectos –algunos graves indudablemente— no se comparan con los que causa la marihuana, la cocaína y el crack.

Salvo en culturas específicas, las drogas que conocemos no se consumían abiertamente como las bebidas alcohólicas y el tabaco que son fatales cuanto se utilizan en exceso y a lo largo de muchos años.

Pero el daño de la droga es inmediato y provoca efectos nefastos como alucinaciones, agresividad, ansiedad, sin olvidar el estado momentáneo de éxtasis que es clave para enganchar a las personas en el vicio.

Por lo mismo ni la violencia ni el negocio de los delincuentes se acabarán si se legaliza el consumo y la venta de drogas.

Surgirán nuevas sustancias cada vez más dañinas y adictivas con el ánimo de ofrecer nuevas experiencias a los adictos y de mantener parado el negocio multimillonario.

Pero aún cuando buena parte de las drogas se legalizara y se pueda comprar en los comercios, es evidente que no serán los narcotraficantes quienes operen las nuevas empresas, sino los laboratorios y distribuidoras ya establecidas.

¿Qué pasará entonces con las bandas delictivas acostumbradas a vivir como reyes en base al dinero fácil? Muy sencillo: cambiarán su giro al secuestro, al robo de autos, “pollerismo” y a los asaltos a mano armada como ya ocurre en Baja California.

La mejor forma para reducir al narcotráfico es combatir su consumo a través de campañas permanentes e intensivas que arranquen desde los hogares. Al mismo tiempo desarrollar estrategias efectivas para detener a los grandes capos y desalentar la actividad del narco desde la siembra misma.

En términos éticos resulta inadmisible una legalización abierta de las drogas porque sería tanto como aprobar el consumo de sustancias tóxicas para la salud de las personas.

El segundo punto se refiere a las críticas contra el Ejército Mexicano porque supuestamente no le compete involucrarse en la lucha contra las drogas.

El Ejército colabora desde hace varias décadas en el combate al narcotráfico y su presencia creció ante la necesidad de utilizar toda la fuerza del Estado en contra de este monstruo de mil cabezas.

Si el Ejército fue creado para salvaguardar la soberanía del país y la integridad de los mexicanos en casos de desastres naturales, ¿por qué excluirla en esta compleja cruzada contra el narcotráfico que amenaza la seguridad de los mexicanos?

Es cierto que los militares no son perita en dulce, por algo se menciona que la guerra es un asunto demasiado importante como para dejarlo en manos de los generales.

Pero ante la corrupción lacerante de los cuerpos policiacos y las estrategias fallidas de los gobiernos civiles en México, la mejor opción ahora es que el Ejército apoye en forma amplia y decidida la lucha en contra del narcotráfico.

Y por favor párenle a la cantaleta de legalizar las drogas, sería el peor remedio para solucionar un mal cuya raíz es el consumo de sustancias dañinas para la salud de la humanidad.

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josahealy@hotmail.com

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