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No hay 14 de febrero para ellas

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Cristal Barrientos

En el ‘amor’, no todo es color de rosa... a veces puede ser muy negro. Cristina, Rebeca y Cecilia intentan rehacer su vida luego de la terrible experiencia de haber sido víctimas de la violencia de sus ex parejas. Para estas mujeres, San Valentín es sólo un amargo recuerdo.

Mañana es 14 de febrero, pero Cristina no irá a un centro comercial para buscar entre los aparadores un regalo especial. En el Día del Amor y la Amistad, sólo intentará olvidar el dolor que le dejó “como el alma muerta” una relación de noviazgo de más de cuatro años.

Ese día, como desde hace varios meses, Cristina asistirá a su terapia psicológica para recuperar la paz que perdió cuando conoció a Gabriel, su ex novio. Y la tranquilidad, dice, no se compra en una tienda llena de promociones y adornada con globos de corazones rojos.

Lo mismo hará doña Rebeca, quien desde hace unos meses vive en un refugio de seguridad porque a su marido no le bastaron los golpes que le dio durante 27 años de matrimonio: ahora quiere encontrarla para matarla.

Como Cristina y doña Rebeca, Cecilia también recibe ayuda psicológica. Ella es una joven de 21 años y es madre soltera. Nunca se casó con ninguna de las dos parejas con las que vivió en unión libre, y a pesar de que el padre de sus hijos jamás le pegó, la controlaba hasta el extremo y le echaba en cara cada peso que gastaba en ella.

En los pasillos de la asociación Musas, Cristina, doña Rebeca y Cecilia, comparten su historia. Y en una fecha como el 14 de febrero -en donde los globos de corazones se observan por toda la ciudad, y los mensajeros timbran en las casas para entregar un regalo- sólo tratarán de olvidar los años de humillación y lágrimas que vivieron al lado de sus parejas.

CON EL ALMA MUERTA

Hace más de un año que Cristina no tiene pareja. Aunque ella no vive en un refugio de seguridad, se encuentra en terapia por el miedo que tiene a rehacer su vida, pues no quiere volver a sufrir más desprecios y humillaciones.

Y es que aún le resulta difícil aceptar que fue una mujer víctima de violencia emocional durante su noviazgo. Cuando Cristina comenzó a salir con Gabriel, las cosas no podían ser mejor: flores, regalos, invitaciones. Para ella, no había un hombre como él. Nadie era tan trabajador, honesto e inteligente: “pero de pronto las cosas cambiaron”.

Aunque Cristina nunca recibió golpes ni insultos, Gabriel la trataba con desconfianza y le insinuaba que lo engañaba con otros mientras él trabajaba, además por cualquier pretexto terminaba la relación una y otra vez, sólo para regresar después e imponer sus condiciones.

“Estuve más de cuatro años con él, pero en este tiempo terminaba conmigo y me decía que ya estaba saliendo con otra. Luego regresaba y a mí se me olvidaba todo lo que me hacía y si algo le reclamaba siempre hacía que yo quedara como culpable”.

Reconoce que nunca tuvo el valor de terminar la relación, por eso cuando Gabriel la dejó por otra, Cristina pasó meses llorando, “lo peor es que me siguió buscando a pesar de tener nueva novia, y yo aceptaba verlo sin saber el daño que yo misma me estaba provocando”.

Ha pasado más de un año pero para Cristina fue como si el tiempo se hubiera detenido. Dice que no se daba cuenta que la vida seguía a pesar de su sufrimiento, “algunas de mis amigas también terminaron con sus novios, pero comenzaron a salir con otros y pronto se casaron, pero yo seguía aferrada a mi dolor, por eso decidí pedir ayuda”.

Ahora Cristina sólo quiere tiempo para poder continuar con su vida. “Ya no tengo más miedo de vivir sin Gabriel; antes pensaba que sin él no iba a poder estar porque me decía que nadie me iba a querer como él, y yo lo creía así, pero ahora me doy cuenta que no sólo nunca me amó sino que tampoco me valoró ni como pareja ni como mujer”.

VIVIR HUYENDO

En los últimos 27 años, la rutina de doña Rebeca siempre fue la misma: apenas se acostaba en su cama para dormir, cuando ya tenía que levantarse para cocinar y darle de comer a su esposo antes de que se fuera a trabajar.

Pero a su esposo nunca le importó que la ropa estuviera limpia, la comida servida y la casa limpia. Siempre encontraba un pretexto para golpearla hasta cansarse o cuando doña Rebeca quedaba inconsciente en el piso.

“Me trataba como su peón. Hacía todo lo posible por complacerlo pero por cualquier cosa me golpeaba; me arrojaba contra la pared y me daba de guantadas sin importarle que estuviera embarazada”, dice mientras sus manos tiemblan de sólo recordar los años de maltrato que sufrió al lado de su esposo.

A sus 47 años, doña Rebeca también quiere borrar las huellas que le dejaron los golpes y los insultos: “tuve cinco hijos con él, y a todos los maltrató; a ellos les daba vergüenza que yo fuera a dejarlos a la escuela con la cara llorosa y llena de moretones”.

Un día, doña Rebeca tuvo tanto miedo que decidió escapar de su esposo para siempre. Desde hace unos meses vive en un refugio, pero a pesar de la ayuda que recibe los recuerdos le siguen doliendo como los golpes que le daba su esposo.

“Mis papás se daban cuenta que me pegaba porque me veían los moretones en los brazos y en la cara, pero nunca me apoyaron. Mi papá me decía ‘usted ya es harina de otro costal, ahora aguántese’, así que nunca tuve un lugar a dónde irme con mis hijos”.

Primero fueron los insultos, luego los golpes, y después las amenazas: “me gritaba ‘si te vas te mato, eh, te mato’, y me agarraba de los cabellos y me aventaba contra la pared; me daba de guantadas y patadas, o me ponía un cuchillo en el cuello”.

Aún recuerda cuando su esposo llegaba en la madrugada hasta su cama y la descobijaba mientras la levantaba del pelo y le gritaba “dime dónde está, quién estaba contigo”, pero doña Rebeca asegura que nunca lo engañó ni con el pensamiento.

“Así viví durante años: con hambre, con gritos, con golpes y malos tratos, todo. En la recámara había una foto de cuando nos casamos y a veces se levantaba en la madrugada y me golpeaba con el puño cerrado y me decía ‘para qué la tienes si no me quieres, tú no me amas’, ni siquiera le importaba que se cortara los dedos con el vidrio. Llegué a creer que me iba a volver loca”.

EVITAR LA HUMILLACIÓN

Cansada de las humillaciones, Cecilia esperó a que Sergio se fuera a trabajar y huyó de la casa de su suegra. “Todo el día se la pasaba tomando y llegaba la madrugada y él seguía con la cheve en la mano. Ni yo ni mis hijos podíamos dormir de escuchar el ruido que hacía”.

Lo que Cecilia ya no soportó fue que su pareja maltratara a los niños, “y me metía a defenderlos y se enojaba conmigo. A mí nunca me pegó pero siempre me trató como su sirvienta, a veces quería que le cocinara en la madrugada”.

Dice que la casa de su suegra era como un hotel para su pareja, “quería llegar a la hora que él quisiera y en ese momento lo tenía que atender. Además, no me daba dinero más que lo necesario y me las ingeniaba para guardar un poco porque había veces que no tenía trabajo pero cuando me veía los billetes me decía ‘se me hace muy raro que tengas billetes, seguro son los mismos que te doy, dámelos’, y yo se lo aventaba”.

Hace unos meses, Cecilia tuvo que ser sometida a una operación y dice que su pareja siempre le echó en cara el dinero que gastaba en ella, “me operaron de un quiste y él me decía ‘seguro fue porque viviste con otro antes que conmigo, por eso estás así’, y por eso lo dejé”.

Desde entonces vive en el mismo refugio que Rebeca. Dice que no soportó más las humillaciones y solicitó ayuda para irse de la casa de su suegra, “ahora lo que quiero es encontrar un trabajo para mantener a mis hijos, quiero que estudien para que sean diferentes a su padre”.

EMPEZAR DE NUEVO

Evangelina Velázquez, presidenta de la Asociación de Mujeres Solidarias en la Acción Social de La Laguna, A.C., (Musas), considera que no importa cuántos años de violencia física y emocional haya vivido una mujer, siempre podrá iniciar una nueva vida.

De acuerdo a datos proporcionados por Laura Pacheco Ugues, subdelegada de la Procuraduría de la Familia, el año pasado en Torreón se comprobaron 74 casos de violencia intrafamiliar –física, emocional, económica, sexual, abandono y omisión de cuidados-, y en lo que va de enero de 2008 ya suman 20.

De los casos de 2007, 19 se refieren a hombres y 54 a mujeres. En las unidades de atención integral que la Procuraduría tiene en los municipios de San Pedro, Matamoros y Francisco I. Madero, se presentaron 161 denuncias el año pasado.

En 2007 en Torreón, mil 615 parejas se casaron y 393 se divorciaron, según Paulino Alfonso de la Cruz, coordinador de las Oficialías del Registro Civil en esta ciudad.

Al respecto, Laura Pacheco Ugues comenta: “Ojalá que esta fecha en realidad fuera para celebrar, pero desgraciadamente vemos que las mujeres son maltratadas desde el noviazgo, por eso es muy importante que aprendan a conocer a sus parejas, que sepan quiénes son para evitar sorpresas en el matrimonio”.

Signos de violencia

Amigos y familiares, incluso los vecinos, pueden detectar cuando una mujer es víctima de la violencia intrafamiliar. Sólo hay que observar lo siguiente:

Si presenta heridas que no puede esconder ni con maquillaje, es decir, moretones en los brazos o en los pies y huesos rotos.

A pesar de los golpes, siempre da excusas diciendo que se cayó o topó con una puerta.

Cuando su pareja la controla de manera excesiva, desde el gasto, la manera de vestir y le dice con quién puede o no salir.

Es muy probable que las mujeres maltratadas dejen de frecuentar a sus amistades por temor a que descubran que viven la violencia y las culpen de ello.

La mujer que vive la violencia no sabe que puede pedir ayuda, cree que sólo a ella le pasa y no se siente cómoda de confiarle a nadie su situación, y está convencida de que todo es su culpa.

FUENTE: Musas

Cifras de desamor

Algunas estadísticas no tan amorosas para este 14 de febrero:

-La Procuraduría de la Familia recibió en 2007 un total de 74 denuncias de violencia intrafamiliar en Torreón; en el resto de La Laguna fueron 161.

-Mil 615 parejas se casaron el año pasado.

-393 parejas se divorciaron.

FUENTE: Investigación de El Siglo de Torreón

Musas en acción

Evangelina Velázquez explica que Musas es una organización que busca apoyar a las mujeres víctimas de violencia física, emocional, sexual y económica. Esta asociación surgió en 1988 en las calles de las colonias de la periferia.

En las plazas públicas de sectores como Las Julietas, las integrantes de Musas comenzaron por reunir a grupos de mujeres para darles consejos para vivir un mejor matrimonio. Ahora la asociación civil cuenta con un centro de atención a la violencia “Casa Generosa” y con un refugio de seguridad.

De acuerdo con Evangelina Velázquez, en el refugio de seguridad están las mujeres que son amenazadas de muerte por sus esposos, y también aquellas que su autoestima está tan devaluada que les resulta imposible enfrentarse a la vida.

En el refugio hay habitaciones seguras para ellas y sus hijos. Se les proporciona alimentación, vestido y hospedaje, además de atención a sus lesiones físicas y emocionales a través de talleres de reflexión y análisis en donde se abordan temas como la autoestima, salud, educación, organización y capacitación laboral.

En el Centro de Atención a la Violencia “Casa Generosa”, las mujeres reciben terapia psicológica holística -sanación energética- y tradicional -terapias-. Los especialistas brindan atención en crisis emocionales, talleres de autoestima y salud mental, todo con el objetivo de que venzan sus miedos y obstáculos.

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Escrito en: 14 de febrero

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