En estos días, en que está próxima la celebración de los fieles difuntos, me gusta entablar diálogos con los que ya se han ido o están ausentes. Porque sólo mueren, aquéllos a quienes nosotros olvidamos. Mientras ello no suceda y continúen en nuestra memoria y corazón, seguirán eternamente vivos.
Sin embargo, dados los últimos acontecimientos sucedidos en el Congreso de la Unión y el comportamiento de los diputados del PRD, en esta ocasión me gustaría imaginar qué pasaría si pudiera comentar esos sucesos con mi amigo Daniel Hernández Issaís, perredista de pura cepa, ausente desde el 95, justo cuando nos desempeñábamos como diputados locales.
Daniel era un tipo juicioso y tranquilo, no le agradaban las estridencias y era hombre de palabra. En su tiempo, el PRD, tomó la determinación de abandonar las protestas callejeras y los plantones, para meterse de lleno a la lucha parlamentaria y el diálogo constructivo. Esa decisión la celebró Daniel, más afecto al diálogo que a la confrontación.
Pero temo que ya los traicionó su naturaleza y les pasó lo que al alacrán de la fábula. No se aguantaron y solitos de picaron.
No obstante que hubo voces sobradas al interior del partido, que advertían de los riesgos de tomar de nuevo la tribuna del Congreso, se lanzaron sobre ella, como perros sobre un bistec, aunque de nada les sirvió.
Hubiera sido mejor defender con ideas y argumentos su posición desde la tribuna, que lanzarse a una acción fallida.
Es más, el Congreso autorizó a que hablara Andrés Manuel, aunque nada tenía que hacer ahí. Se le concedió media hora para hacerlo y todavía se excedió quince minutos y se lo aguantaron. Y sus huestes no pudieron permitir que la sesión se desarrollara en orden.
Bueno, hasta escupitajos, por parte de algunas de ellas, como la Sansores, hubo en un breve enfrentamiento. Pero qué podía esperarse si parecía que habían dejado el puesto en el mercado, para irse a legislar. Dicho sea esto con perdón de los locatarios del mercado.
Pero lo bueno, es que de nada les sirvió, porque la Cámara siguió funcionando y aprobaron las reformas.
Por ello, especial mención merece el presidente de la Cámara, César Duarte, que se fajó como los buenos y continuó con la sesión, hasta la aprobación de las reformas. Los perredistas deberían ya de haber aprendido que por esa vía sólo concitan el coraje del pueblo, que luego se ve reflejado en las urnas. En cada elección sacan menos votos y puede no estar lejos el día que el escenario político nacional, sea sólo bipartidista, lo cual sería lamentable, pero ellos se lo habrán buscado. Daniel andaría ahorita, escondiéndose de la vergüenza.
Están viendo que, por ejemplo, en Coahuila cinco partidos acaban de perder su oportunidad de competir en los próximos comicios locales y todavía le andan buscando ruido al chicharrón. La verdad es que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Por seguir a un iluminado como Andrés Manuel, el PRD, puede perder todo su capital político. Eso no es bueno.
El espectro político nacional se puede quedar sin opción de izquierda y no les quedará otra que volver a la clandestinidad. Ya quisiera ver a las intelectuales que rodean a López Obrador, en la guerrilla rural. A ver cuánto aguantaban. Qué pena que no hayan entendido que lo único que hace fuerte a un partido es el actuar en el marco de la legalidad y dando respuesta a las inquietudes del pueblo. Y éste lo último que quiere es desestabilidad.
Además, como muchos de ellos son tránsfugas del PRI, se niegan a aceptar que éste es el partido con quien pueden establecer alianzas a favor de las mayorías y en consecuencia se aíslan y por ello no avanzan.
Si continúan con esa actitud, estarán cavando su propia tumba. Y todo por su cerrazón y torpeza.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.