Aunque en todos los medios se habla de ella, resulta difícil reconocer que estamos ante una crisis económica: las tiendas y centros comerciales lucen abarrotados de personas; no pasa un día sin que sepamos de más muertos y desaparecidos, y aún así, la gente sigue su vida como si realmente no pasara nada. La negación siempre ha sido un mecanismo de defensa; además, el carácter abstracto de la frase “crisis económica” no penetra tan rápido el entendimiento promedio de la población; mucho menos en esta época del año y con aguinaldos en la bolsa, especialmente quienes los recibieron.
Hace poco, en la presentación de un libro en el Museo de la Revolución, el conocido dramaturgo mexicano Hugo Hiriart dijo que en México, únicamente el 10% de la población lee (incluyendo periódicos y revistas de información relevante), va al cine y oye noticieros. El resto es una masa informe, fácilmente manipulable y propensa a creer toda clase de leyendas urbanas. Por lo tanto, el grueso de la población no se entera de que se están cerrando fuentes de trabajo y que tan sólo en lo que va de diciembre, van 411 muertos. En parte conoce la situación porque se ha visto afectada directamente, ya sea por la desaparición o pérdida violenta de algún familiar (secuestro, decapitación o ráfaga de metralla) y/o carencia de una fuente segura de ingresos, ya sea de trabajo legal o de otra índole. Esta parte “informe” de la población también puede notar que las cosas no andan bien o que se avecina “una crisis económica” cuando confirma que lo que tiene para gastar ya no alcanza, que los alimentos básicos cuestan cada día más, así la gasolina, la luz, las medicinas.
Esa enorme masa de la población, que no lee ni escucha noticieros, no se entera tampoco de que los diputados se otorgan superaguinaldos “porque les sobraron partidas del presupuesto sin ejercer” y no faltaba más, ellos las ejercerán autorizándose megaposadas con “show” de Emmanuel, quien sólo les cobra $ 1’500,00.00, incluidos gastos de traslados y otras cosas que se aglutinan bajo el rubro de “viáticos”. Además, cenan por valor de $ 950.00 el platillo por persona. Esto debe estar bien, puesto que invitan al presidente Calderón y a su esposa Margarita a compartir la posada, y van.
En contraste, así como esta masa informe no se enteró de lo bien que la pasaron los diputados (en este caso eran panistas, pero da igual porque los demás hacen lo mismo) tampoco se enteran de la descomunal y rampante descomposición de los cuerpos policiacos: desde los miniescándalos de la nuestra, a nivel local, hasta el gravísimo asunto del comisionado de la Policía Federal Preventiva, Víctor Garay, cuya bacanal y grado de corrupción en el operativo aquél de la fiesta en una casa del Desierto de los Leones, donde encontraron tigres, leones, panteras, muchachas y narcos de primer nivel (y que dejaron escapar) nos parecería increíble como argumento de película. (Interesados en la nota completa, consultar la edición del Diario Reforma, del sábado 13 de diciembre/08.)
En cambio, los que sí procuramos escuchar noticieros y leer periódicos, los que arduamente buscamos información en diversas fuentes con la inútil esperanza de formarnos un criterio y discernir lo que sí puede ser relevante y/o verdadero (y no amarillismo o mala-leche), lo único que logramos es aumentar el nivel de angustia, dormir mal y poco y pasar continuamente de un estado de absoluta indiferencia al de muchísima preocupación, con el resultado de no lograr nada porque nada está en nuestras manos. Nosotros, parte de ese 10% de la población que sí lee y escucha noticieros, vivimos entre la impotencia y la frustración.
A continuación, voy a transcribir una anécdota que recibí por Internet: “Había una vez un señor que vivía a un lado de la carretera; ahí vendía unas ricas hamburguesas. Estaba muy ocupado y por lo tanto no oía radio, no leía periódicos ni veía la televisión. Alquiló un terreno, puso una valla y anunció su mercancía: ¡Deliciosas hamburguesas calientitas! Y la gente se las compraba. Aumentó su adquisición de carne y pan. Alquiló un terreno más grande para su negocio y trabajó tanto que dispuso que su hijo dejara la universidad, donde estudiaba Ciencias Comerciales a fin de que le ayudara. Sin embargo, ocurrió algo importante; su hijo le dijo: “Viejo, ¿tú no escuchas la radio, ni lees los periódicos..? Estamos sufriendo una grave crisis! La situación es realmente mala; peor no podría estar!” El padre pensó: “Mi hijo estudia en la universidad, lee los diarios, ve televisión y escucha la radio. Debe saber mejor que yo lo que está pasando…” Compró menos pan, menos carne. Se regresó a la mitad del terreno con el fin de eliminar gastos y ya no anunció sus hamburguesas. Las ventas fueron disminuyendo cada día más. “Tenías razón hijo” le dijo al muchacho, “verdaderamente estamos sufriendo una gran crisis.”
Cuando los niveles de estrés llegan a un punto crítico, se recomienda hacer una limpieza mental, barrer toda esa basura, concentrarse y honestamente contar las bendiciones: El que tenga un trabajo, que lo cuide. El que tenga una pareja que lo complemente y lo acompañe por las vicisitudes de la vida, que lo apapache. El que tenga un grupo pequeño y selecto de amigos, que lo valore. Quien tenga salud y además hijos y nietos, que dé Gracias a Dios cada hora de las 24 del día. Solamente podemos influir en nuestro círculo cercano. No hablemos de crisis, aunque sí se avecine; hablemos de hacer bien lo que nos corresponde. Pensemos que situaciones más graves se han superado. Y por un tiempo, no escuche noticias ni las lea en periódicos. Y como Usted sí lee, escoja una buena novela y déjese llevar por la lectura: ésa, le aseguro, no lo hará sufrir. ¡Feliz Navidad y un Año Nuevo de Paz!