Es el nuestro un pueblo generoso y aguantador, que no requiere de grandes acciones para sentirse contento.
Dentro de todas sus angustias, se alegra sobradamente con que un compatriota haya ganado una medalla de oro en las olimpiadas.
Claro está que es para festejar, porque en momentos críticos, cualquier motivo es bueno para levantar los ánimos.
Ni siquiera la reunión de seguridad nacional, levantó tanta algarabía como el triunfo de Guillermo Pérez.
Y vaya que en materia de deportes, los mexicanos estamos en la lona. Si bien no es el caso de analizar aquí las causas y motivos por los que nuestros deportistas se hacen solos, con pequeños apoyos gubernamentales.
Para colmo, ahora sí, anuncian con bombo y platillo que le darán un premio de cinco millones y una casa. Ven la tempestad y no se hincan, pues lo vuelven vulnerable ante la desbordada codicia de la delincuencia organizada.
Se olvidan del principio bíblico que establece que tu mano izquierda no debe saber lo que hace la derecha. Pero hay que publicitarlo para que el pueblo se entere que el Gobierno sí premia a sus personajes destacados.
El pueblo sólo pide seguridad y empleo. Lo demás se lo agencia solo.
¿Es mucho pedir? Porque no se pueden pasar los años culpando sistemáticamente al antiguo régimen por la situación actual. Algo tienen que hacer como Gobierno para hacerse merecedores del voto popular.
Yo no quiero que el presidente me diga lo que le dice a él la sociedad. No quiero que me diga “Ya basta”, sino que me diga: “Yo basto”.
Es decir, que el Gobierno “basta” para garantizarle a los ciudadanos un mínimo de bienestar.
No estoy en contra de las marchas por la paz, pero sí en contra de que se politicen éstas o las secuestre alguna Iglesia, porque ésos deben ser movimientos ciudadanos, abiertos a cualquier creencia religiosa o ideología partidista.
Pero además, el reclamo popular es de sobra conocido por el Gobierno, lo que hace falta son acciones concretas y efectivas, con las que se demuestre que la batalla contra la delincuencia se va ganando.
No es posible que no exista un trabajo de Inteligencia militar y que los ciudadanos sepan dónde habitan los malandros y los cuerpos policiacos no. Como tampoco resulta lógico que cada corporación y el mismo Ejército, le informe, cada cual, a sus superiores, pero no exista una coordinación central que guíe las acciones a realizar.
Cada quién anda por su lado y nadie sabe qué hacen los otros.
Resulta obvio que así no se ganan las batallas.
Para empezar, las guerras de cualquier tipo, como decía Napoleón, se ganan: “Con dinero, dinero y más dinero”.
Pero resulta que del lado de los malos, hay mucho dinero para comprar conciencias y armamento.
Hace falta una depuración efectiva de los cuerpos policiacos; buenos estímulos para los policías honorables que se juegan la vida por los ciudadanos y castigos ejemplares para los que traicionan su juramento de lealtad.
Hace falta un mando central y una estrategia bien estructurada que rinda resultados inmediatos.
Porque como decía Machado: “Cuando de nada nos sirve rezar”, tenemos que voltear los ojos a otro lado.
No desconocemos que todos tenemos parte de la culpa y la seguiremos teniendo, porque estamos educando mal a nuestros hijos.
A ellos todo se les da y nada se les reprocha. Hijos consentidos y apapachados, a los que les ha faltado que se les eduque con un poco de hambre y un poco de frío.
Si se les mete a la cabeza que en la delincuencia hay dinero y poder, es lógico que quieran formar parte de ella. Si a los delincuentes rara vez les pasa algo o son castigados, con mayor razón. ¿Cómo queremos una sociedad mejor con esos ejemplos?
Por ello y con razón, el pueblo se alegra de un triunfo como el mencionado, porque así se olvida un poco de todos los problemas que lo aquejan.
Pero no vaya a creer el Gobierno, que por ello ya se olvidó de esos problemas. Todos los días la realidad nos los recuerda.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano”.