El conocido escándalo del video en el que jefes policiacos se exhiben en una francachela, deleitándose ante los atrayentes contoneos de una teibolera, ha levantado un sinnúmero de comentarios entre todos los sectores de la población.
Pero, tengo para mí que entre la crítica y el choteo se pierde de vista algo fundamental: La minimización que el alcalde hace de los hechos, situándolos en el ámbito de la vida privada, pues se olvida de que la mujer del César (y en estos casos el funcionario público) no sólo debe ser honesta, sino parecerlo.
El video en sí y lo que en él se muestra, es grotesco y corriente. Ese tipo de deleites se debe dar en la intimidad y no, como dicen en el Norte, “delante del público de la gente”.
En esencia, no es tan criticable el hecho, sino las circunstancias en que se da y la forma en que trasciende al gran público.
Pero además, me preocupa la forma en que el alcalde José Ángel Pérez, minimiza los hechos, pues seguramente no actuaría igual si se tratara de funcionaros de otros niveles de Gobierno.
También olvida el alcalde, aquella vieja y conocida conseja política, del presidente que entrega a su sucesor la oficina y le deja tres sobres, con la sugerencia que los abra, en su orden, en casos de crisis.
El primer sobre decía: Cuando las cosas se tornen complicadas, “anuncia cambios”.
El segundo rezaba: Si la crisis se repite, “Haz cambios”.
Y el tercero y último sugería para otra crisis ya en el último año de Gobierno: “Designa a tu sucesor”.
Esos tres acontecimientos marcan la vida de nuestros pueblos, pues con el anuncio de cambios, la atención público, ocupada en principio, en algún asunto delicado, comienza a especular sobre quiénes serán los que dejarán una Administración y se olvida del otro problema.
La realización de cambios en un Gabinete, invariablemente ocupa la atención de la gente y crea nuevas expectativas de bienestar. Los funcionarios públicos, se desgastan más o menos en sus cargos y siempre es bueno, cuando las circunstancias lo ameritan, un cambio que refresque las instituciones.
El tercer consejo, ya cayó en desuso, pues no es posible que el que está en el ejercicio de poder nombre a su sucesor, pero sí que se inicien los procesos electorales que siempre crean nuevas expectativas y atraen los ojos del público.
Podríamos decir que el alcalde perdió la ocasión de salir airoso de este trance, pues desperdició la oportunidad de hacer cambios y oxigenar su Administración.
Creo que le ganó la soberbia: “Aquí sólo se van cuando yo lo diga”, y la política no siempre funciona así.
Bueno, hasta sus propios compañeros de partido y su dirigente estatal, declararon que debía sancionar a los jefes policiacos y ni a esas voces prestó atención.
El desgaste político acumulado a lo largo de los años, abona el terreno de sus adversarios, que por lo visto, poco tienen qué hacer para desprestigiar la figura del alcalde, pues es él quien contribuye a ello.
“Acuérdate de que eres mortal”, solía decirle al César romano aquel inseparable consejero que lo acompañaba a todos lados. Era para que el César pusiera los pies en la tierra.
Pero hay veces que no se tienen verdaderos consejeros de confianza o de plano, no se les hace caso.
El arte de la política no se improvisa y es riesgoso no aprender pronto ese arte cuando se está en una responsabilidad pública y ¡peor aún!, cuando se aspira a otras.
Hacerle caso a la voz popular cuando se esgrimen razones no es malo, al contrario, siempre hay que estar atento a esa voz.
Cuando éstas se equivocan o están tratando de tomarle la medida la funcionario, deben desatenderse. Pero hay que tener la sensibilidad para distinguir cuándo estamos en presencia de la razón y cuándo del capricho o la opinión interesada.
Quizá me equivoque y al alcalde nadie le dio esos sobres.
Por lo demás: “Hasta que nos volvamos a encontrar, que Dios te guarde en la palma de Su mano”.
