El domingo llega a su culminación lo que será el estreno de la reforma electoral realizada en Coahuila el sexenio pasado, cuando se legisló para que los gobiernos municipales extendieran sus periodos de tres a cuatro años, así como el que surgieran comicios intermedios sólo para la renovación del Congreso local sin la competencia por las presidencias municipales.
Lo que quedó en ley pasado mañana se llevará a cabo en la práctica, aunque por supuesto haya corrido ya el periodo de campañas por los contendientes a los veinte escaños de mayoría y once plurinominales que habrán de renovar a la presente legislatura, que quizá como referente anecdótico sea la que reconoció la unión legal entre parejas compuestas por dos personas del mismo sexo.
Así las cosas, el escenario para el domingo es sombrío en términos del ejercicio democrático. Muchos de los pronósticos auguran que ciertamente estos comicios podrían tener una particularidad sobresaliente: es posible que se alcance el nivel más alto de abstencionismo. Ello por supuesto es una pésima noticia, el que el pueblo reaccione con hastío a la incapacidad de la clase política de brindar a los ciudadanos de las condiciones suficientes para el desarrollo, hacen prever que no haya interés alguno por participar en la jornada cívica.
La crisis económica que se ha venido encima, el destape de la ola de terror, amén de las acciones de la delincuencia organizada, y en general, la pobreza y desfachatez en el comportamiento de los políticos y el nivel de debate, hacen que sencillamente pocos estén interesados en ir a las urnas para votar por personajes que mucho se avocaron en pegar pendones en todos los postes y transmitir comerciales en televisión y radio con magros mensajes y sonrisitas insípidas.
Sin embargo, craso error se comete al reaccionar con no ir a votar, ya que esto provoca que sean las estructuras de los partidos –antes sólo era la del PRI, pero hoy el PAN tiene también sus redes- las que con migajas y prácticas por supuesto antidemocráticas, lleven a sus acarreados a rellenar las urnas con los sufragios necesarios para mantener el control del poder público y con ello, la sociedad no pueda esperar otra cosa que permanecer en el status quo en que nos encontramos, por lo que habremos de resignarnos en lo material, a que el poder sin contrapesos del gobernador Moreira se amplíe aún más, ya que es claro que el PRI barrerá en la competencia y es posible ver que regrese el carro completo de los tiempos de antes.
Así las cosas, la novedad es pues que por primera vez se vivirán unas elecciones intermedias donde se disputen las diputaciones locales, ésas de las que la gente poco sabe qué hacen, pero que en realidad es por supuesto una beca de alrededor de cien mil pesos mensuales a costa del erario, y que poco contribuyen al desarrollo estatal.
Como punto netamente político, hace tres años de los cinco distritos disputados en Torreón, el PAN se alzó con la victoria en 4 de ellos, lo que desde siempre le ha causado escozor a Humberto Moreira, acostumbrado a ser un huracán electoral. En esta ocasión la cosa pinta diferente, es casi un hecho que de los 4 distritos panistas, no quede ninguno, tal vez el noveno lo podrán retener, pero esa decisión de Guillermo Anaya a través de Jesús de León de lanzar un candidato sui géneris, pueden ser el causal para que simplemente se vayan con las manos vacías. Además, estos comicios son una evaluación al alcalde José Ángel Pérez, ya que su ciudad le dirá si está conforme con su manera de gobernar y le ratificará la confianza a su partido, o si en esta ocasión, los votantes prefieren tener en el poder a los priistas. Fuera de estas pequeñeces, todo parece indicar que será un domingo cualquiera.