Los estadios de futbol tienen vida propia, y cada uno, de una u otra forma, podría escribir su historia con páginas gloriosas.
No se trata de compendiar cuántos títulos se ganaron en su grama o el aforo de su máxima asistencia y menos de la trascendencia de los clubes que como locales lo ocuparon; los latidos y la emoción de los aficionados son el detonante para que a esos inmuebles sólo les falte hablar.
Uno de los estadios legendarios en la historia del futbol mexicano es, sin duda, el Agustín “Coruco” Díaz ubicado en pleno centro de la industriosa ciudad de Zacatepec, Morelos, y que debe su nombre al ídolo local, jugador chaparrito, punzante y habilidoso, cuyo mote lo hizo inmortal.
El Zacatepec ha sido un club emblemático del balompié nacional y aunque nada más los viejos de la región y algunos expertos lo recuerdan, el cuadro cañero fue campeón del futbol mexicano allá por 1954, justo antes que iniciara el reinado del “campeonísimo” Guadalajara, y ya instalados en esa época, los morelenses siempre aparecieron en la parte alta de la tabla de clasificación.
Como recuerdo imborrable de mi niñez están los fines de semana en Tequesquitengo, hermoso lago a media hora del Ingenio de Zacatepec, donde mis abuelitos adorados tenían una casita. Era por ahí de 1962 y los domingos que había partido, mi padre nos llevaba al “Coruco” a admirar a los grandes jugadores de aquellos tiempos.
El cuadro de la Z en el pecho siempre tuvo en sus filas a extraordinarios futbolistas, e incluso llegó a ser un semillero fundamental para los equipos de Primera División, y de sus filas salieron no pocas figuras que vistieron la camiseta nacional.
Luego vinieron las eras de las vacas flacas, con constantes descensos, intentos fallidos por subir cuando el Gobierno Estatal se hizo cargo del equipo, y luego, tras varios trastupijes legaloides, el equipo cayó en manos de Juan Antonio Hernández.
El magnate del autofinanciamiento y a la sazón propietario de Toros Neza, acabó con la tradición. Le cambió el uniforme, el mote, el horario y día del partido y luego lo vendió, y hoy sólo la nostalgia ronda por los rincones del inmueble.
El pasado domingo el “Coruco” volvió a vestir sus mejores galas al presenciar un enfrentamiento entre Zacatepec y América; claro, fue de veteranos, pero la gente gozó ver a los ídolos y recordar tanta gloria derramada en el césped. Es una verdadera pena que una plaza tan futbolera carezca de un equipo en el máximo circuito o en Primera A. ¡Imagínese los agarrones con cuadros tradicionales como León, Correcaminos o Dorados!
Quizá el estadio ya quede chico y luzca anticuado para la mercadotecnia moderna, pero la nostalgia de ver sus tribunas rebosantes quedará en el corazón de aquel que alguna vez lo visitó.