ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(DÉCIMA PRIMERA PARTE)
Es increíble y abrumadora la forma en la que los medios de comunicación a través de la publicidad, juegan con cierto tipo de información sexual, quizás más en imágenes que en ideas o en conceptos, al grado de convertirse inclusive en un tema tan exagerado que es utilizado hasta para vender alimentos, enseres domésticos y no se diga prendas de vestir. Se trata de un estilo de publicidad atractiva, glamorosa, que engancha principalmente a los jóvenes en estas etapas, sobre todo cuando se les ofrece como los prototipos de modelos femeninos o masculinos a imitar, sea en la forma en que deben hablar, actuar, vestirse, perfumarse, beber, relacionarse entre sí, comportarse e inclusive hasta en el cómo deben tener relaciones sexuales, para ser lo más “cool” posible, convertidos en las verdaderas imágenes de hombres o mujeres, “sexy” en todo el sentido de la palabra, lo que naturalmente los coloca en una rentable posición en el mercado social, como nuevos productos comerciales. No sólo se trata de una invitación y un permiso abierto para explorar su sexualidad, sino que inclusive suele manejarse en un sentido imperativo, como una especie de orden subconsciente o subliminal que lo mismo emana de las revistas, las películas, las telenovelas, las series televisivas, los anuncios comerciales y cada vez más frecuentemente en las muy variadas páginas del Internet. Tal información y permiso se convierten entonces en un tema obligado, sumamente común y popular entre los jóvenes de estas edades, que en un buen porcentaje lo utilizan para sentir que pertenecen al grupo, al modelar en esa forma su identidad, a la vez que se sienten excitados y prontos a aceptar tal invitación para explorar su sexualidad, aún cuando tampoco han recibido otro tipo de información, con una orientación más adecuada y necesaria. En muchas escuelas, el tema parece alcanzar sus niveles principales en los últimos años de la primaria, algo en la secundaria y quizás superficialmente en la preparatoria, para luego irse desvaneciendo en las escuelas profesionales, quizás con la implicación de que a ese nivel, los estudiantes ya deben ser expertos en el tema por el material que han recibido en años anteriores. Las consecuencias entonces, es que cada vez sea mayor el número de muchachas y muchachos que se interesen en explorar su sexualidad, e inclusive que lo practiquen a edades cada vez más tempranas, como está sucediendo en Estados Unidos o en otros países, contagiados también por ese fenómeno de la globalización. El conflicto sin embargo, estriba entre esa muy amplia división que se da entre por un lado, la supuesta “información” o “educación sexual” proveniente de los medios de comunicación tendiente a utilizar a las personas como productos comerciales, y la orientación e información sexual más apropiada, que debería ser el territorio de las familias y las escuelas, no sólo a nivel primaria y secundaria, sino a nivel superior, pero que desgraciadamente se está quedando corto. Sería interesante por ejemplo, averiguar cuántos cursos sobre sexualidad forman parte de la currícula de escuelas como las Ingeniería, Administración, Leyes, Economía, Química, etc., o inclusive hasta en escuelas supuestamente más relacionadas con ese tipo de educación, como serían las de Medicina, Enfermería, Psicología, Trabajo Social, Odontología, y otras.
Me parece que en nuestra propia desinformación e ignorancia, al pertenecer a las generaciones en las que ni siquiera se permitía hablar del tema, los adultos nos hemos contentado con el saber que hay cursos de educación sexual en las primarias o en las secundarias, y que eso es todo lo que necesitan los niños y adolescentes para conocer lo suficiente sobre su sexualidad, y deambular así por el resto de sus vidas, como si ya hubieran cursado una maestría que los convirtió en expertos. Creo que nos olvidamos, que la sexualidad como esa esencia vital de cada ser humano, sigue un proceso de desarrollo que se inicia desde el nacimiento, o quizás hasta podríamos afirmar que desde el útero mismo durante el embarazo, cuando se están sentando las bases de la identidad de género desde un punto de vista biológico, y se va a prolongar en su formación a través de una serie de cambios que ocurren a veces paulatinamente, y otras en forma más tumultuosa y explosiva, a lo largo de todo su recorrido hasta llegar a la vejez, con las características que le son inherentes a cada etapa, y que en un alto porcentaje tendemos a ignorar o a desconocer, aún nosotros como adultos. Es cierto como argumentarían muchas personas, que podemos transitar por la vida sin necesidad de conocer nuestros cuerpos, ni la forma como están formados o como funcionan, porque al fin y al cabo “todo se nos puede resbalar”. Esto se podría aceptar como un criterio válido para quienes eligen transitar como ciegos, sordos o indiferentes respecto a su existencia. Sin embargo, en una época como la presente, creo que es indispensable el conocernos mejor en todos los sentidos, y conocer los recursos con los que contamos, porque ello significa una mejor forma de prepararnos para enfrentar nuestras circunstancias en el ambiente en el cual nos desenvolvemos, y que tiende a tornarse cada vez más complejo y más incierto (Continuará).