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Nuestra Salud Mental / EL ROL DE LOS MÉDICOS Y LOS MAESTROS EN LA SALUD MENTAL

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(SEGUNDA PARTE)

Las escuelas pues, representan definitivamente un ambiente ideal para observar y conocer a los estudiantes por parte de sus maestros y maestras, de manera que es ahí en un porcentaje muy alto de los casos, donde se pueden detectar diferentes conductas, actitudes o sentimientos que llaman la atención del personal cuando salen de los límites usuales, y que les hacen pensar en la posibilidad de que se trate de síntomas de algún problema o trastorno clínico que requiere de una atención más especializada. La inquietud extrema, la impulsividad y las dificultades que presentan los niños o las niñas con trastorno por déficit de atención por ejemplo, como ya se comentó antes en forma muy extensa en esta columna, llaman la atención de los maestros, especialmente cuando se trata de conductas repetitivas y constantes, difíciles de controlar fácilmente con los métodos usuales de disciplina y que requieren de una atención mucho mayor tanto en tiempo como en esfuerzo, a veces al grado de rebasar la energía y la paciencia del personal, pero que además resultan inconvenientes para los demás alumnos.

Pero también con cierta frecuencia, aparecen aquellos chicos o chicas visibles desde el primer día de clases, debido a la angustia intensa, al llanto desesperado y difícil de consolar que se puede prolongar no sólo durante el primer día de clases sino por otros días, semanas y hasta meses, consecuencia de la separación de su madre que lo deja en la escuela, percibida como un medio desconocido y amenazador que le asusta. Se trata de chicos que ante tal separación que experimentan por vez primera, se preocupan enormemente de ser abandonados por sus padres al no tener la suficiente confianza en ellos, y que además desarrollan fantasías de que les pase algo y ya no regresen por ellos. A pesar de que en muchos casos, es normal encontrar estas reacciones en los primeros días de clases, y los maestros las reconocen con certeza, hay otros casos de mayor duración e intensidad, que definitivamente hacen sospechar al personal que se trata de problemas más serios, que requieren de algún tipo de ayuda especializada. Y realmente tienen razón, ya que se puede tratar del llamado trastorno de ansiedad por separación, que es bastante común encontrar en esta etapa de la vida, pero que inclusive, en algunos casos específicos, lo he podido encontrar en chicos al entrar a la secundaria, cuando ya lo habían presentado previamente. Se puede decir que se trata de un trastorno mucho más común en el clima ambiental que vivimos actualmente en la comarca, y que tiene que ver con la realidad que estamos viviendo.

Se podría hablar de un tercer tipo de síntoma también presente en las aulas con cierta frecuencia, quizás cada vez mayor, conforme aumentan las presiones sociales y económicas, las crisis familiares, las separaciones, los divorcios y las pérdidas emocionales de uno u otro tipo. Me refiero en este apartado a aquellos niños o niñas que desgraciadamente pueden pasar desapercibidos, debido precisamente a la presencia de sus síntomas, como puede ser la seriedad exagerada, la tendencia al silencio, a la apatía y la pasividad, al grado que casi desaparecen y se tornan invisibles a la vista de los demás. Se trata de chicos que se notan tristes, sin ánimo o energía para participar en las actividades y trabajos usuales o inclusive para interactuar con sus compañeros, sin ningún tipo de iniciativa en las aulas, y que hasta tienden a quedarse dormidos en clases, además de que obviamente tampoco están funcionando en forma adecuada. Suele ser muy difícil identificarlos en los grupos numerosos, excepto para aquellos maestros cuya experiencia, ojo clínico e interés por sus alumnos les ayuda a detectar la presencia de ese tipo de rasgos oscuros que contrastan con los patrones comunes infantiles respecto a la algarabía, la motivación, el entusiasmo y el ruido característicos de esta etapa de la vida. Para maestros con mayor experiencia y conocimientos, tales conductas que llegan a prolongarse por períodos indefinidos, pueden significar síntomas de tipo depresivo, que definitivamente también requieren de la atención adecuada y de su canalización al psicólogo o a la psicóloga de la escuela, o a servicios externos más especializados, cuando no se cuenta con la ayuda psicológica dentro de la institución.

La capacitación adecuada de los maestros y en general del personal escolar, la información actualizada sobre este tipo de trastornos psiquiátricos infantiles, que definitivamente sí existen y no son meros mitos; la empatía, el interés y el conocimiento de los alumnos, o de las familias mismas como sucede en muchas ocasiones, son factores fundamentales, para que tales trastornos sean detectados desde muy temprano en la vida, gracias a la observación y a la intervención de maestras y maestros. En esa forma, ellos tienen ese potencial de convertirse en ángeles guardianes de la infancia, al ocupar puestos tan estratégicos y fundamentales en el área escolar, ya que ésta representa una primera línea de batalla en el delicado campo de la salud mental (Continuará).

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