ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C.
(PSILAC)
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(VIGÉSIMA SÉPTIMA PARTE)
¿En qué consiste una valoración clínica completa realizada a través de ese instrumento tan valioso con el cual hemos sido educados en nuestra profesión como médicos, que es la historia clínica, un instrumento también indispensable en la buena práctica de la psicología? Cualquier paciente que acude a la consulta debido a la presencia de una serie de síntomas variados, ya sea de índole física o emocional, que parecieran ser muy recientes o de origen muy inmediato, la realidad es que en un alto porcentaje de los casos, tales síntomas pueden haberse iniciado mucho tiempo atrás, sin que el paciente en muchos casos se haya percatado. Basados en esta hipótesis, una historia clínica comprenderá entonces varios capítulos o áreas a estudiar: un primer capítulo que por lo general, es la parte que más le interesa y apremia al paciente, puesto que es la razón básica por la que acude a la consulta. Este capítulo en el lenguaje médico es designado como el “padecimiento actual”, que consta naturalmente de los diferentes síntomas, molestias, preocupaciones y problemas que aquejan al paciente. Por lo mismo, la principal tarea del terapeuta en esta primera etapa de intervención será la recopilación de la información pertinente sobre los diferentes síntomas que presenta su paciente, las características específicas de cada uno de ellos, la posible fecha en que se iniciaron, la frecuencia así como la interacción que presentan entre sí, o inclusive la relación que pudieran tener con otros padecimientos paralelos o hasta con determinado tipo de eventos o experiencias traumáticas y estresantes en la vida reciente del sujeto. Un ejemplo bastante gráfico en Medicina sería el caso de algún tipo de dolor físico, como el de cabeza o cefalea, que al médico tratante le interesaría averiguar desde cuándo se inició, qué características tiene el dolor, su intensidad, en que áreas se ubica, su irradiación, la frecuencia con que se presenta, el acompañarse de otros síntomas tales como nausea, vómitos, desmayos, problemas en la visión, en la audición o en cualquiera de los otros órganos sensoriales, etc., así como su posible relación con algún tipo de enfermedad, accidente, lesión o experiencia traumática o estresante reciente.
En el caso de una historia clínica psiquiátrica o psicológica, aunque los síntomas que presenta el paciente pueden ser también físicos, generalmente suelen tener un fondo importante de dolores emocionales secundarios a diferentes tipos de problemas y conflictos que definitivamente se deben valorar. Los síntomas pueden ser sumamente variados y afectar múltiples áreas de la vida del paciente, sea en cuanto a lo emocional, lo familiar, lo escolar, lo laboral, sus relaciones sociales, su funcionamiento sexual, sus conductas y acciones en general, sus pensamientos o sus sentimientos, y los rasgos de su personalidad en general. La lista de tales síntomas puede ser interminable y muy profusa, de manera que el terapeuta tiene como meta la exploración de los mismos, de forma que dicho proceso le ayude a conocer y a intentar comprender el significado de tales síntomas traducidos en un diagnóstico preliminar sobre ese “padecimiento actual”, pero sobre todo a reconocer las preocupaciones y el sufrimiento por el que está pasando el paciente en el momento actual, que viene a convertirse en el motivo de su consulta, y para lo cual requiere de la ayuda profesional. Sin embargo, en el caso de los niños y de los adolescentes, los síntomas no necesariamente son enumerados por ellos, ya que en la mayoría de los casos ni siquiera desean esa consulta, sino que más bien son sus padres, tutores, hermanos mayores, maestros o adultos a cargo de ellos quienes la solicitan y se encargan de enumerar sus observaciones desde fuera. Es decir, que tales síntomas vienen a representar entonces la preocupación o el sufrimiento de los adultos, pero no necesariamente tienen el mismo significado para los niños y los adolescentes, para quienes en muchos casos inclusive, carecen de importancia o hasta los niegan. Tal situación determina un reto importante para el terapeuta por las complicaciones que ello implica, puesto que tiene que explorar entonces, no sólo la versión de los adultos, sino también la del niño o la del adolescente en su posición como paciente, ya que por sí mismo posiblemente, ni siquiera hubiera acudido a pedir ayuda, e inclusive en muchos casos llega a rebelarse contra el hecho de ser llevado a este tipo de consulta. De ahí precisamente la importancia de que en estos casos, la valoración clínica no sólo debe ser enfocada al paciente de dicha edad, sino que tiene que ampliarse para abarcar todo el panorama familiar, como es el caso de los niños y los adolescentes con TDAH (Continuará).