ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)
CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA
(TRIGÉSIMA QUINTA PARTE)
En nuestra época, en que al movernos con tanta rapidez el tiempo se nos va de las manos, y la tecnología nos abruma, nos invade, nos acelera y también en cierta forma tiende a facilitar nuestras tareas, da la impresión de que las historias clínicas en Medicina han pasado de moda para convertirse en piezas de museo, cada día menos utilizadas, aún en las mismas instituciones de entrenamiento. Las visitas breves y rápidas, los variados análisis de laboratorio y estudios de gabinete cada vez más caros y sofisticados, las cirugías al vapor y el uso masivo de medicamentos elegidos en ocasiones gracias a una mercadotecnia cada vez más fructífera, tienden a suplantar las conversaciones y la exploración física de los pacientes que ha sido nuestra tradición profesional como clínicos a través del tiempo. Ante un panorama así, a muchas personas les puede parecer demasiado cándido, ilógico y hasta sin sentido, el tomarse tanto tiempo, con tantas horas de sesiones con el paciente o con su familia, dedicadas para la elaboración de un tipo de evaluación clínica como la que se ha descrito en las últimas semanas en esta columna.
Y sin embargo, mi experiencia y el aprendizaje a través de los años en la vida profesional, me siguen indicando que al menos en el campo de la salud mental, elaborar una historia clínica de esta naturaleza sigue siendo tan válido como el primer día de mi entrenamiento, o inclusive aún más, gracias a las enseñanzas que he podido recoger con ella a lo largo del tiempo. En nuestra especialidad, la historia clínica se convierte en un instrumento único, indispensable y sumamente valioso puesto que representa una especie de linterna de la que nos valemos para tratar de iluminar los oscuros rincones de la mente humana, una brújula que nos guía al caminar y explorar ese espeso y tan complejo bosque en el que se desarrollan todo tipo de experiencias y emociones en la vida de cada individuo al enfrentar determinados conflictos, o al padecer cualquier tipo de trastorno psiquiátrico. El no contar con un instrumento semejante, el no aprender a utilizarlo o el ignorar su valor en pos de “curas y terapias rápidas”, se convierte en la mayoría de las ocasiones en una aventura riesgosa no sólo para el paciente que llega a sufrir las consecuencias, sino especialmente para el profesionista que sin la ayuda de esa linterna o de esa brújula, fácilmente puede desorientarse y perder la dirección y sus objetivos, sin saber siquiera hacia dónde se dirige, ni cómo reencontrar su camino.
La valoración clínica psiquiátrica a la que me he referido sigue siendo un pilar importante en cierto tipo de instituciones académicas para el entrenamiento de sus estudiantes, pero igualmente lo es en la práctica profesional cotidiana de ciertas instituciones de servicio, quizás cada vez más contadas. Como consecuencia de la misma, se llega a dos resultados o corrientes importantes tanto para el paciente y su familia como para el especialista. El primer resultado al integrar toda esa información obtenida, nos permite traducirla en uno o más diagnósticos acerca del o los padecimientos que aquejan a nuestro paciente, lo cual obviamente nos guiará en lo que respecta a su tratamiento. Por otro lado, el segundo resultado quizás tan importante o más que el primero, nos permite conocer las experiencias y las vicisitudes en el recorrido y la evolución que nuestro paciente ha llevado a cabo a través de las diferentes etapas de su existencia, lo cual nos ayuda a reconocer dicho camino y cuál es su posición actual, que precisamente le confiere esa cualidad de ser único, y que asimismo se convierte en una formulación dinámica que nos ayuda a conocerlo y comprenderlo mejor como un ser humano, sea niño, adolescente o adulto que sufre determinados síntomas y conflictos ante sus circunstancias. En esa forma, no sólo nos quedamos con una etiqueta que lo diagnostica exclusivamente con un determinado nombre patológico, que inclusive para muchos puede no significar nada. Gracias a esa formulación mencionada, intentamos integrar ambas corrientes y resultados, para diseñar y llevar a cabo con bases más seguras un cuidadoso programa de tratamiento hecho a la medida, de acuerdo a las condiciones y necesidades específicas de cada individuo y su familia (Continuará).