ASOCIACION DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA.
(PSILAC).
CAPITULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACION PSIQUIATRICA MEXICANA
(VIGÉSIMA PRIMERA PARTE)
Al continuar con el tema de la dinámica y las relaciones familiares en lo que se ha dado en llamar “la familia con TDAH”, se pueden encontrar otro tipo de combinaciones entre los padres y los hijos, dependiendo de quienes sean los que presenten el trastorno. Es además necesario aclarar, que no todos ellos lo pueden presentar con el mismo subtipo ni la misma intensidad, es decir que hay miembros que lo presentan con el cuadro completo de sintomatología de la tríada principal de problemas de atención y concentración, hiperactividad e impulsividad, pero también suele suceder que otros de los miembros puedan presentar solamente los problemas de atención y concentración, sin la hiperactividad ni la impulsividad. Naturalmente, que estas diferencias marcaran también diversos tipos de combinaciones y formas de relacionarse entre ellos, ya sea en forma más conflictiva o más complementaria. A esta situación se une además la posibilidad de que como se mencionó en las pasadas semanas, exista uno o varios trastornos añadidos que se presentan paralelamente, como los de ansiedad, de conducta, de aprendizaje, depresivos, etc., lo cual añadirá nuevas características al tipo de relaciones y vínculos que se desarrollan en la familia.
Podemos encontrar por otro lado, el caso en el que igualmente, como se mencionó la semana pasada, cualquiera de los padres o inclusive ambos lo presenten, pero puedan no estar conscientes de ello porque nunca han sido diagnosticados, ni ellos mismos lo han detectado, sospechado, ni considerado como un trastorno, sino que siempre lo han visto como peculiaridades “normales” en ellos. En ese caso, les puede resultar mucho muy difícil comprender y empatizar con tal sintomatología en el hijo o los hijos que lo presenten, de manera que la llegan a etiquetar como necedad, malas conductas, rebeldía y otros tantos apelativos que se usan comúnmente, pero sin jamás estar conscientes de que se trata de este trastorno y de su necesidad de ser canalizado y valorado para que se pueda recibir esa ayuda tan necesaria. En tales casos, ambos miembros de la pareja suelen culparse uno al otro por los problemas maritales entre ellos o por la mala educación que les han proporcionado a los hijos, en la creencia errónea que ésa es la causa de los síntomas del TDAH, lo que tiende a resultar en una guerra marital, en la que los hijos son utilizados como otro elemento más para atacarse entre sí, sin llegar a tener la oportunidad de aclarar realmente lo que sucede.
En otros casos puede ser que los padres sí estén conscientes de sus déficits, aún sin tener en claro el diagnóstico. Tales síntomas suelen resultarles molestos y negativos, lo que les proporciona consciente o inconscientemente una mala autoimagen, que determina su rechazo y desagrado hacia esa parte de ellos mismos, considerada como “la parte mala o negativa” con la que no están de acuerdo. Como resultado consecuente, esa parte puede ser proyectada entonces hacia el hijo o la hija que presentan tales síntomas con los que se identifican, lo cual obviamente se convierte en un cierto grado de rechazo de mayor o menor intensidad hacia ellos. En algunas familias inclusive, como parte de su dinámica, esta situación se llega a polarizar primeramente entre los padres, que se etiquetan como “el malo” y “la buena” o “la mala” y”el bueno” según quien de ellos presente el TDAH, e inclusive en tantas ocasiones se llegan a formar “equipos” dentro de la familia, en los que “el malo” o “los malos” pertenecen al lado del progenitor que presente el trastorno, mientras “el bueno” o “los buenos” forman parte del equipo contrario, en esas guerras y conflictos familiares de mayor o menor intensidad, y en la que todos sus miembros llegan a estar involucrados. En esa forma y desgraciadamente, el TDAH puede darse, evolucionar y ser utilizado dentro de la familia con ese estilo de polarización entre el padre y la madre, o el hijo o la hija”buenos” y el hijo o la hija “malos”, también etiquetados como “el o los inteligentes” en contraste con “el” o “los burros”. Naturalmente que la dinámica familiar en todos estos casos, dependerá en un alto grado de la estabilidad y armonía que haya logrado la pareja marital entre sí, y también del conocimiento y de la información profesional que tengan sobre el TDAH, lo que obviamente les puede ahorrar mucho sufrimiento innecesario. (Continuará).