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Nuestra Salud Mental

Dr. Víctor Albores García

ASOCIACIÓN DE PSIQUIATRÍA Y SALUD MENTAL DE LA LAGUNA, A. C. (PSILAC)

CAPÍTULO INTERESTATAL COAHUILA-DURANGO DE LA ASOCIACIÓN PSIQUIÁTRICA MEXICANA

(PRIMERA PARTE)

EL ROL DE LOS MÉDICOS Y LOS MAESTROS EN LA SALUD MENTAL

Estamos a dos meses casi del inicio del año escolar en los diferentes niveles de educación de nuestro sistema, ya sea en las primarias, en las instituciones de educación media, o incluso en las de nivel superior. Desde sus primeros días, estas instituciones representan definitivamente un frente muy importante no sólo en cuanto a sus labores básicas de educación, sino que además, desde el punto de vista de la salud mental, vienen a cumplir asimismo un papel fundamental en la posible detección de trastornos mentales de diferente índole en sus alumnos en las muy diferentes etapas de la vida. Es verdaderamente una gran ventaja que en la actualidad, un porcentaje alto de instituciones públicas o privadas cuentan con departamentos de salud mental dentro de sus organizaciones, o cuando menos con la presencia de algún psicólogo, lo que les facilita precisamente el promover y proveer este tipo de servicios enfocados a la salud mental de sus estudiantes, un esfuerzo loable por parte de dichas instituciones. A mitad de los años setentas del siglo pasado, cuando regresé a Torreón después de haber sido entrenado en Estados Unidos, me encontré con la experiencia contraria, ya que la gran mayoría de las escuelas en nuestra comarca no contaban con servicios semejantes, y sólo una que otra, especialmente en algunas primarias privadas contaban con un psicólogo o psicóloga en su personal. Estos profesionales se encargaban de ayudar tanto a los estudiantes, como a los entonces muy pocos padres de familia que se atrevían a solicitar tal tipo de ayuda especialmente en niños o adolescentes, ya que la creencia generalizada de la época era, que “sus hijos no estaban locos” para requerir de psicólogos y mucho menos de psiquiatras. Recuerdo todavía las palabras del director de uno de los hospitales de servicios federales públicos de la ciudad, que me comentó con esa desenvoltura y candidez que suele resultar de la ignorancia y la falta de información, que los problemas emocionales en niños y adolescentes eran “invento de los gringos porque ellos estaban al, pero que los niños en nuestro país no presentaban ese tipo de problemas”.

Han pasado casi cuarenta años desde entonces, los tiempos han cambiado, así como la mentalidad de los maestros, maestras y personal de las escuelas, al igual que la de los médicos y otros profesionistas, quizás no en un 100 por ciento como sería el ideal, pero si en un buen porcentaje, el suficiente para que estos servicios ya se tomen en cuenta y formen parte natural de la asistencia que se les brinda a tantos niños, niñas y adolescentes en nuestras escuelas e instituciones médicas. La capacitación del personal docente ha mejorado y sus propias experiencias en las aulas a través de los años con todo tipo de estudiantes, les han ayudado a comprender que un cierto porcentaje de éstos, sin importar las edades, llegan a presentar diferentes tipos de señales o conductas que salen de la norma y los apartan de lo que se podría considerar como conductas promedio, lo que naturalmente les hace identificar a tales conductas o señales como síntomas de algún tipo de trastorno emocional, aún si no son capaces de diagnosticarlo del todo o de darle el nombre adecuado. En ese sentido, muchos de los maestros y maestras de nuestros días, se han convertido además de educadores en detectores también de este tipo de conductas, para las cuales están más entrenados a manejarlas en forma diferente, o inclusive han aprendido a canalizarlas al tipo de servicios adecuados, ya sea hacia un Departamento de Psicología, si es que la escuela cuenta con éste, o cuando menos con el o la psicóloga que forme parte del personal de la institución.

Aunque es posible que todavía algunos médicos e incluso administradores de hospitales sigan pensando en forma similar a la de aquel director que conocí, me parece que la educación médica en el área psicológica y psiquiátrica también ha avanzado en este país, a diferencia del atraso que todavía se presentaba hace apenas algunas décadas, inclusive en los programas médicos de las escuelas y facultades locales. Un alto porcentaje de médicos generales o especialistas creen cada día más en la importancia de la salud mental y no sólo de la física, porque comprenden que en el fondo ambas representan lo mismo, la compleja integración de la mente y el cuerpo en cada ser humano. Es así, como han aprendido a considerar a los psiquiatras y a los psicólogos como colegas profesionales sin diferencias de jerarquía como ha sido la costumbre antes, para dejarlos de estereotipar como chamanes, curanderos o farsantes, y otorgarles una posición de mayor respeto y confianza en el presente, sobre todo al detectar la presencia real de tales trastornos ya sea en sus pacientes, en sus familiares o inclusive en carne propia, para aceptar entonces la necesidad de este tipo de servicios, como si se tratara de cualquiera de las otras especialidades médicas (Continuará).

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