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Nuevos consejeros electorales

Plaza pública

Miguel Ángel Granados Chapa

Con un inmerecido aplauso a los líderes parlamentarios, solicitado por la presidenta de la Cámara de Diputados, Ruth Zavaleta, concluyó ayer a las cuatro y media de la tarde el tortuoso proceso de designación de tres consejeros electorales, incluido su presidente, integrantes del consejo general del Instituto Federal Electoral.

No ha sido verdad en este caso que lo que bien comienza bien acaba. Después de una convocatoria promisoria, que aunque fuera en sus mínimos satisfacía aspiraciones sociales relativas a la transparencia en la designación de miembros del principal órgano electoral, los legisladores responsables de hacerla fueron de traspié en traspié. Cuando declararon que poco más de cien de los cerca de quinientos aspirantes satisfacían los requisitos de ley y de la convocatoria, omitieron explicar al público y a cada uno de los eliminados la razón para no incluirlos. Esa decisión caprichosa, insostenible, inexplicada, que no se fundó ni motivó, fue no sólo un acto de descortesía para los inscritos no tenidos en cuenta, sino para la sociedad, que vio cómo la opacidad comenzaba a tenderse sobre un escenario donde cada paso debía darse a la luz del día. Quedaron fuera decenas de pretendientes cuya trayectoria pública hizo incomprensible su exclusión. El número es de seguro mayor si se considera a quienes careciendo de proyección en los medios mostraron en sus historiales méritos suficientes para ser considerados, los refrendaron frente los ciudadanos a través de las comparecencias ante legisladores difundidas por el Canal del Congreso.

La Comisión de Gobernación de la Cámara empeoró el criterio excluyente al reducir a 39 el número de candidatos, después de practicar una calificación no prevista en la convocatoria y que, por lo mismo se fundó en criterios subjetivos. Se estableció además una jerarquía entre los aspirantes, en función de la nota alcanzada, que a la postre resultó burlada por la Junta de coordinación, a la que por un lado se le menguó el universo en que hubiera podido escoger y por otro lado desestimó el orden en que fueron enlistados los candidatos, pues móviles distintos a la calificación decidieron finalmente los nombramientos.

Un artículo transitorio de la reforma constitucional en materia de elecciones obligaba a los coordinadores parlamentarios a someter al pleno de la Cámara la propuesta de nuevos integrantes del consejo del IFE a más tardar el 13 de diciembre, la víspera misma del fin del periodo de sesiones ordinarias. No consiguieron hacer los nombramientos por la rigidez de posiciones excluyentes en las tres fracciones de mayor tamaño, que impidieron la aceptación de aspirantes cuya experiencia electoral o cuya investidura actual o cuya sintonía con la sociedad civil les daba una dimensión eminente.

Finalmente, ayer por la mañana la Junta de Coordinación Política propuso al pleno designar consejero presidente a Leonardo Valdés Zurita, y consejeros a Marco Antonio Baños y Benito Nacif Hernández, cuyas calificaciones remedian en mucho la torpeza del procedimiento y la tozudez de los encargados de llevarlo adelante. Pudo haber una selección mejor, pero también pudo ser peor. Sin conformismo, y dados los antecedentes de los nombrados, a pesar de la insatisfacción ciudadana expresada de inmediato ayer por el Centro nacional de comunicación social, es de esperar que los nuevos consejeros superen en su desempeño las vicisitudes de su designación.

Los nuevos integrantes del IFE provienen de las instituciones electorales y de la academia. Leonardo Valdés Zurita acredita la preeminencia de su designación por su fecunda experiencia en ambos terrenos. Licenciado en economía, tuvo hace dos décadas militancia política en el Partido Mexicano de los Trabajadores, a cuyo líder Heberto Castillo era cercano y con quien emparentó. Pero después concentró sus intereses en tareas académicas. Se doctoró en ciencias sociales en el Colegio de México y se especializó en elecciones. Fundó y dirigió en la unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana el Centro de Estadística y Documentación Electoral, y presidió la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales. En 1996 el presidente del consejo del IFE José Woldenberg, en cuya silla ahora se sentará, lo propuso como director ejecutivo de Organización Electoral, cargo del que salió en 1998 al ser elegido consejero en el naciente Instituto Electoral del Distrito Federal. Renunció a esa posición en diciembre de 2004 para reintegrarse a la vida académica, esta vez en la Universidad de Guanajuato. Su información y capacidad analística han sido expresadas en muchos trabajos, señaladamente el cuaderno número siete de la serie de divulgación de la cultura democrática publicado por la institución que ahora presidirá, que se titula Sistemas Electorales y de Partidos.

Marco Antonio Baños, nacido en Pachuca, licenciado en derecho, fue también director ejecutivo, del servicio profesional electoral en el IFE al que ingresó a las ordenes de Felipe Solís Acero, que es hoy el colaborador más cercano del senador Manlio Fabio Beltrones Benito Nacif, director de la división de estudios políticos del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), al que ingresó en 1995 ha tenido experiencia como analista político en el ámbito público y privado: la Presidencia de la República en 1989 y 1990 y la consultoría Oxford Anaytica de 93 a 99.

Los nuevos consejeros sustituyen a Luis Carlos Ugalde, Alejandra Latapí y Rodrigo Morales.

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