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Obama, de 'don nadie' a primer candidato negro

EFE

Hace ocho años era tan don nadie que ni logró un pase para el patio central de la convención demócrata. Hace cuatro, dio el discurso central. Y hoy, Barack Obama aceptará el nombramiento de su partido como el primer candidato negro a la Casa Blanca.

Buena parte de la convención demócrata que se clausura hoy en Denver se ha dedicado a definir ante el gran público a Obama, un aspirante presidencial que se apoya más en el carisma que en un programa detallado.

Físicamente parece un cruce entre un anuncio de trajes italianos y un cuadro de Modigliani, pero este senador bisoño, de 47 años y llegado hace apenas cuatro al Capitolio, es para sus partidarios la encarnación del sueño americano.

Para sus detractores, tan solo un arribista con labia y sin preparación para la presidencia.

Él mismo se describe como "una especie de test de Roscharch humano", en el que cualquiera ve un reflejo de lo que quiere.

Lo que nadie le niega es que derrocha carisma. Un carisma que consigue llenar estadios como si fuera una estrella de rock, que ha conseguido involucrar a los votantes más jóvenes y que ha dado a la política de EE.UU. una energía que parecía extinguida.

También es innegable su autocontrol y su capacidad organizativa, que ha convertido a su campaña en una máquina capaz de derrotar, contra todo pronóstico inicial, al posiblemente mayor peso pesado de su partido, la senadora Hillary Clinton.

Sus comienzos fueron atípicos. Nació en 1961 en Hawai, el estado más joven y lejano de EE.UU., hijo de una madre adolescente, Stanley Ann Dunham, y un estudiante keniano, Barack Obama.

Sus padres se separaron cuando él apenas tenía dos años y tan solo volvió a ver a su progenitor una vez más, durante una breve visita de Barack senior a EU.

El nuevo matrimonio de su madre, con Lolo Soetoro-Ng, llevó al pequeño Barack a Indonesia, el país de su padrastro y donde él se educó en escuelas musulmanas y católicas. Durante su campaña presidencial ha argüido que esos años le sirvieron para inculcarle tolerancia y una sensibilidad especial hacia lo extranjero.

A los diez años, su madre lo envió de nuevo a Hawaii, con sus abuelos, para que recibiera una mejor educación.

En el archipiélago se convirtió en un adolescente rebelde que, según ha confesado en su autobiografía "Dreams from my father", consumió marihuana y cocaína y estaba más pendiente del baloncesto -quería jugar en la NBA- que de estudiar.

Finalmente decidió reformarse y estudió Políticas en la Universidad de Columbia y Derecho en Harvard.

Se mudó a Chicago, donde trabajó como organizador comunitario durante tres años. Su paso por un bufete le permitió conocer a la que se convertiría en su esposa, la también abogada Michelle Robinson, con quien ha tenido dos hijas, Malia, de 10 años, y Sasha, de siete.

Como político, su carrera ha combinado ambición y mucha buena suerte.

Su campaña para el Senado estatal de Illinois aprovechó tanto un uso despiadado de tecnicismos para eliminar a sus rivales demócratas como una serie de pifias garrafales de sus adversarios republicanos.

Su gran oportunidad llegó en la convención de 2004, cuando pronunció el discurso central. Él, que cuatro años antes ni siquiera había podido conseguir una entrada para el patio central, conmovió a los delegados al narrar la historia de su vida como ejemplo del sueño americano.

El impulso cobrado entonces lo catapultó al Senado en esas elecciones y lo convirtió en una estrella en ascenso dentro de su partido.

Que anunciara su candidatura, en 2007, no causó sorpresa. Sí que derrotara a Clinton, y recaudara mucho más dinero que ella, en unas elecciones primarias largas, extremadamente reñidas y cuyas cicatrices aún han podido sentirse en esta convención.

Sus principales apoyos han sido las clases medias altas y los votantes de raza negra.

Todas las encuestas apuntan a que su talón de Aquiles, que puede ser su perdición en noviembre, son las clases media-baja y trabajadora de raza blanca.

En las primarias, estos votantes fueron mayoritariamente por Clinton y ahora parecen inclinarse hacia el candidato republicano John McCain, que con sus críticas ha logrado sembrar dudas sobre la capacidad de su rival, sobre todo en materia de seguridad y política exterior.

Obama espera que la convención que se clausura hoy le dé nuevas alas para batir a McCain, con quien se encuentra empatado en las encuestas.

Si esto sucede, entrará en la historia como el primer presidente negro de EU. Una canasta de tres puntos más importante que cualquiera que hubiera logrado en la NBA.

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Escrito en: elecciones en EU

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