Pese a su precocidad Octavio Paz se considera poeta tardío.
Siempre, y no cada vez que se cumple otro aniversario luctuoso, es oportuno examinar la obra, el pensamiento y los itinerarios públicos de Octavio Paz. Nada tan afín a su temperamento creador como el acto de revisar y volver a revisarse a sí mismo, de corregirse, de borronearse. Siguiendo ese ejemplo, cuatro autores ejercen la crítica de algunas zonas estratégicas de la aventura paciana con los mismos argumentos que el autor de El Laberinto de la Soledad y Árbol adentro más encomiaba: inteligencia, imaginación, carácter, rigor
Las palabras son mis ojos: Octavio Paz (1914-1998)
Pese a su precocidad Octavio Paz se considera poeta tardío: “nada de lo que escribí en mi juventud me satisface, en 1933 publiqué una plaquette, y todo lo que hice durante los diez años siguientes fueron borradores de borradores. Mi primer libro, mi verdadero primer libro, apareció en 1949: Libertad bajo palabra”. No estoy muy de acuerdo. Paz escribe y declara ampliamente sobre su desarrollo poético y sus genealogías literarias, y hace lo posible por evitarle el trabajo a la crítica; por lo mismo, conviene matizar sus juicios sobre su propia obra.
En los primeros poemarios de Paz, ambos de 1937, Bajo tu clara sombra y Raíz del hombre, se advierte el influjo de retóricas entonces poderosas y se traslucen las tensiones entre poesía e historia, tan lúcidamente marcadas por W. H. Auden, al aludir a la guerra civil de España, y el auge del fascismo y el nazismo. Esto sin olvidar los procesos de Moscú y el culto a la personalidad de Stalin. No obstante lo anterior, la historia sólo ocasionalmente interviene en estos poemas, y sí en cambio varios de los temas y obsesiones de Paz, la mujer amada (el cuerpo que es un continente, una isla, “el centro visible de la tierra / la frontera del mundo”), la “vegetación humana” (“bajo el gran árbol de mi sangre”), la reelaboración de los grandes vocablos poéticos (cielo, flor, noche, sueño, muerte, sangre, polvo, dolor, alma, cenizas, destino, sombra, nubes, ojos, mar, estatua, día...), y el equilibrio entre las impresiones y los conceptos, entre las sensaciones finísimas y la profecía que anuncia la idea:
Blanda invasión de alas es la noche,
viento parado en una apenas rama:
la tierra calla, el agua en sueños habla.
De un costado del hombre nace el día.
(De noche de resurrecciones)
A Paz lo determinan el deseo (el otro cuerpo), la Historia (lo que ocurre fuera y se incorpora brutal e imperioso a lo de dentro) y el lenguaje, el sonido cargado de significaciones diversas y contradicciones, el convenio de la inteligencia con la musicalidad del verbo. Ya en Asueto (1939-1944), aparece el poema Palabra:
Palabra, voz exacta
y sin embargo equívoca;
oscura y luminosa;
herida y fuente: espejo;
resplandor y puñal,
vivo puñal amado,
ya no puñal, sí mano suave: fruto.
A la poesía la dota de realidad intensa el ser la presencia de la forma en la historia, la que le opone a la deshumanización social la humanización violenta y vehemente del lenguaje: “Lo más fácil es quebrar una palabra en dos. A veces los fragmentos siguen viviendo, con vida frenética, feroz, monosilábica”. Y la forma y el contenido se unifican gracias a la Palabra, tal y como lo expresa admirablemente un texto de 1942:
LAS PALABRAS
Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
agótalas,
dales azúcar en la boca a las rejegas,
ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y tuétanos,
sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.
Llevado por su vivificación de las palabras, Paz se interesa por los ideogramas chinos y los poemas visuales. Además de los motivos de su temperamento literario, las tradiciones a su alcance lo llevan a la poesía donde el fluir de las palabras es la otra temperatura de lo real. En 1956, El arco y la lira (edición definitiva: 1957) intenta responder a preguntas esenciales: ¿qué es la poesía?, ¿no es mejor transformar la vida en poesía que hacer poesía con la vida?, ¿no puede ser el objetivo de la poesía la creación, más que de poemas, de instantes poéticos?, ¿es concebible la comunión universal con la poesía? Paz no duda:
La poesía es conocimiento, salvación, poder, abandono. Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal. Inspiración, respiración, ejercicio muscular. Plegaria al vacío, diálogo con la ausencia: el tedio, la angustia y la desesperación la alimentan. Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. Expresión histórica de razas, naciones, clases...
En la obra de Paz los árboles, los colores, las etapas del día, el tiempo, las mutaciones de la luz, las invenciones de la llama, son signos de un “animismo” singular, en un proceso que es entidad hecha de sílabas vivas como seres humanos:
HERMANDAD
Soy hombre: duro poco
Y es enorme la noche.
Pero miro hacia arriba:
Las estrellas escriben.
Sin entender comprendo:
También soy escritura
Y en este mismo instante
Alguien me deletrea
Obsesiones temática
Entre otros, localizo estos signos y obsesiones temáticas en Libertad bajo palabra:
* el arte (la escultura prehispánica, la pintura surrealista, la obra de Rufino Tamayo) como presencia diversificadora;
* el cuerpo de la mujer como paisaje, horizonte de posibilidades y anunciaciones, hidrografía y geografía, paraíso con vientres como jardines, cordillera para el tacto;
* el poema (la Palabra), en última instancia un hecho de la realidad, el acto transformador;
* los elementos de la Naturaleza: el mar, el cielo, la tierra, las piedras, los árboles, que fundamentan la historia de la poesía y son las referencias primordiales de los sentidos;
*el instante, que expresa la eternidad al alcance y es noción autónoma y móvil;
* el tiempo, la melodía que sujeta los cuerpos a su ritmo cambiante;
* el “yo”, el personaje del poema, que es una máscara o un fluir apasionado, un distanciamiento irónico o una entrega semirreligiosa;
* la luz que es la precisión física sobre la dispersión imaginaria;
* el fruto, que es la vía de retorno a la vivencia paradisiaca.
Nada se exceptúa de la escritura, el elemento primordial (“Todo me servía: la escritura del viento, la de los pájaros, el agua, la piedra”). El tiempo es materia y es color, una palabra junto a otra puede generar un sonido “incestuoso”:
Jadeo, viscoso aleteo. Buceo, voceo, clamoreo por el descampado. Vaya malachanza. Esta vez te vacío la panza, te tuerzo, te retuerzo, te volteo y voltibocabajeo, te rompo el pico, te refriego el hocico, te arranco el pito, te hundo el esternón. Broncabroncabrón. Doña campamocha se come en escamocho el miembro macho de don campamocho...
(De Águila o sol.)
‘Todo se transfigura y es sagrado’
En 1957 Paz publica uno de sus grandes poemas, Piedra de sol, que él mismo define: “Piedra de sol es un poema lineal que sin cesar vuelve sobre sí mismo, es un círculo o más bien una espiral” y que, por eso, empieza y termina de igual modo:
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre.
¿Qué contiene Piedra de sol? Entre otras posibilidades, la unidad profunda y la suma de componentes contradictorios y complementarios:
* la naturaleza que actúa como vidente: “Agua que con los párpados cerrados / mana toda la noche profecías”;
* la profecía como caminata, el bosque y los árboles como símbolos del afán de permanencia: “un caminar entre las espesuras / de los días futuros y el aciago / fulgor de la desdicha como un ave / petrificando el bosque con su canto”;
* la mujer como totalidad y razón cósmica: “una mirada que sostiene en vilo / al mundo con sus mares y sus montes”;
* el deambular del personaje entre los versos, su laberinto, su arcada de imágenes: “voy entre galería de sonidos, / fluyo entre las presencias resonantes”;
*el acto sexual como vagabundeo planetario: “voy por tu cuerpo como por el mundo”;
* la conversión de la compañera en agrupamiento metafórico: “vestida del color de mis deseos / como mi pensamiento vas desnuda”;
* la mutación de la amada en elemento primordial: “toda la noche llueves, todo el día / abres mi pecho con tus dedos de agua”;
* el desdoblamiento interminable del personaje poético: “a la salida de mi frente busco, / busco sin encontrar, busco un instante”;
* la renuncia a esa identidad que es el sentimiento unitario: “recojo mis fragmentos uno a uno / y prosigo sin cuerpo, busco a tientas”;
* la fundación del mundo por la intervención de la pareja (la sexualidad que es cosmogonía);
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables...
‘Si el hombre es polvo…’
En 1969 Ladera este es otro cambio, la síntesis o la reconciliación de La estación violenta y Salamandra. La estancia de Paz en la India revive o se perpetúa en las imágenes y en el acercamiento a otra actitud sensible:
Quieta
en mitad de la noche
no a la deriva de los siglos
no tendida
clavada
como idea fija
en el centro de la incandescencia
Delhi
Dos sílabas altas
rodeadas de arena e insomnio
En voz baja las digo.
La sabiduría oriental es contemplación y reflexión perenne: “Hambre de eternidad padece el tiempo”. El poeta atraviesa las mitologías, reconstruye desde el ánimo sereno las experiencias sensuales, le transfiere a los dioses la divinidad de los hombres, se mueve por entre arquitecturas de sonidos. Lo finito se perfecciona y “lo infinito en su propia plenitud se envuelve”.
En Ladera este, Hacia el comienzo, Blanco y El mono gramático, Paz da su versión de las culturas orientales, experimenta, oscila entre el verso libre y la prosa poética, presenta paisajes insospechados, confrontaciones espirituales, anticipaciones de un nuevo canon clásico. En especial, El mono gramático (1970) exhibe -en determinado nivel- la falsedad de la división entre poesía y prosa.
En El mono gramático, Paz sintetiza y extiende su encuentro con la India, el largo recorrido donde reencauza y afirma sus vínculos con poesía y filosofía. El camino de Galta, la ruta de peregrinaciones emprendidas por viajeros sin destino, es el ámbito físico y metafórico donde la naturaleza se esparce y vuelve a sus orígenes tumultuosos, mientras entrevera polvo, paisajes petrificados, delirios del viento, inmundicia humana y animal, materia que fermenta, vestigios del paso ruinoso de los hombres. “La fijeza es siempre momentánea”, escribe Paz; es decir, nada está seguro en sí mismo, y sobre este polvo se levantarán palacios, o de aquellos palacios sólo queda —finísimo, metafórico, contradictorio— este polvo.
“Espejo de palabras: ¿dónde estuve?”
Pasado en claro (1974) es uno de los libros más personales de Paz. Como Piedra de sol, es autobiográfico, pero aquí la autobiografía combina la experiencia singular (la visión del padre y de la madre, las escenas de familia, el nacimiento de la estética entre los paseos y las impresiones de infancia, la relación con las ideas) con obsesiones características: el hombre ante sí mismo, la experiencia del tiempo y del ser, el poema como cuerpo y el cuerpo como poema, el carácter intercambiable de los sentidos, la transfiguración de las palabras y de la letra impresa, el poema como espacio de referencias y lecturas, en este caso de la Ilíada, la Odisea, La divina comedia, Shakespeare, Apuleyo, Nerval, Julio Verne.
En Pasado en claro el desarrollo poético es el trazo de los desdoblamientos:
Espiral de los ecos, el poema
es aire que se esculpe y se disipa,
fugaz alegoría de los nombres
verdaderos. A veces la página respira:
los enjambres de signos, las repúblicas
errantes de sonidos y sentidos,
en rotación magnética se enlazan y
dispersan
sobre el papel
Estoy en donde estuve:
voy detrás del murmullo,
pasos dentro de mí, oídos con los ojos,
el murmullo es mental, yo soy mis
pasos,
oigo las voces que yo pienso,
las voces que me piensan al pensarlas.
Soy la sombra que arrojan mis
palabras.
“El mediodía alza en vilo al mundo”
En sus años finales, a Paz le obsesiona el análisis de la historia y la política, rechaza las construcciones de la postmodernidad (“Los hombres nunca han sabido el nombre del tiempo en que viven y nosotros no somos una excepción a esta regla universal. Llamarse postmodernos es una manera más bien ingenua de decir que somos muy modernos”), y se devuelve siempre a lo poético, la otra gran vertiente de las pasiones y las visiones. Rubén Darío llamó a los poetas “Torres de Dios, pararrayos celestes”; Paz ve en los poetas a los poseedores de la voz del comienzo, que pertenece a la historia pero no se sujeta mecánicamente a sus cambios.
Paz afirma: “Toda reflexión sobre la poesía debería comenzar o terminar con esta pregunta: ¿cuántos y quiénes leen libros de poemas?” (en La otra voz. Poesía y fin de siglo de 1990). La situación actual de América Latina conduce al pesimismo. De entre la minoría que lee poesía, la mayoría son escritores, y de esa mayoría casi todos son poetas. Paradoja que no lo es tanto: al iniciarse el Siglo XX en América Latina, la poesía es el género reinante en las letras; al final del segundo milenio de la era cristiana, la poesía es un hábito cada vez más restringido, entre otras cosas por la disminución del valor adjudicado a la prosodia, a la eufonía. Se han ido los oradores y los declamadores, quedan los comunicadores y los expertos en mercadotecnia de la Palabra.
Xavier Villaurrutia escribe: “A todos, a condición de que todos sean unos cuantos”. De esta elección que puede ser condena algunos se exceptúan sobradamente. En América Latina, Neruda, César Vallejo, Huidobro, Borges, Nicolás Guillén, Octavio Paz, Nicanor Parra, Jaime Sabines, al ser leídos ampliamente y al trascender el círculo especializado, influyen en el lenguaje público, son el gran referente del castellano y sus elocuencias. Y de entre ellos, sólo Borges y Paz disponen de un público igualmente atento a sus ensayos y sus versos. A Paz lo leen los poetas, los participantes en movimientos contraculturales, los académicos, los estudiantes, los empeñados en restablecer el trato cotidiano con la poesía.
Árbol adentro, el último volumen de poesía de Paz, es un viaje personal y literario: cantos a la amada, evocaciones de amigos, enfrentamientos con el stalinismo, viajes por la ciudad, reivindicaciones del surrealismo, testamentos literarios, reconsideraciones de los hechos fundamentales: el amor y la muerte.
Amar
es morir y revivir y remorir:
es la vivacidad.
Te quiero
porque yo soy mortal
y tú lo eres.