“Me parece que intentar perpetuarse en el poder es quitarle frescura a la democracia. Por eso el país tiene que pensar en nuevos líderes”.
Álvaro Uribe, enero de 2008
Los expertos en teorías del presidencialismo aseguran que una de las obsesiones de los presidentes es cómo pasarán a la Historia. Si serán recordados como buenos o malos mandatarios. Si al mencionar su nombre, los ciudadanos de su país pensarán en un capítulo de paz, democracia y estabilidad económica o si, por el contrario, su apellido es sinónimo de conflicto, crisis política y económica.
Colombia hoy está de fiesta y con razón. Ingrid Betancourt, la ex candidata presidencial secuestrada hace 6 años por la guerrilla de las FARC, fue liberada, junto a otros 14 rehenes más, en un operativo “de película”, como lo calificó el Ministro colombiano de Defensa. No se disparó una sola bala y el operativo fue un “homenaje a los derechos humanos”, afirmó el presidente Álvaro Uribe.
Uribe se anota un poderoso e indudable triunfo con la liberación de esos 15 rehenes en un año que ha sido funesto para la guerrilla. La muerte de Manuel Marulanda, su máximo líder, en marzo pasado, aunada a los decesos de otros dos de sus líderes ha significado el peor año para este grupo guerrillero. Colombia tal vez nunca haya estado más cerca de alcanzar el fin del conflicto y la paz como ahora.
Con un tono relajado, casi parroquial, serio y falto de emociones, Uribe se congratuló por el operativo. Sus índices de aprobación eran ya los más altos de un presidente latinoamericano, por arriba del 75%, pero en las próximas semanas esos números se dispararán.
Uribe le ha regresado la esperanza a Colombia. Su Gobierno puede presumir cinco años consecutivos de crecimiento económico, con un envidiable 7% en 2007, así como la reducción de la tasa de desempleo y pobreza. Su política de seguridad democrática ha logrado una dramática reducción de los asesinatos por el conflicto armado, que superaban las 35 mil muertes anuales hace apenas un par de años. Sin duda, Uribe puede contarse hoy como uno de los mejores presidentes en la historia de su país y, tal vez, si no como el más destacado, sí como uno de los líderes latinoamericanos con mayor notoriedad internacional.
Sin embargo, hay un peligro latente en ese halo de gloria que rodea al mandatario colombiano. Ya en 2004, Uribe apoyó una reforma constitucional que le abrió el camino a la reelección consecutiva en 2006. En este año, Uribe alcanzó más de 7 millones de votos. Su mandato durará hasta 2010, pero hay un movimiento, liderado por el Partido de la U, que busca activamente volver a reformar la Constitución para permitirle a Uribe una segunda reelección consecutiva.
La historia de Latinoamérica está plagada de mandatarios que se creyeron indispensables. De políticos que fueron exitosos durante su primera gestión de Gobierno y que, emborrachados del respaldo popular, buscaron perpetuarse en el poder creyéndose que sólo ellos podían salvar a sus países. Menem, Fujimori, son tal vez los espejos en los que Uribe podría reflejarse, pero también en la vecina Venezuela, Hugo Chávez ha reformado su Constitución para reelegirse sin freno.
La Operación Jaque acerca a Uribe a un paso de volver a reelegirse y quedarse en el poder, al menos, hasta 2014. Sin embargo, ¿qué efectos tendría esto para una democracia que está amenazada por una guerrilla violenta y por grupos de narcotraficantes que asesinan a candidatos?
Tener líderes exitosos es sin duda algo deseable, pero qué diferencia hay para la democracia el que un líder se perpetúe en el poder con base a resultados o a que lo haga por ejercer el monopolio del poder. ¿Es o no una regresión democrática el monopolizar el Poder Ejecutivo, sin que haya un acceso a nuevos liderazgos? ¿Qué grado de separación hay entre quienes defienden la reelección infinita de Chávez de quienes promueven la de Uribe?
En otras palabras, Álvaro Uribe es hoy un héroe en Colombia, pero corre el riesgo de parecerse, e incluso de justificar, a Chávez, poniendo en jaque a la frágil democracia colombiana.
Miembro del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales
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