Óperas primas, debut o despedida
Dicen que la práctica hace al maestro aunque abundan cineastas principiantes con obras extraordinarias. La ópera prima cinematográfica condensa ansias creadoras -reprimidas o cultivadas por años-, ideas, conceptos y fantasías expresados en imágenes. Los resultados de esos primeros esfuerzos suelen concentrar lugares comunes o referencias múltiples a maestros del cine; en menor número, son composiciones de inmenso talento que ni sus creadores lograron igualar. A continuación sólo algunos ejemplos de lo que ha surgido en la pantalla grande como verdaderas obras maestras.
¡Ay qué Tiempos Señor Don Simón! (Julio Bracho)
Deliciosa comedia en la que Bracho retrata la vida en México a principios del Siglo XIX. Julio Bracho debutó como director de cine con esta película; tenía 32 años y fue elegido por Agustín J. Fink para dirigir la cinta de Films Mundiales debido al prestigio que había ganado como director de teatro. Bracho logró una magnífica dirección y supo dar a la cinta un tono y un ritmo ligero, desechando cualquier sentimentalismo, resultando en una película de prestigio, que tiene además una excelente interpretación y una asombrosa técnica en fotografía y sonido.
La Isla de la Pasión (Emilio Fernández)
Alternando su carrera de actor con la de guionista, Emilio Fernández consiguió darse a conocer en el naciente mundillo cinematográfico mexicano de los primeros años del sonoro. Para 1936 ya había escrito el guión de La Isla de la Pasión (Clipperton) (1941), película que señalaría su debut como director. Realizada gracias al apoyo de Juan F. Azcárate -un militar convertido en productor de cine- la primera cinta del “Indio” obtuvo un éxito modesto pero suficiente para cimentar su carrera como realizador. Dos años más tarde, Fernández se apuntaría sendos éxitos consecutivos con Flor Silvestre (1943) y María Candelaria (1943).
¡Que lindo es Michoacán! (Ismael Rodríguez)
Se trata de una película de la Época de Oro del Cine Mexicano. Después del éxito de ¡Ay Jalisco, no te Rajes! en todo el Continente Americano, le siguieron varias producciones que destacaban temas provincianos, honrando a diversas regiones de México. El filme marcó el debut de Ismael Rodríguez como director. La historia escrita por Ernesto Cortázar llamaba la atención por el regreso al cine de Tito Guízar y la precocidad de “Chachita” quien destaca por las burlas y bromas que le hace a un cocinero francés (Ángel Garasa).
La mujer de Benjamín, (Carlos Carrera)
En el mes de febrero de 1991, se estrenó en privado la copia cero de la ópera prima de Carrera, ya titulada: La mujer de Benjamín; su estreno mundial se da en el Festival Internacional de Cine de Berlín, Alemania de 1991, junto a otras cintas mexicanas para un ciclo nombrado Panorámica del Cine Mexicano; el 29 de agosto se estrena en el circuito comercial, en varias salas de la capital; esta cinta obtendría varios premios a nivel internacional dándole un gran reconocimiento a Carrera.
Dos crímenes (Roberto Sneider)
Sneider es conocido como autor de videoclips y como ayudante de dirección y jefe de producción de diversas películas norteamericanas, como Habana, Gringo Viejo o Bound by Honor. Con Dos Crímenes debutó como director. El guión se basa en la novela homónima del mexicano Jorge Ibargüengoitia, y narra las peripecias de Marcos y Carmen, su novia, cuando son acusados de un asesinato que no han cometido. Ella se refugia en casa de su prima, y él en la de su tío Don Ramón, que está a punto de morir. Allí viven un grupo de primos que esperan como buitres a que el anciano fallezca. Pero cuando muere, envenenado, deja toda la herencia a Marcos, que vuelve a ser acusado de asesinato.
Amores Perros (Alejandro González Iñárritu)
El escritor Guillermo Arriaga realizó un guión original de largometraje titulado Amores Perros (1999). La película fue dirigida por González Iñárritu. Esta desgarradora mirada a las entrañas de México fue nominada al premio Oscar como mejor película extranjera y obtuvo varios galardones en festivales internacionales entre los que destaca el premio a la mejor película de la Semana de la Crítica del Festival de Cannes.
Obras maestras
La historia del cine cuenta con un sinnúmero de obras maestras que han marcado la forma de hacer películas.
-El Ciudadano Kane (Orson Welles, 1941): La mejor película de la historia la filmó un joven de 25 años cuya propuesta revolucionó el discurso de las imágenes al introducir innovaciones como la profundidad de campo (acciones simultáneas en un mismo encuadre), juegos de iluminación, movimientos de cámara (travellings, dollys) o escenografías techadas. El mítico filme, sobre un magnate de la prensa, fracasó en taquilla.
-Los Cuatrocientos Golpes (François Truffaut, 1959): Primer golpe de la Nueva Ola Francesa cuyos novedosos conceptos estilísticos prescindían de los estudios, escenografías, luz artificial y hasta guionistas. Un antihéroe el protagonista: el adolescente Antoine, quien vive entre el desamor de sus padres.
-Sin Aliento (Jean-Luc Godard, 1960): La obra emblemática de la Nueva Ola Francesa sacudió los cimientos del cine francés. Godard desafiaba los estrictos convencionalismos de los maestros europeos al rodar cámara en mano, narrar con saltos de tiempo, editar sobre el mismo encuadre y por la interacción entre el protagonista, un ladrón de autos (Jean-Paul Belmondo), y la cámara.
-Un Perro Andaluz (Luis Buñuel, 1929): Su génesis onírica, resultado de la confluencia entre los sueños de Salvador Dalí y de Buñuel, ya le otorga un acento conceptual diferente. El impacto de las primeras imágenes es sobrecogedor: una navaja corta el ojo de una joven, a media acción una nube desfila frente a la luna. El director gustaba de contar la anécdota del cácaro que cayó desmayado al ver la secuencia. El resto del filme, una sucesión de atmósferas inquietantes.