Organismos microscópicos como bacterias, hongos o microalgas son biofactorías que pueden convertirse en eficientes fuentes de biocombustibles, una alternativa energética al petróleo, de acuerdo con la Sociedad Estadounidense de Microbiología.
Casi todo el etanol producido en EU es fermentado a partir de azúcares fácilmente disponibles del maíz; sin embargo, este proceso ha sido muy criticado en fechas recientes, pues se cree que influyó en el alza mundial de precios de alimentos.
Por ello, los científicos buscan biomasas que puedan servir de alimento a microorganismos capaces de producir etanol. Las más estudiadas son las biomasas de lignocelulosa, que incluyen residuos de madera o de la agricultura (como el bagazo de caña), papeles de desecho, entre otros.
“Encontramos moluscos que comen madera, con la ayuda de una bacteria en sus estómagos que produce enzimas capaces de romper la celulosa. Algo similar hallamos en las termitas”, señaló Govind Nadathur, de la Universidad de Puerto Rico.
La bióloga y sus colegas quieren usar dichas enzimas como parte de un sistema integral que pueda producir biodisel, azúcar y melaza, además de etanol.
Otro prometedor biocombustible es el hidrógeno. Sergei Markov, de la Austin Peay State University desarrolló un prototipo de biorreactor que emplea la bacteria púrpura Rubrivivax gelatinosus (crece en el lodo), capaz de producir suficiente de ese gas para mover un motor pequeño.