A su avanzada edad, el Oscar ha decidido por fin cambiar de aires. (AP)
Ni guionistas, ni superproducciones. El tío Oscar se emancipa en su ochenta cumpleaños y viste de largo a sus hijos más revoltosos, Paul Thomas Anderson y los hermanos Coen que, buques insignia del prestigio independiente, prometen repartirse la tarta de la próxima edición de estos premios.
A su avanzada edad, el Oscar ha decidido por fin cambiar de aires. Deja a un lado las malas influencias -los Globos de Oro-, ya no hace tanto caso a los imperativos de la industria y se une al grupo de los “indies”.
Después de dejarles premios de consolación con sus aclamadas películas Fargo (1996) o Magnolia (1999), los Coen, Paul Thomas Anderson y el Oscar han llegado a un acuerdo. Ellos han perfeccionado su lenguaje, han ampliado sus medios, y el eunuco dorado les ha recibido con los brazos abiertos en su edición de 2007.
Los Coen, insobornables en su punto de vista tragicómico en No Country for Old Men, mientras Anderson aborda al ser humano sin concesiones en There Will Be Blood. Ocho candidaturas para cada uno y la etiqueta de “favoritos” en medio mundo, más incluso que las comedias de bajo presupuesto que tanta gracia le hacen a la Academia y que han tenido en “Juno”, de Jason Reitman -cuatro candidaturas-, un perfecto sustituto para la “Little Miss Sunshine” del año pasado.
Y es que el tío Oscar ha visto morir a muchos de los legendarios invitados que hicieron grandes sus fiestas de Hollywood, como Billy Wilder, como John Ford o Frank Capra. Sus posibles sustitutos, Ridley Scott y Mike Nichols, no le convencen.
Le pesa la culpa de los errores del pasado, de esos ajustes de cuentas a destiempo, de sus excesos patrióticos. Ha llegado el tiempo de adaptarse a los nuevos tiempos.
Así, las inquietudes plásticas del polifacético artista británico Julian Schnabel también han entrado por el buen ojo a la Academia, que deja que la reinterpretación esteta y francoparlante de un tema tan manido como el de la minusvalía física opte a cuatro premios bajo el título de The Diving Bell and the Butterfly.
Al tío Oscar le ha fallado la memoria con algunos de sus mejores valores, como Sidney Lumet y Ang Lee, pero ha puesto en su sitio a “Atonement” y ha frenado sus ansias de vencedora, dejando a su director y a sus actores fuera de juego.
Siete candidaturas para la producción británica, pero desde Driving Miss Daisy (1989) ninguna película ha vencido sin tener al realizador entre los finalistas.
Para buscar un rostro hermoso, ha renunciado además a Keira Knightley. Como zorro viejo, el Oscar apuesta por la belleza serena y veterana de Julie Christie, una leyenda de la pantalla que vuelve a brillar en Away from Here, de Sarah Polley.
Christie, que se prodiga poco, sabe que le esperan los reconocimientos en sus regresos -el anterior, con Afterglow (1997), también fue finalista- y ya se llevó la estatuilla por introducir el free cinema en Darling (1965) hace 42 años, algo que no debería ser atenuante.
Premiar a una actriz francesa hablando -y cantado- en francés como Marion Cotillard en “La vie en rose”, tampoco sería desacertado y Laura Linney siempre está estupenda. “The Savages” parece no ser una excepción.
Entre ellos, Daniel Day Lewis -otro con carrera intermitente pero premiadísima- también tiene talento y currículum de sobra para dignificar un segundo reconocimiento -el primero por My Left Foot (1989)- gracias a Ther Will Be Blood, honor que quedaría grande a carreras como las de Tommy Lee Jones y George Clooney, que se confirma como la conciencia de Hollywood con las siete candidaturas de Michael Clayton.
Johnny Depp, en este sentido, llegaría a destiempo con su calidad renovada de superestrella en la fallida “Sweeney Todd”, cuando sus mejores interpretaciones se forjaron en la independencia de “Ed Wood” (1994) o “Edward Scissorhands” (1990).
Entre los secundarios, Javier Bardem podría ser una de esas pocas excepciones que ganan un Oscar sin dominar perfectamente el inglés y Cate Blanchett, que ya obtuvo el premio por encarnar a la mayor ganadora de los mismos, Katharine Hepburn, pinta mejor como secundaria encarnando a Bob Dylan que repitiendo como “Elizabeth”.
Pero si hablamos de apuestas rompedoras, el perfecto campo de cultivo ha sido el de la categoría de película de habla no inglesa, donde han caído de un plumazo los países que durante años la han monopolizado para dejar sitio a las “rara avis” del año.
Ni la Palma de Oro rumana, ni la francesa “Persépolis” -que sí compite con las de su clase animada-, ni el italiano Tornatore, ni el terror de España. Israel, Austria, Kazajistán, Polonia y Rusia se rifarán el Oscar, aunque los dos últimos vengan avalados por grandes nombres como Andrzej Wajda y Nikita Mijalkov.