Los Niños Virtuosos del Cáucaso asombran al público. (Jam Media)
Transcurrió aproximadamente una hora antes de la primera ovación a Los Niños Virtuosos del Cáucaso en el Teatro Metropolitan. La razón: el embelesamiento que provocaron en el público las cuatro danzas con que inicia el espectáculo.
Unidas por puentes musicales de nakarina y tambor, estas coreografías no daban tiempo para respirar. La primera fue una representación de la relación hombre-mujer. Las niñas (en realidad adolescentes) usan vestidos de doble fondo que les permiten dar la ilusión de que flotan en el escenario.
Al terminar, hubo un intento de aplauso interrumpido por el segundo número, en el que los niños simulan una batalla, seguida por una tercera coreografía donde la simetría impacta por su precisión. Luego, un cuarto número en el que el tambor llevaba el ritmo de una danza bélica, con los niños delante y las niñas resguardas al fondo del campo de batalla.