Benedicto XVI se ha manifestado en los dos encuentros mundiales de la juventud por él presididos, tanto el de su natal Alemania y ahora en Australia con una faceta bien difícil de conseguir en una persona de 82 años de edad.
Benedicto XVI se manifiesta a los jóvenes reunidos primero en Colonia y ahora en Sidney como auténtico Padre y Maestro de la juventud anhelante de sustentos firmes en los cuales creer: tener fe, dentro de ese mundo donde el escepticismo derivado del imperio del relativismo y el subjetivismo hace que muchos jóvenes vivan en la desesperanza plena o en el cinismo es quizá más común que el hecho de mantener convicciones sólidas.
La gran sorpresa que a todos manifestó el ascenso de Joseph Ratzinger a la cátedra de San Pedro fue constatar la enorme calidad humana del dignatario bávaro en la que se conjuntan elocuencia y humildad, inteligencia y don de gentes, una sabiduría como la de pocos contemporáneos, pero al mismo tiempo una caridad y ternura que se manifiesta a cada momento en su semblante.
El primer mensaje pronunciado por el Papa a los más de 150,000 jóvenes reunidos en el muelle de Banrangaroo, es quizá uno de los más variados en temas, pero a la vez directos de su Pontificado.
En dicho mensaje Benedicto XVI les mostró a los jóvenes “la esperanza ofrecida por el Evangelio de Jesucristo”, sin desentenderse de las sombras y las angustias que atenazan al mundo moderno como pudieran ser los simples ejemplos: “el abuso del alcohol y las drogas, la exaltación de la violencia y la degradación sexual; ejemplos de ese veneno que amenaza con corroer todo aquello que es bueno; la secularización que relega a Dios a la banca o el relativismo”.
Pero el mensaje papal estuvo transido de esa esperanza que tanto anhelan los jóvenes y que han encontrado en las palabras firmes, pero también cariñosas tanto del Pontífice actual como de su predecesor: Juan Pablo II una senda atractiva de ser seguida, por lo que han sorpresivamente acogido a estos dos Papas como auténticos padres y maestros, lo cual se demuestra por las nutridas convocatorias a estas reuniones mundiales de juventud, a pesar de los malos augurios que muchos de sus asesores les presagiaban a ambos Pontífices.
El Papa había llegado al muelle de Banrangaroo en el que se encontraban jóvenes llegados a tan lejano rincón del mundo, provenientes de múltiples países, tras una travesía en barco de casi una hora por la bahía de Sidney, trayecto en el que fue aclamado por más de medio millón de personas: una cifra muy por encima de lo previsto por los organizadores.
La visita de Benedicto XVI se ha convertido en un gran acontecimiento para los australianos, en el que se han volcado con independencia de sus convicciones religiosas siendo que sólo una cuarta parte de los veinte millones de habitantes son católicos y de que Australia sea considerado por muchos sociólogos, un país en el que la religión influye muy poco.