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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

Iniciemos Una Auténtica Vida y Abandonemos las Falsas Maneras de Vivir

EPICURO ha sido uno de los pensadores de la Antigüedad más malentendidos y desprestigiados. Sus enemigos lo acusan de haber defendido el placer a toda costa y de haber llevado una vida inmoral y licenciosa. Nada más lejos de la verdad que estas calumnias. Éste sabio fue para NIETZSCHE una fuente permanente de todo lo que este filósofo alemán pensaba y deseaba.

Las terapias “cognitivas” y la de ALBERT ELLIS, la “Terapia Racional Emotiva Conductual”, toman ideas fundamentales de EPICURO. Este inmenso sabio no concebía el Placer como la suma de sensaciones corporales y de conductas licenciosas. Para éste griego, el Placer era concebido como la ausencia de sufrimientos físicos y morales. ALBERT ELLIS, predica permanentemente esta idea fundamental, prácticamente en sus más de 50 libros y en sus cientos de artículos y conferencias.

El gran pensador alemán WALTER F. OTTO, fallecido en el año de 1958 nos dice, que “Los más prominentes espíritus desde LUCRECIO (de la Antigua Roma) hasta NIETZSCHE, se han visto fuertemente atraídos por su pensamiento. De algún modo, todos ellos comprendieron que detrás de los presupuestos comunes y superficiales en torno a EPICURO, había oculto un espíritu de claridad y grandeza excepcionales”.

En muchos sentidos, EPICURO nos conduce a que iniciemos una auténtica vida y que abandonemos para siempre las falsas maneras de vivir. La doctrina de este griego es más válida hoy que nunca, a pesar de los más de 2000 años en que la propuso. EPICURO nos dio el enorme legado de no caer en el miedo debido a que nuestros cuerpos y sentidos se oponen a los dictados de nuestra alma, pues este miedo sería una forma de esclavitud. Nos enseña a estar siempre alerta para alcanzar la libertad de estar dispuestos recibir la abundancia de regalos que nos ofrece la vida y la felicidad.

EPICURO creía firmemente en la unidad esencial entre nuestro cuerpo y nuestro espíritu; esta idea ya la había planteado SÓCRTAES hace 2350 años en Grecia y desde entonces, así ha permanecido hasta nuestros días. Pero nosotros, hoy más que nunca hemos confundió las cosas: creemos que nuestro espíritu debe doblegar a nuestro cuerpo, y que nuestro cuerpo es enemigo de los dictados de nuestra alma. Ante estas graves confusiones, hemos perdido el poderoso sentimiento y la deslumbrante idea de la unidad esencial de cuerpo y espíritu.

EPICURO enseñaba a sus alumnos de la inmensa importancia de abrir nuestros sentidos a los cantos de la naturaleza, y aprender lo que ella nos pide. Para este sabio, cuando somos capaces de aprender de la naturaleza, empezamos a comprender la superficialidad de las ambiciones, de los bienes materiales y del poder.

EPICURO no pretendía que nos invadiera la sensualidad, sino que nos invitaba a vivir en una permanente “autosatisfacción”, que constituía la más grande de las libertades, la que necesariamente nos conduciría a fuentes permanentes de bienestar y de felicidad.

Para este pensador, esta “autosatisfacción” es la más importante de todas las libertades y el bien más preciado de todos los bienes que podamos obtener en nuestras vidas. Sólo esta libertad es lo que nos puede llevar al verdadero placer, que es la base de nuestra felicidad. Pero este placer, no es la suma de sensaciones físicas y sensuales como hoy en día lo entendemos. Para EPICURO, este placer consistía en la ausencia de sufrimientos físicos y morales. El placer, concebido así, nos llega de manera indirecta: de la ausencia de sufrimientos, y no de manera directa: de ir en busca de la saciedad de nuestras sensaciones corporales y de todo tipo de lujuria.

El romano LUCRECIO rendido admirador de EPICURO escribió estos versos:

¿No ves que gritando el ser natural / reclama del cuerpo alejar los dolores

y acercar grata sensación al alma, / liberándola de miedo y de cuidado?

Ve cuán pocas cosas requerimos / para proteger el cuerpo de los dolores,

y bañarlo en delicias abundantes.

CRITILO nos sugiere que pensemos en esta grandeza de libertad que EPICURO nos ofrece: obtener el enorme placer que sólo nos da la ausencia de dolores físicos y del alma, y que está mucho más fácil a nuestra disposición; y que veamos que la vacuidad de la ambición, bienes y poder, sí son en cambio, fuente de permanentes sufrimientos de toda clase.

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