Los Ocios del descanso son padres de la filosofía
En la Grecia clásica el Ocio constituía una actitud fundamental del hombre ante la vida. El Ocio no estaba relacionado con el mero descanso, sino con un tiempo y espacio que el espíritu se daba para ensanchar sus horizontes.
El Ocio estaba vinculado con la contemplación de la naturaleza y de la vida. No se trataba del abandono de las obligaciones, sino al contrario, encontrar mediante la contemplación y el tiempo libre del espíritu, para conectarse con las verdades esenciales y llegar a precisar las ideas y ocupaciones fundamentales a que debemos aspirar.
El exceso de ocupaciones, y muchas de ellas frenéticas y estériles, nos conducen a mantener permanentemente en tensión nuestra vida, con riesgo de romper las fibras más sutiles de nuestra alma. Esta idea la captó el clásico FEDRO al escribir: “Si tienes siempre tenso el arco, lo romperás muy pronto”. El filósofo y político inglés THOMAS HOBBES lo expresó atinadamente: “los Ocios del descanso son padres de la filosofía”. En la tensión, en la loca actividad, en el ansia de acumular riquezas, es imposible que podamos escuchar los lamentos y necesidades de nuestra alma. Las grandes iluminaciones, las verdades de peso, los enigmas resueltos de nuestra existencia, solamente se dan en ese espacio sagrado del Ocio; pero nosotros lo rechazamos, porque nuestra sociedad de consumo lo ha condenado.
NIETZSCHE, quien murió en el año de 1900, es considerado hoy en día como una de las más poderosas inteligencias que ha dado la humanidad, y como uno de los pensadores que más ha revolucionado la filosofía. El autor de esta columna visitó su casa donde vivió hasta sus últimos días, en la ciudad de WEIMAR, Alemania. En una de sus obras cumbres, “La gaya ciencia”, perteneciente a la segunda etapa de su pensamiento, nos conduce a una ciencia alegre. En el capítulo CCXXIX, lo tituló con el nombre de Ocios y Ociosidad, y nos dice:
“Hay algo de salvajismo indio, peculiar a la sangre de los pieles–rojas, en la manera con que los norteamericanos ambicionan el oro. Su ansia de trabajo, que llega hasta hacerles echar los bofes, empieza ya a contagiar a Europa (esto lo dijo NIETZSCHE en el año de 1882, y su dicho ha sido profético) y a propagar por ella un singular error. Ahora nos avergonzamos del reposo, la meditación prolongada casi produce remordimientos. Se medita reloj en mano mientras se come, con los ojos fijos en la cotización de la Bolsa; se vive como si se temiera dejar escapar a cada instante alguna cosa. “más vale hacer cualquier cosa que no hacer nada”; esta máxima es un ardid para dar el golpe de gracia (como el tiro de gracia) a todas las aficiones superiores. Y así como con esa precipitación en el trabajo desaparecen las formas para los ojos, sucumbe también el sentido de la forma y se pierden la vista y el oído para la melodía del movimiento. La prueba está en la tosca precisión que ahora se exige en todo, siempre que el hombre quiere ser leal con el prójimo en sus relaciones con amigos, mujeres, parientes, niños, en las de maestros y discípulos, y en las de los directores y los príncipes. No hay ya tiempo ni constancia para las ceremonias, ni para los rodeos de la cortesía, ni para el ingenio en la conversación, ni para el Ocio alguno. La vida a caza de ganancias obliga a la inteligencia a una tensión abrumadora, a un disimulo constante y al cuidado de engañarse o apercibirse; el verdadero mérito consiste ahora en hacer algo en menos tiempo que otro”.
CRITILO nos dice que son contundentes y abrumadoras estas reflexiones de NIETZSCHE. Esto que escribió el filósofo alemán en 1882, es hoy en día absolutamente cierto, pero además, mucho más grave y dramático.
CRITILO sugiere que le otorguemos al Ocio su enorme valor para nuestras vidas, y que hagamos a un lado tanta frenética actividad para reservar un tiempo al divino Ocio cada día, pues solamente en este tiempo verdaderamente libre que nos da el Ocio, podremos calmar la hambruna que sufren nuestros espíritus.