“El dolor cuenta las horas, y el placer las olvida”
Cuando hacemos referencia al dolor y placer que sentimos, somos muy sinceros, pues experimentamos estas sensaciones con tal precisión que no podemos engañarnos. En cambio, en relación a estas sensaciones nos equivocamos con mucha frecuencia al tratar de razonar sobre ellas. Para algunas personas el dolor aparece desde el momento en que se ha ido de nosotros algún placer que estábamos experimentando. Y por el contrario, algunos creen que el placer lo sentimos cuando nos ha abandonado o disminuido algún tipo de dolor que sentíamos.
El pensador EDMUND BURKE quien vivió en el siglo XVIII, y que se le conoce por su admirable obra titulada “Reflexiones sobre la Revolución en Francia”, escribió un excelente libro titulado “De lo sublime y de lo bello”. Sobre el tema que estamos tratando, BURKE opina: “Por mi parte me inclino más bien a imaginar que el dolor y el placer, en su manera más simple y natural de afectos, son ambos de naturaleza positiva y en modo alguno dependientes necesariamente el uno del otro para su existencia. La mente humana a menudo se encuentra, y yo creo que casi siempre, en un estado que no es de dolor ni de placer, sino en lo que yo llamo un estado de indiferencia. Si en tal estado de indiferencia, relajación o tranquilidad, o llámese como se quiera se viera de pronto sorprendido con un concierto de música; o suponga que se le presenta algún objeto de superficie fina y brillante de colores vivos; o imagine que se gratifica nuestro olfato con la fragancia de una rosa; o, que sin tener sed, bebe un vino agradable, o prueba algún dulce sin tener hambre; en los diversos sentidos, oído, olfato y gusto, indudablemente encontrará un placer”.
La reflexión de BURKE tiene muy importantes aplicaciones en nuestra vida para nuestra felicidad. Si logramos tener ideas muy claras de lo que son el placer y el dolor, experimentaremos estas sensaciones en su real magnitud; y por ello será necesario que nos demos plenamente cuenta que el placer y el dolor se dan por sí mismos, y no que uno de éstos nace en relación a la supresión del otro y viceversa: es decir, que para experimentar una verdadera gama de placeres, no necesariamente para experimentarlos tenemos que suprimir los dolores; o al contrario, que los dolores los vamos a experimentar cuando hayamos suprimido o se hayan de nosotros los placeres.
La realidad para la gran mayoría de nosotros, es que la mayor parte del tiempo no estamos sintiendo dolores ni placerse. Generalmente nos encontramos en un estado de indiferencia o quietud. Ahora bien, es cierto que para EPICURO la finalidad más importante consistía en experimentar el placer. Pero para este sabio griego, el placer consistía en la ausencia de dolor. Es cierto, que es más feliz aquella persona que logra aniquilar la mayor fuente de sufrimientos físicos y morales, aún cuando después experimente pocos placeres, a aquella persona que de vez en cuando experimente enormes placeres, pero que su vida cotidiana está invadida por sufrimientos crónicos físicos y emocionales.
La lección que nos da BURKE es esta: que no creamos que el placer nace necesariamente por haber suprimido un dolor; ni que tampoco el dolor aparece cuando el placer nos ha abandonado. Ya sabemos que los bienes y los males no los envía la veleidosa fortuna de manera entreverada. Ya sabemos que podemos hacer los mayores esfuerzos y gozar de los mayores méritos, y que aún así la fortuna se comportará algunas veces como madrastra, y otras como una amorosa madre. Si dejamos de razonar sobre nuestros dolores y placeres, nos daremos cuenta que van y vienen. Y la mejor manera de vivir consistirá, como dijo GOETHE, que aún dentro del dolor debemos esforzarnos por ser alegres. Y cuando estemos alegres y sintiendo los placeres, seamos conscientes de ellos en todo su valor, para invadirnos de ellos, no como el loco que piense que nunca van a regresar, sino como la persona sensata que sabe que son regalos de la vida que tenemos que beber hasta la última gota.
CRITILO nos pide que pensemos seriamente en el hecho de que hay verdaderos dolores y placeres que no dependen para nada unos de otros; y cuando al mismo tiempo estamos sintiendo un placer y un dolor, también los podemos percibir cada uno en su exacta dimensión. Recordemos que aún el dolor puede beneficiarnos altamente, como lo dijo GEORGE MEREDITH: “Nada hay que haga sufrir al cuerpo que no aproveche el alma”. Y es cierto también lo que escribió el Romano PLINIO: “Incluso en el dolor hay un cierto placer”. Tenemos todo el derecho de gozar del mayor número de placeres legítimos. ¡Sigamos fielmente el sabio consejo del poeta romano Horacio que nos aconsejó! “Mientras puedas, disfruta de la vida rodeado de placeres, vive sin perder de vista que la vida es breve”.