El peligro del influjo personal
CICERÓN escribió: “Si suprimiéramos la amistad de la vida, sería lo mismo que quitar del mundo el Sol, porque ningún don tan estimable y deleitoso recibimos de los dioses inmortales”. Y el dramaturgo Griego SÓFLOCES escribió: “El que prescinde de un amigo prescinde de su vida”.
Todos queremos conservar a nuestros buenos amigos y también queremos evitar enemigos gratuitos. Pero son tan delicadas nuestras relaciones con nuestro prójimo, que perdemos, sin quererlo, hacer de un amigo un enemigo, y de un admirador no amigo, un enemigo también. Los seres humanos nos sentimos muy bien cuando un amigo o un conocido nos muestran el influjo que tenemos sobre ellos. Influimos en alguien, cuando ejercemos un predominio en el ánimo o en las ideas y actos de otro. Pero lo que no advertimos, es que cuando nuestra influencia es muy poderosa sobre otro, esta influencia se vuelve destructiva. De pronto, la persona sobre la que influimos se siente disminuida y lastimada. Advierte que su libertad ha sufrido una grave mengua.
Todo influjo poderoso sobre otro implica una tiranía y un dominio, en que la personalidad del influido se ve opacada. Este problema lo advirtió magistralmente el filósofo alemán NIETZSCHE, quien en su obra, “Humano, Demasiado Humano” escribió una reflexión con el nombre “El peligro del influjo personal” reflexión que dice:
“Quien sienta que ejerce un gran influjo interno sobre otro habrá de dejarle completamente sueltas las riendas, mas aún, ver a gusto e incluso provocar en él oposiciones ocasionales; de lo contrario se creará inevitablemente un enemigo”.
Se dan rompimientos entre amigos que nos parecen totalmente inexplicables, pues no encontramos (ni ellos mismos lo encuentran) motivos para ello. Como también se dan rompimientos de personas que han estado bajo una poderosa influencia de otro. En estos casos, siempre el que termina la relación amistosa es el influido, el seguidor, el protegido, el admirador del otro.
En consecuencia, si queremos conservar la amistad con alguien, y construir esa buena relación con aquel que nos admira y frecuentemente acude a nosotros por nuestro consejo, nada más sabio que hacer caso del consejo de NIETZSCHE: “dejarle completamente sueltas las riendas”, y “provocar en él oposiciones ocasionales”. Dejarle completamente sueltas las riendas, consiste en soltarlo, en no verlo ya jamás como nuestra copia; consiste en dejarlo en libertad y no considerar nuestro domino sobre él como una prueba de lo maravillosos que somos, sino como un domino vicioso y como un veneno mortal para esa relación.
La amistad sólo florece en la libertad en la aceptación de la visión del amigo que tiene sobre el mundo; en cambio, la amistad se marchita y muere cuando un amigo se vuelve incondicional de su amigo. Y en la relación ente dos, en la que no hay amistad, pero sí una influencia poderosa de uno sobre el otro, una vez que advierta la persona que ha estado bajo la influencia total de otro, ya no verá sólo la superioridad del otro sobre él, sino que advertirá su propia insignificancia, y pensará que el otro se siente superior y que a él lo ve como a su inferior, aún cuando esto no sea cierto.
CRITILO nos sugiere que conservemos a nuestros buenos amigos y que si en realidad deseamos conservarlos, debemos dejarles libre ese espacio de intimidad y de libertad que toda persona necesita. Y en el caso de que ejerzamos un gran influjo sobre otros, provoquemos las sanas discrepancias del que nos admira y sigue. Sus discrepancias lo afirmarán en su propia seguridad, lo harán sentirse él mismo y no la copia del otro. Si no actuamos así, nuestros seguidores y admiradores terminarán cobrándonos odio, lo que los forzará a romper drásticamente con nosotros convirtiéndose en nuestros declarados enemigos.