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Palabras de Poder

Jacinto Faya Viesca

“Los ladrones de nuestra felicidad”

El dolor físico, el sufrimiento emocional, el miedo, el odio, y la depresión, son nuestros enemigos que nos roban la felicidad.

FREUD, el creador del psicoanálisis, en su obra: “El malestar de la cultura”, escribió: “El sufrimiento nos amenaza desde tres direcciones: desde nuestro propio cuerpo, que está condenado a pudrirse y disolverse y ni siquiera puede prescindir del dolor y la ansiedad; desde el mundo exterior, que pude encolerizarse en contra nuestra, con fuerza de destrucción abrumadoras e inexorables; y, finalmente, desde nuestras relaciones con otras personas”.

El dolor físico en sus inicios pude servirnos como una alerta de que algo en nuestro cuerpo no anda bien. Es una verdadera alarma que se activa ante un desarreglo biológico de nuestro organismo. El sufrimiento emocional, cuando no se debe a causas de una alteración de nuestra química cerebral, nos está advirtiendo que hemos pasado por una pérdida o frustración; si nos negamos a estar dispuestos qué es lo que nos está señalando ese sufrimiento, pudiéramos no llegar a identificar sus verdaderas causas. Estos dos tipos de dolores son connaturales a nuestra vida, y sin ellos, la especie humana ya se hubiera extinguido.

El miedo es por lo general una advertencia de que algo, alguna situación o persona nos pueden causar un daño. Sin el miedo, seríamos temerarios, inconscientes ante los peligros, lo que nos llevaría a una conducta permanentemente imprudente; y así, pronto dejaríamos de existir. El miedo siempre se refiere a algo concreto: tememos a cuestiones más o menos identificadas, mientras que con la ansiedad, la cuestión es diferente, pues sentimos un miedo difuso, generalizado y sin saber a qué se debe.

El odio siempre se dirige a una o varias personas identificadas, y de muchas maneras, es una alarma que nos advierte de nuestra profunda animadversión por alguien. No odiamos a los animales, situaciones o cosas, sino a personas. Y la depresión siempre la sentimos como un decaimiento, desaliento; la experimentamos como un estado caracterizado por una tristeza profunda y al parecer, inmotivada. Esta lacerante perturbación algo nos está indicando: o bien, nuestra química cerebral está alterada, o estamos pasando por una severa crisis emocional debido a que sentimos que somos personas inadecuadas e incompetente; sentimos que nuestra actual situación es muy precaria y llena de negros nubarrones; y además, tenemos la equivocada certeza que nuestro futuro es pobre, triste, y que no contamos con las capacidades y medios pare resolver nuestros problemas. Por supuesto que todas estas creencias de una persona deprimida, son falsas, infundadas y fantasiosas.

Por lo general, cuando estamos deprimidos y no se debe a una alteración de nuestra química cerebral, las causas de nuestra depresión estriban en que nos enfocamos en una serie de creencias irracionales, sin fundamento en la realidad, y fabricadas por una imaginación enloquecida y afiebrada.

El dolor físico, el sufrimiento emocional, el miedo, el odio, y la depresión, debemos concebirlos en su justa dimensión: el serio problema, es que no debemos enfrentarnos solos a estos ladrones de nuestra dicha. La atención inmediata de médicos competentes y de consejeros adecuados será la mejor solución. Así como el dolor puede ser una excelente alarma biológica, también pude convertirse en un desenlace trágico de no atenderse; incluso, el sólo dolor físico y crónico pude arrebatarnos grandes trozos de felicidad.

El sufrimiento emocional pude ser también una eficaz alarma, de ahí la necesidad de estar dispuestos a saber qué nos esta indicando. Una gran cantidad de estos sufrimientos es absolutamente comprensible e incluso justificables, como en el caso de la muerte de un ser muy querido, golpes a nuestra salud física, a nuestro prestigio, rompimiento de amistades, rupturas sentimentales, etcétera. Ante acontecimientos reales, los único que nos queda es pasar por un proceso de duelo (no necesariamente sólo cuando muere un ser querido), y si el duelo persistiera, acudir con un especialista de la salud mental.

Ante el miedo, debemos ser muy cuidadosos, pues puede tratarse de un miedo real, el que tendremos que atender. Y si el miedo es infundado, la ayuda de un especialista será necesaria si nosotros no podemos extinguir ese miedo irracional y sin fundamento. Lo mismo sucede con la depresión, la que deberá atenderse con urgencia, pues la gran mayoría de las personas que se suicidan es de personas que pasaban por una severa depresión.

El odio es una pasión desbordada, pasión que cuando nos invada debemos atenderla de inmediato.

CRITILO nos dice que la sensatez y el sentido común serán siempre nuestros mejores aliados. Pero que cuando no podamos enfrentar a estos ladrones de nuestra felicidad, de inmediato debemos acudir en ayuda con nuestros amigos, y si estas perturbaciones persistieran, lo mejor sería de inmediato acudir con un especialista de la salud mental.

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