El odio en el matrimonio o en las uniones
A veces, en una relación interpersonal, surge el Odio entre dos personas que iniciaron una relación amorosa con la mejor intención. Pongamos el siguiente ejemplo, el de un matrimonio que comienza con un mundo lleno de ilusiones.
El matrimonio empezó bien, pero al poco tiempo uno o ambos cónyuges se sienten desilusionados de su pareja. Y además, no le resulta fácil a uno de los cónyuges terminar con su matrimonio. Se puede tratar del hombre que golpea a su mujer y la insulta y humilla constantemente, ella, no huye, porque le tiene pavor a la soledad, o bien, porque la aterra la falta de sostén económico.
O por ejemplo, no hay violencia física ni insultos de uno a otro, pero una de ellas le hace sentir con su conducta, omisiones o gestos al otro, que la considera inferior y que si mantiene la relación es simplemente por lástima. La persona despreciada intenta que su pareja la acepte, y lucha por su autoafirmación, pero todos sus esfuerzos resultan totalmente inútiles.
Lo que empezó con un mundo de ilusión pronto se convierte en una relación de frustración, antipatía abierta, negación del otro, y una nula aceptación. Uno de los cónyuges, o ambos, llegaron al matrimonio con una determinada imagen de su compañero o compañera, y que pronto descubrieron que estaban equivocados. Pude ser que así sea, pero frecuentemente ambos cónyuges idealizan rasgos que su pareja no tiene en realidad, y la desilusión le estalla en la cara.
Cuando se idealiza a la pareja, se hace de manera inconsciente, pues la imagen idealizada está compuesta por modelos externos, prejuicios, exigencias irreales, deseos frustrados, etc.
Llegados al anterior punto, ningún cónyuge puede satisfacer al otro, pues se tratan de necesidades inconscientes, que la misma persona que exige no conoce la naturaleza de sus exigencias ni el alcance de ellas. Y cuando cree que su necesidad está pos satisfacerse, le nace otra, y luego otra distinta, sin posibilidad de terminación. Sus necesidades son como el monstruo de mil cabezas: se corta una, y nacen nuevas cabezas. Aquí estamos ante el caso de uno o ambos cónyuges, en una perpetua insatisfacción. El cónyuge insatisfecho culpa a su pareja: que no la comprende, que no conoce sus necesidades, que si realmente la amara la podría hacer feliz, etc. Y por su parte, el cónyuge que no atina a colmar las necesidades inconscientes de su pareja, empieza a culparse, o bien, culpa a su cónyuge de tiranía, incomprensión, crueldad, etc.
Por ejemplo, un hombre que fue mimado en exceso por su mamá, inconscientemente está esperando que su esposa se comporte como su mamá lo hacía con él, lo que es imposible. O bien, la esposa fue una niña mimada en su infancia, y construyó en su cabecita la figura de un Príncipe Azul, encontrando que su esposo no tiene nada de su Príncipe Azul soñado (ni puede tenerlo, pues el Príncipe Azul es una fantasía), sino que simplemente se trata de un hombre lleno de limitaciones, defectos, y algunas cualidades, como todos los hombres.
El cónyuge normal no puede llenar el vacío insondable de necesidades inconscientes de su pareja; y el hombre no le llega ni a los tobillos a su fantaseado Príncipe Azul. Las desavenencias son muy difíciles de arreglar, pues por lo general, se trata de peleas entre fantasmas, entre personas que no responden a las necesidades inconscientes ni a los modelos fantaseados. No se trata de desavenencias entre personas que se conocen a sí mismas y que conocen a su pareja.
Como cada cónyuge cree que sus necesidades, modelos y reclamos son legítimos, y que su pareja es cruel, desinteresada e incapaz de preocuparse por él o ella, el matrimonio se convierte en un campo minado. Campo en que se dan las acusaciones, indelicadezas, insultos, amenazas, afanes de autoafirmación, miedo al desamparo, etc. Aquí ya está el campo minado explotando por todos lados.
CRITILO ha observado, que cada caso es diferente. Que cuando los problemas empiezan a darse, es el momento para acudir al especialista profesional. Solamente un profesional competente podrá desenmarañar estos nudos de errores, falsas imágenes, falsos problemas. Solamente un psiquiatra o psicólogo competente podrá ubicar a cada pareja, aclararle su situación, hacer a un lado la paja y quedarse con el trigo, arrancar de raíz la mala hierba y dejar las matas sanas.
Podrá ser, que un buen porcentaje llegue a consolidar su matrimonio o su unión, pero habrá otro porcentaje en que será simplemente imposible consolidarlo. Para este porcentaje que será imposible restablecerlo después de haber acudido a un profesional competente, le quedarán dos opciones: primera, la de seguir juntos compartiendo una soledad de dos, un infierno interpersonal, y un sufrimiento destructivo; y segundo, la otra opción será la de terminar con el matrimonio o la unión, prefiriendo la independencia con dignidad al sojuzgamiento con terror y humillación (y esto es válido para cualquiera de los miembros de la pareja).
La relación amorosa y sana de la pareja es lo ideal. Pero cuando sólo quedan cenizas sin la mínima braza que la pueda volver a encender, resulta siempre mejor la valentía, luchar por el autorrescate de la dignidad y el decoro, y por una libertad que siempre ofrece opciones, hasta la de vivir ya sin ninguna otra pareja, pero con el gozo y la satisfacción de una vida digna y decorosa.