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Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

Lo que no se entiende no se posee

“Lo que no está en nuestra conciencia no nos pertenece”, dijo un filósofo europeo.

“Entender” algo, es formarse una idea clara de una cosa. Entender es discurrir, inferir con claridad y exactitud. Los malos entendidos son causa de confusión y de problemas. Un falso entendimiento de algo, es formarnos una equivocada idea de alguna cosa o situación. Gracias al entendimiento somos capaces de razonar adecuadamente. Y decimos que una persona tiene un gran entendimiento cuando la consideramos muy inteligente.

Todas las personas, a excepción de unas cuantas que han sufrido graves daños cerebrales, son capaces de razonar muy eficazmente, independientemente de su nivel de inteligencia y de cultura. Creo, que todos hemos conocido a personas que entienden muy bien las cosas y que ni siquiera saben leer ni escribir. Pero gracias a su capacidad para entender las cosas, para pensar detenidamente, han triunfado en sus actividades.

Toda persona, si se esfuerza en razonar adecuadamente, contará con uno de los instrumentos más poderosos del ser humano: su capacidad para analizar, discurrir, comparar, y llegar a un juicio correcto sobre personas, cosas y situaciones.

GOETHE en su obra, Arte y Antigüedad, escribió “Lo que no se entiende no se posee”. Muchos de nosotros, chapuceramente nos engañamos creyendo que por el hecho de haber platicado con alguna persona sobre algún tema, es suficiente para haber “entendido” lo que nos quiso decir, aun cuando nos quedamos con dudas.

Nos autoengañamos cuando pensamos que por el solo hecho de haber leído algún documento de importancia, fue suficiente para nuestra comprensión. De estas clases de ligerezas se derivan problemas que van de leves a gravísimas. Si un piloto de avión creyó haber entendido lo que le dijo el controlador de vuelos, y no lo verificó, el avión se va a pique (casi todos los accidentes de la aviación se deben a un pobre o nulo entendimiento de los aviadores en su situación del vuelo). El no preguntar, el quedarse con dudas, el no verificar, no nos permite entender las cosas.

Nuestra capacidad de razonar correctamente es una de las más importantes potencias del alma. Entendemos algo, cuando lo que pensamos corresponde a la realidad objetiva de las cosas. Dice un pensador, que “Lo que no está en nuestra conciencia no nos pertenece”. Por ejemplo, si no tenemos conciencia de que alguien nos estima, el afecto de esa persona es como si no existiera. Si no tenemos conciencia de la importancia de nuestra pareja sentimental para nuestra vida, no le daremos importancia a esa relación, pues está fuera de nuestra conciencia.

Lo mismo nos sucede con todo aquello que no entendemos: al no tener una idea clara de algo, no está en nuestra conciencia, no poseemos ese conocimiento, no existe para nosotros, aun cuando se trate de un conocimiento que puede tener un valor enorme para nuestra vida, ya se trate de algo que nuestros hijos, cónyuge, nos traten de transmitir; ya sea que se trate de un conocimiento del que dependa nuestra salud o nuestra propia vida.

Es el caso, cuando tenemos evidencias de que algo mal está en nuestra salud, pero no queremos conocerlo, actuando como el niño que se tapa los ojos para no ver un accidente, creyendo que si no lo ve, el accidente podría no ocurrir.

CRITILO nos dice que hacer uso eficaz de nuestra capacidad de razonar y de nuestra disposición para “entender” las cosas como realmente son, constituye una de las actividades más esenciales de nuestra vida. También nos dice, que por parecernos tan obvias las cosas, las damos por entendidas, cuando con frecuencia no hemos entendido nada de cuestiones importantísimas para nuestra existencia, trabajo, relaciones, etc.

CRITILO nos deja una profunda reflexión de SAN AGUSTÍN, una de las inteligencias más deslumbrantes de la Iglesia Católica. SAN AGUSTÍN escribió: “No te diferencias del bruto (del animal) más que por el entendimiento; no te envanezcas de otra cosa. ¿Presumes de fuerzas? Te vencen las bestias. ¿Presumes de velocidad? Te vencen las moscas. ¿Presumes de hermosura? ¿Cuánta belleza hay en las plumas de un pavo real? ¿Por qué eres entonces mejor? Por la imagen de Dios. ¿Dónde está la imagen de Dios? En la mente, en el entendimiento”.

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