Más sobre el hombre ligero
Nuestra sociedad de consumo nos ha dado un nuevo tipo de ser humano: la mujer y el hombre “ligeros”. Su característica fundamental (de ambos) es su falta de compromiso ante los grandes temas de la vida. Su ligereza lo hace vaporoso, escurridizo, y lo que busca a toda costa es la seguridad.
Son manifestaciones de toda persona ligera los viajes cómodos y sin riesgos, la ausencia de aventuras, la carencia de amistades firmes y la facilidad que se les da para conversar con una exuberante superficialidad. Son incapaces de tomar posiciones serias en moral y en política.
LIPOVETSKI, seguramente el más profundo conocedor de los daños que ha causado al espíritu humano la sociedad de consumo, nos habla de que estamos actualmente viviendo la “Era del vacío”. “Esta era del vacío”, paradójicamente, está repleta a reventar de ofertas para el consumo de todo tipo. Miles y miles de artículos y servicios de toda clase se ofrecen en todo el mundo. La “Era del vacío”, la quieren llenar con comida, espectáculos, modas y consumo de lo más variado. Y por supuesto, entre más consume y se atraganta y atiborra, la mujer y el hombre “ligeros” más necesidad tienen de seguir atragantándose de las nuevas ofertas.
A la persona ligera no le interesa el pensamiento, el juicio crítico, el análisis; le interesa lo ligero, como las noticias de los periódicos y las revistas, y por supuesto, inscribirse en un programa que le ofrezca cien canales de televisión diferentes; y si le ofrecieran una programación de 300 canales, sería un mejor en todos los sentidos.
Las opiniones del hombre “ligero” sobre cualquier tema son ligeras, sin peso, y cambiables; sus cambios de opinión llegan a la frivolidad, pues total, al hombre ligero le da igual una opinión que otra; y entre más frecuentemente cambie de opinión, mejor, pues así jamás estará comprometido por largo tiempo.
El hombre y la mujer ligeros son incapaces de tener un centro de gravedad espiritual; incapaces de querer formarse moral e intelectualmente. Estas carencias lo hacen proclive a ser un títere, un muñeco de trapo susceptible de ser permanentemente manipulado. Cualquier anuncio comercial le roba su interés, aunque luego, el siguiente comercial también lo fascine. El hombre ligero no tiene gustos porque todo le gusta, y es un auténtico “hombre masa”, aun cuando se trate de un profesionista muy acreditado o de una persona muy rica.
El hombre ligero renunció a las dos características más fundamentales del ser humano: renunció a su capacidad de pensar, y renunció también a comprometerse. Quien no piensa y quien no se compromete, sólo vive en la superficie y siempre será incapaz de bucear en las profundidades de la existencia y de su propia vida.
Dice CRITILO, que en muchos sentidos, el hombre “ligero” ha abandonado su propia vida; se siente incapaz de dirigirla por sí mismo. Aún cuando el hombre “ligero” sea un potentado, sufre porque carece de “confianza en sí mismo”; esta falta de confianza lo convierte en una marioneta, y por ello, es manipulable. Al ser manipulable no tiene puntos de referencia en los grandes temas de la vida, así, que al carecer “de una brújula existencial”, está perdido, no sabe si está viendo hacia el Norte, al Sur, al Oriente o al Poniente.
¿Qué puede hacer la persona ligera para dejar de serlo? Primero, tomar conciencia de que lo es. Segundo, darse cuenta que la vida sin compromiso y sin opiniones serias y permanentes, es una vida casi vegetal. Podrá ser una vida ajetreada, pero jamás será una vida con sentido.