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Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

La importancia de distinguir entre vanidad, orgullo, y soberbia

El poeta norteamericano Eliot escribió: “Era él como un gallo que creía que el Sol había salido para oírlo cantar”. Y el Evangelista San Mateo escribió: “Hacen todos sus obras con el deseo de que los demás los vean”.

La Vanidad es un orgullo infundado, es la ostentación que hacemos; consiste en los rasgos de una persona que tiene afán excesivo y predominante de ser admirada. A la vanidad se le ha comparado con lo frívolo, lo ligero y lo no fundado en valores morales. La persona vanidosa es la más proclive a ser adulada, de ahí el dicho popular: “Si halagas su vanidad, conseguirás de él lo que quieras”.

La vanidad es una de las características más comunes del ser humano; y de hecho, no respeta edades, posiciones sociales o grados de cultura o riqueza. Nos encontramos con generales y soldados vanidosos, empresarios y obreros, científicos y analfabetas, todos ellos vanidosos. Es tan común esta característica, que ¿cuántos de nosotros nos salvamos de no ser vanidosos? A veces, entre las personas más sencillas y humildes, encontramos grados de vanidad sorprendentes.

“Somos tan presumidos –escribió Pascal en su obra Pensamientos-, que quisiéramos ser conocidos en toda la Tierra, y aun por las gentes que vendrán cuando ya no existamos; y somos tan vanos que la estima de cinco o seis personas que nos rodean nos regocija y nos contenta”. Y en el siguiente Pensamiento escribió: “Curiosidad no es más que vanidad. La mayor parte de las veces, no se quiere saber algo, sino para hablar de ello. Sin esto nadie viajaría por mar, si no pudiera contarlo y por el solo placer de verlo, sin esperanza de comunicarlo jamás”.

El Orgullo es diferente a la Vanidad. El Orgullo es un exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles. Creo, que las soberbia jamás es lo mismo que el orgullo, aun cuando muchos piensan que sí lo es. Más bien, el núcleo de la soberbia consiste en un anhelo exagerado de ser preferido a otras personas. En el orgullo, se da un exceso de estimación de nuestra persona, pero siempre existen fundamentos para sentirnos orgullosos de nosotros. En cambio, en la soberbia, se da un exceso de estimación de nuestra persona, pero siempre con menosprecio de los demás.

El orgulloso se enfoca en su persona, mientras que el soberbio se centra en sí mismo y al mismo tiempo desprecia a los otros. El orgulloso suele tener un temperamento mucho más equilibrado, mientras que el soberbio, al despreciar a los demás, finalmente manifiesta su ira y desprecio a los otros. El soberbio siempre se siente grandioso, excelente, incomparable, aun cuando las cualidades que presume sean inexistentes o muy pobres. En el fondo, todo soberbio es un narcisista enfermo y un envidioso, que en el fondo se siente tan poco, que la forma de distinguirse es manifestar su arrogancia, ira y desprecio a otros.

Por lo general, los hombres y mujeres con grandeza moral o grandeza intelectual, son orgullosos, mientras que los soberbios carecen de orgullo, pues su vileza no les permite estimarse en lo debido. Nos dice Critilo, que con la vanidad sucede un fenómeno diferente. Por ejemplo, un poco de vanidad en la mujer, la da un toque divino y la hace encantadora.

En los hombres, la vanidad nunca es una buena prenda. Y la experiencia de la vida nos ha enseñado que en la medida en que una persona esté menos dotada, su vanidad es mayor.

Pero Critilo nos dice también, que en ciertas personas un poco de vanidad puede ser buena prenda en los hombres, o al menos así lo pensó Goethe cuando escribió: “Un hombre vanidoso no puede ser completamente rudo; porque desea agradar y se adapta a los demás”. En cambio, si observamos bien, una persona orgullosa puede a veces ser algo ruda, y el soberbio siempre será rudo y malvado si siente que puede llegar a cometer un mal.

Tratemos de desterrar la vanidad si somos hombres, pues se trata de un rasgo femenino y en nada contribuye a nuestra personalidad. Si somos orgullosos, conservemos nuestro orgullo en los limites sensatos, pues este rasgo nos impulsará a mayores y mejores empresas. Y ante el soberbio, siempre tengamos mucho cuidado, pues recordemos que la soberbia no se alimenta de la buena estimación que tenga de sí una persona, sino que su alimento es el desprecio a los otros.

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