La amalgama de tres sentimientos
Con frecuencia nos asalta un estado de ánimo muy penoso, y que mientras permanece, paraliza las fuerzas de nuestra voluntad y opaca el entendimiento. Este estado de ánimo es derivado de sentir al mismo tiempo la tristeza, la ira, y la preocupación.
No es el sentimiento aislado de la tristeza; tampoco es la ira exclusiva, ni la sola preocupación, pero ese sentimiento que a veces nos invade sí esta compuesto de estos tres sentimientos. El resultado lo conocemos: nuestro entendimiento está turbado, como un lago agitado al que no le podemos ver el fondo. Nuestra turbada mente no puede poner en orden las cosas, pues nos domina un estado de ánimo que nos aturde y nos hace perder la serenidad.
En este estado de ánimo se da un lánguido sentimiento de tristeza, pero no agudo, pues aún no perdemos lo que tememos perder. Y como no estamos seguros de una futura pérdida, sólo predomina la tristeza propia del que cree que puede llegar a perder algo, pero aún no lo pierde.
Tampoco se trata de una ira fuerte y explosiva, pues si así fuera, no podría darse también al mismo tiempo el sentimiento de la tristeza, pues éstos dos son opuestos. Cuando hay una fuerte ira, la tristeza no cabe; y cuando la tristeza nos invade, no es posible que podamos sentir ira al mismo tiempo.
El problema con este sentimiento de ira, es que al no poderla manifestar, la acumulamos junto a la tristeza y la preocupación. Al no atrevernos a manifestar nuestro enojo, sentimos coraje contra nosotros mismos por permanecer pasivos, por lo que quedamos resentidos.
A la vez, sentimos una preocupación ligera, y a lo máximo, mediana. Nos preocupa poder llegar a perder algo muy concreto y perfectamente identificado, pero esta preocupación no es dominante en esta amalgama de estos tres sentimientos.
CRITILO cree, que la mezcla de los tres sentimientos mencionados, nos da un sentimiento o emoción diferente. Este sentimiento nuevo es el de la impotencia; no nos sentimos capaces de poder revertir o resolver uno o varios acontecimientos, lo que nos paraliza y nos invalida. Una vez que nos sentimos impotentes, nace en nosotros un nuevo sentimiento, que es el “desasosiego”, que consiste en una pérdida de la quietud y de la tranquilidad. Pero junto a este desasosiego, se da también una “turbación”; es decir, una confusión y un desorden en nuestros sentimientos y en nuestro entendimiento.
No estamos hablando de nada grave en lo absoluto, sino de un nuevo estado de ánimo que nos ataca con mucha más frecuencia de lo que pensamos, y dado que se trata de emociones derivadas de otras, nuestra confusión es mayor, y nos puede paralizar en nuestras actividades cotidianas por horas o días.
El remedio a este nuevo o nuevos estados de ánimo consiste en dar un ataque frontal. Darnos cuenta, que en la mayoría de los casos esta dolorosa amalgama de sentimientos está basada en más suposiones que realidades. El ataque debe ser frontal, pues debemos aceptar nuestra ira no expresada, como un mal menor, y que en todo caso, resultó más prudente no haber expresado nuestro enojo.
Después, tomar conciencia, que es algo absolutamente diferente el haber perdido algo, a la mera posibilidad de poder perderlo.
Y por último, darle un grado de probabilidad de que suceda aquello que nos preocupa. Al hacer este análisis objetivo, nos daremos cuenta de lo siguiente: que al llegarnos de pronto tres emociones diferentes al mismo tiempo, nuestro entendimiento se distorsiona y se cansa, y ya cansada nuestra mente, empezamos a construir fantasmas y peligros que no existen.