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Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

Nuestro principal hábito de pensamiento irracional.

Una de las reflexiones más inteligentes, eficaces y prácticas que he leído para nuestra salud emocional, es del afamado psiquiatra del los Estados Unidos, Maxie C. Maultsby, quien escribió lo siguiente (la traducción es mía, de su obra en inglés, “Help Yourself to happpiness”):

“Su principal hábito de pensamiento irracional, es que frecuentemente confunde sus exageradas opiniones y metáforas sin sentido, con los hechos objetivos. Ese hábito hace que sus reacciones emocionales exageradas y frecuentemente inapropiadas sean contrarias a la realidad objetiva”.

Como podemos ver, esta reflexión de Maultsby, está estrechamente relacionada con nuestra columna anterior, relativa al tema de que catastróficamente nos anticipamos a los hechos, sufriendo enormemente, al darle el valor de certeza (que no tienen), a nuestras suposiciones y opiniones, sin ningún fundamento en la realidad.

La “confusión”, consiste en la falta de orden y claridad de ideas y evaluaciones de hechos, lo que nos conduce al desasosiego y a la turbación de nuestro ánimo. Las metáforas son las alegorías en que unas palabras se toman en sentido recto y otras en sentido figurado. Por ejemplo, podemos decir, que nuestro ánimo es tan variable como el viento, y al decirlo, no nos estamos dañando. Pero si con frecuencia decimos que nuestro futuro será como los Jinetes del Apocalipsis, estaremos perturbando gravemente nuestra salud emocional, al creer, irracionalmente, que nuestro futuro estará lleno de desgracias.

Aplicar metáforas inapropiadas, es atentar contra nuestro equilibrio emocional, pues el sentido figurado que nos aplicamos con las metáforas, nada tienen que ver con nuestra realidad objetiva. Si nos decimos que nuestro futuro estará meciéndose en los brazos de Dios, recibiendo todas las bendiciones del Ser Supremo sólo para nosotros, será una metáfora sin sentido, que no atentará contra nuestra salud mental si no creemos en esa metáfora; pero si alguien nos preguntara si realmente creemos en ella y nosotros le contestáramos que sí, pensarían que estamos locos, y con seguridad, cuando menos estaríamos gravemente perturbados.

Las opiniones exageradas dejan de ser realistas, pues toda exageración es una distorsión de la realidad. Talleyrand, en sus Cartas, escribió: “Todo aquello que es exagerado es insuficiente”.

Este pensamiento nos revela algo en que por lo general no caemos en cuenta: en el hecho de que la “exageración” no necesariamente es la sobra de algo, lo abundante, sino que más bien, es lo “insuficiente. Si albergamos como creencia una opinión exagerada sobre nuestras circunstancias del presente, a las que calificamos como horrorosas, terribles y desesperadas, no solamente estamos sobredimensionando la realidad de nuestras actuales circunstancias, sino que estamos fuera de la realidad. Y estamos fuera de la realidad, en virtud de que no estamos haciendo un examen “suficiente” de nuestras actuales circunstancias, en las que habría con toda seguridad, una serie de factores a nuestro favor, que negarían por completo los calificativos de horrorosas, terribles y desesperadas, a nuestras circunstancias actuales.

La única manera de poder mantener nuestra salud emocional, consiste en poder detectar en su justa dimensión, los hechos objetivos de una circunstancia determinada de nuestra vida. Desde el momento, nos dice Critilo, que empezamos a confundir los hechos objetivos con nuestras exageradas opiniones y con las metáforas sin sentido que nos aplicamos, perdemos el orden y la claridad de ideas y de sentimientos, lo que inevitablemente nos conduce a serias perturbaciones de nuestro ánimo.

Este hábito irracional de pensamiento, lo aplicamos con mucha más frecuencia de lo que pensamos. Y una vez que empezamos a distanciarnos de la realidad objetiva, empieza a dispararse una serie de ideas irracionales sin ningún fundamento en la realidad. Y cuando ya estamos fuera de la realidad, surgen los temores, ansiedades, y catástrofes imaginarias de todo tipo. La corrección consiste, en que nosotros, o algún amigo o conocido, nos ayude a frenar nuestra imaginación alocada, y a ver las cosas en su realidad objetiva, y no los fantasmas horribles que nosotros irracionalmente hemos fabricado.

“La única verdad es la realidad”, lo dijo el inmenso filósofo griego, Aristóteles.

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