EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

El macabro mecanismo de las pérdidas anticipadas

“No hay cosa que embargue tanto la perturbación del ánimo, como la tristeza que arrastra al hombre hasta la muerte misma”, escribió San Jerónimo.

En realidad, hay tristezas que devastan; hay pérdidas tan grandes, que nuestros corazones pueden mantener una tristeza larvada, para siempre. Por fortuna, estos casos son los menos, y por lo general, podemos soportar graves pérdidas y volver a la vida llenos de bríos.

Pero hay en nuestras existencias, una enorme cantidad de golpes de tristeza absolutamente injustificados, y que nos roban cientos y miles de horas y de días, mermando nuestras fuerzas, e impidiéndonos excelsas oportunidades de alegría y de paz espiritual.

Casi todos, somos proclives a producirnos esa tristeza injustificada, como si fuéramos los perores enemigos de nosotros mismos. Las cosas suceden de esta manera: irracionalmente, forjamos una fantasía o expectación de una futura pérdida: la pérdida de nuestra salud, esposa o hijos, la pérdida de nuestro trabajo, la amenaza a nuestra relación amorosa, nos vemos ya en banca rota, etc.

Podemos tener la tendencia a vivir emocionalmente la pérdida “anticipada” como si ya estuviera sucediendo en este mismo momento. De esta forma, experimentamos la tristeza por haber perdido algo que “aún no hemos perdido”. Lo importante, es que para nosotros, ya lo perdimos, y al haberlo perdido (en nuestra fantasía), quedamos anegados de tristeza.

Este mecanismo psicológico nos sucede muy frecuentemente, y a tal grado es así, que la mera expectación de perder algo valioso, nos conduce a una tristeza en diversos grados. Algunos permanecerán muy tristes por horas, días o meses; otros, caerán en la depresión, y habrá quien se quite la vida por haber perdido lo que “nunca perdió”. Pero este mecanismo torturante no termina aquí. Nuevas fantasías de pérdidas asaltarán nuestra alma, y habrá quienes vivan en este círculo infernal de pérdidas imaginarias, durante toda su existencia.

Este mecanismo psicológico es absolutamente irracional, pero no lo vemos así, porque al no comprender por qué surge y cómo se inicia, la tristeza de lo no-perdido nos paraliza.

“¡Oh fantasía, que de tal modo nos arrebatas a veces fuera de nosotros mismos, que nada siente el hombre aunque suenen mil trompetas en torno suyo!” (Así lo escribió Dante en su Divina Comedia).

Critilo cree, que nos anticipamos a los hechos objetivos, dando por perdido algo cuando aún no ha sucedido, como un mecanismo de defensa por el que empezamos a sufrir, con la fantasía de que si la pérdida llagara a suceder, no sufriríamos tanto por ya haber sufrido por anticipado. Es, como si pudiéramos dividir el sufrimiento por porciones, y al haber sufrido por anticipado, el sufrimiento final, pudiera reducirse, en el caso de que la pérdida se llegara a dar en la realidad.

Todo lo anterior, como podemos ver, es un mecanismo y un supuesto irracional, fantasioso e infundado. En primer término, ponernos de lado de la catástrofe (lo que tememos que suceda) no podría impedir, en su caso, de que algo pudiera suceder, ni garantizar de que no suceda. Además, no podemos sufrir “en abonos”, pues la tristeza aumenta o disminuye, pero no es divisible.

Nuestras pérdidas “anticipadas” no tienen una base en la realidad; nuestros temores de que sucedan sin analizar los hechos objetivos y el grado de probabilidad, nos pone en el terreno de los supuestos, de las especulaciones descabelladas, de horrores imaginarios y de desastres no ocurridos.

Cuando nos anticipemos a una pérdida, dejemos que la tristeza nos invada sólo por minutos, y en las anticipaciones graves, esperemos sólo uno o dos días, para dar salida a este sentimiento. Y de inmediato, tomar conciencia de que nos estamos anticipando por creer irracionalmente que si sufrimos por anticipado, cuando llegara la pérdida, real, sufriríamos menos. Tener conciencia de este macabro mecanismo, será la base para terminar con nuestras pérdidas imaginarias. E inmediatamente después, hacer a un lado la tristeza (que ya habrá disminuido cuando hayamos tomado conciencia de nuestro torturante e infundado mecanismo de defensa) y analizar los hechos de la manera más objetiva. Si hacemos este análisis, empezaremos a destruir nuestros supuestos, fantasías y catástrofes imaginarias. Y ya en un plano objetivo, la realidad nos demostrará contundentemente, que en la abrumadora mayoría de los casos, no hay base alguna, no existe ningún fundamento real, para “anticiparnos” a una pérdida que sólo existe en nuestra mente desbocada y afiebrada.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 373189

elsiglo.mx