Consumidores compulsivos de imágenes.
¿Para qué quiero el lenguaje escrito, si una imagen dice más que mil palabras? ¿No hemos escuchado esta afirmación muchísimas veces?
A las personas de la sociedad actual les fascina las imágenes: los anuncios de todo tipo en las calles más famosas del mundo; las fotografías de las revistas de mayor divulgación internacional; la propaganda de todo tipo de artículos con las fotografías de rostros y cuerpos de mujeres hermosas; vehículos de moda, ropa extravagante, perfumes; imágenes en la televisión y el cine; fotografías, dibujos e imágenes de toda clase en el Internet.
La siguiente frase no la he leído ni escuchado jamás, es mía, y creo que es cierta: “los seres humanos de los países desarrollados y de los que están en vías de desarrollo, son ‘consumidores compulsivos de imágenes’ de toda clase”. Su compulsividad, no les permite discriminar los tipos de imágenes, principalmente, en la propaganda de la televisión. Pueden congestionar la retina de sus ojos con tal de consumir imágenes y colores.
Es evidente, que las imágenes no forman el espíritu, a excepción de las pinturas de un excelso arte pictórico y la observación “asombrada” de las bellezas de la naturaleza.
El cerebro humano no puede con todo: no son capaces nuestras neuronas de atiborrarlas de imágenes, y a la vez, leer y pensar cuidadosamente a fin de formar nuestra inteligencia. La sociedad actual, está desplazando el lenguaje escrito por las imágenes. El lenguaje escrito requiere un esfuerzo activo por parte del lector, mientras que el consumo de imágenes sólo necesita de una visión receptiva y consumista. Consumir imágenes no requiere de nuestro juicio crítico; en cambio, leer textos formativos exige siempre de nuestra reflexión.
Consumir imágenes nos vuelve cada vez más pasivos; leer textos formativos nos convierte en seres activos. Consumir imágenes nos lleva a la pereza y a la indolencia, mientras que estudiar materias formativas nos fortalece como seres activos y diligentes.
Igual sucede con toda la información verbal y escrita que recibimos de la prensa, radio, televisión e Internet, que no tienen como propósito más que informar. Critilo nos dice, que la mera información jamás forma la inteligencia ni el espíritu. La información puede no estar conectada con la verdad, pero la búsqueda de la verdad no es su objetivo fundamental.
El escritor francés Jean–Francois Revel en su libro, El conocimiento inútil, nos explica cómo los medios informativos no contribuyen a nuestra formación humana. Estos medios, no tienen como propósito el tratar de hacernos mejores seres humanos, ni que podamos acceder con esa desvinculada y abrumadora conexión a un mejor juicio y sensatez.
Los textos escritos, con un buen contenido de pensamiento, tratan de comunicarnos conocimientos en base a la verdad. Hay textos, en que la verdad no es su objetivo, como las grandes novelas y la poesía, pero su justificación es plena, pues nos comunican las pasiones de la condición humana, como es en la novela, y el esplendor estético, como sucede con la poesía.
La poesía y la novela, cuando se trata de escritores con poderosa inteligencia, sabiduría profunda, y belleza en su expresión escrita, constituyen textos supremos para la educación de nuestros sentimientos y la depuración de nuestro espíritu. Novelistas y poetas auténticos, son todo lo contrario a la información masiva de los medios de comunicación y del consumo de imágenes.
Si queremos fortalecer nuestro espíritu, nada más sano que dejar de ser consumidores compulsivos de imágenes y de información masiva. La poesía, la novela, el arte, y los textos serios que defienden la verdad y los conocimientos humanísticos, son el mejor baluarte para nuestra permanente formación humana.
