EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Palabras de poder

Jacinto Faya Viesca

LA FORTALEZA CRECE EN PROPORCIÓN A LA CARGA

¡Yo no debo tener dificultades, y la vida tiene que ser como yo quiero, o de lo contrario, no podría ser feliz!

La anterior creencia es la causa más segura de la mayor parte de nuestras desdichas. Se trata de una idea loca, disparatada, y sin ningún fundamento en la realidad. Esta creencia irracional nos provoca muchas frustraciones de todo tipo. Jamás, Dios, la Biblia, o un consejo mundial de sabios, nos prometió que nuestra vida sería como nosotros quisiéramos, ni tampoco, que estaríamos libres de una gran cantidad de dificultades a lo largo de toda nuestra existencia.

QUEVEDO, una de las inteligencias más profundas que jamás haya existido, nos da la siguiente reflexión en su obra Migajas Sentenciosas:

“Si acaso entraste en alguna difícil forma de vida, y la pública o particular forma, sin saberlo tú, te puso en algún lazo que no sabes desatarle ni puedes romperle, considera que los presos a los principios sufren mal las cadenas y grillos, que son impedimento de sus pasos; pero después que se determinan a traerles sin indignarse con ellos, la misma necesidad les anima a sufrirlos con fortaleza, y la costumbre los enseña a llevarlos con facilidad”.

QUEVEDO nos habla de algún “lazo” que no sabemos desatarlo ni podemos romperlo. Este lazo se refiere a relaciones de amor o de odio con ciertas personas, que de manera importante nos causan sufrimientos: lazos de amor con algún hijo con el que llevamos una pésima relación, o una relación amorosa distinta al matrimonio. Se trata también, de algún conflicto con ciertas personas, no sabiendo cómo remediar ese problema. O bien, alguna situación financiera crítica a la que no le encontramos una buena solución, o algún otro problema que nos tiene enlazados.

El “lazo”, pudiera ser también, alguna enfermedad crónica e incurable, como la diabetes, la que podemos controlar, pero no más; o bien, un rompimiento sentimental, un divorcio, etc. Es cierto, que en nuestra vida hay situaciones que nos hacen sufrir y que no podemos remediar de modo alguno. Pero mucha razón tiene QUEVEDO, que esos problemas que no sabemos ni podemos solucionar, y que algunos de ellos jamás se resolverán, no serán un impedimento para sufrirlos con fortaleza, y que la costumbre nos enseñará a llevarlos con facilidad.

¡Cuántas personas no llevan sus enfermedades crónicas con un gran ánimo y con facilidad! Muchísimas personas se acostumbran a soportar lo inevitable, y ello no les impide ser relativamente felices, o muy felices.

La clave nos la da QUEVEDO: no indignarnos contra nuestros males. Indignarnos significa irritarnos, enfadarnos vehementemente. Y cuando nos indignamos ante lo inevitable, vivimos permanentemente con una ira larvada, que aunque no se manifieste, nos carcome continuamente. No soportar nuestras dificultades que no sabemos ni podemos resolver, nos lleva a la irracional creencia de que la vida, Dios, el universo, nos perjudican con toda la mala intención, y que además, la vida ha sido injusta con nosotros, y que al serlo, estamos condenados a ser infelices. Esta creencia impregnada de una total locura, nos lleva a otras creencias irracionales, que a su vez, nos causan nuevos y distintos problemas, entrando a un trastornado círculo vicioso de irracionalidad.

Podemos acostumbrarnos a los “lazos” que no sabemos desatarlos ni podemos romperlos. Recordemos, para nuestro consuelo, lo que expresó SHAKESPEARE en su obra Hamlet: “La costumbre puede llegar a cambiar la misma naturaleza”. Y CICERÓN, nacido antes de CRISTO, escribió: “La costumbre es como una segunda naturaleza”.

QUEVEDO nos dice, que los presos, una vez que se han determinado, es decir, decidido a llevar sus cadenas y grillos atados a sus tobillos, y que se deciden a traerlos sin indignación, “les anima a sufrirlos con fortaleza”. Esto es absolutamente cierto, pero no sólo en el caso de los presidiarios, sino de cientos de millones de personas que habitan la Tierra: millones de seres humanos que de forma callada y sin indignación soportan hambre, desempleo, pérdida de seres queridos, accidentes, enfermedades, etc.

CRITILO está absolutamente convencido, que todos los seres humanos podemos vivir cada día, con la virtud de la fortaleza como compañera, pues así nos lo demuestran personas muy cercanas a nosotros.

Dijo el escritor y militar estadounidense, HIGGINSON: “La fortaleza crece en proporción a la carga”.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 391251

elsiglo.mx