El viciado y erróneo mecanismo de adelantarnos a los hechos.
La reciedumbre de nuestro carácter, o bien, las grietas y heridas no cerradas de nuestra personalidad, dependen en gran medida, de cómo hemos venido comprendiendo y enfrentando las distintas intensidades de nuestros miedos.
Si desde su infancia el niño empezó a distinguir la diferencia entre sus miedos reales y los creados por su fantasía, ya de joven y de adulto mostrará un sano equilibrio emocional. Comprender todo aquello que nos atemoriza y ser capaces de desentrañar lo que tiene de real o de fantasía, y poder confrontarlos, constituye uno de los caminos más eficaces para conocernos mejor en todos los sentidos.
Y para los adultos que no pudimos comprender en nuestra infancia nuestros miedos, en cualquier edad es posible que resanemos las grietas y que podamos coser las heridas de nuestro carácter que nos dejó nuestra niñez transcurrida entre temores y pánicos. Todo consistirá en que nos propongamos como una tarea fundamental, enfrentar día a día todos aquellos miedos que nos paralizan y acobardan. La manera más eficaz, consiste en meternos de lleno en las entrañas de nuestros miedos y constatar si tienen vísceras, órganos y sangre, o si sólo son un vaho vaporoso que nada contiene. Confrontar nuestros temores es el único camino para saber si realmente son reales, y en caso de serlo, conocer su materia, límites, intensidad y factores que los producen.
Un alto porcentaje de personas carece de la mínima conciencia de que una de las causas más importantes de sus temores y espantos, se deriva de un mecanismo que han manejado inconscientemente durante toda su vida, y al desconocer este viciado y erróneo mecanismo, les resulta “imposible” erradicar la casi totalidad de sus miedos y pánicos. Si fueran conscientes de este mecanismo, si lo apuntaran en una tarjeta o usaran un anillo, pulsera o reloj distinto al usual, que se los estuviera recordando, sus vidas mejorarían como si se tratara de un acto de magia.
“El mecanismo viciado y erróneo”, producto de espantos y pánicos, es el siguiente: una persona piensa que algo mal le puede suceder (enfermedades suyas o de sus hijos, pérdida del empleo, pérdida del amor de su pareja, etc.), y de manera automática, empieza a especular sobre las consecuencias de su inminente desastre. Aún no tiene la información completa, ni ha evaluado el grado de probabilidad, y ni siquiera sabe si se trata más bien de un estado de cansancio que le hace ver fantasmas y locas imaginaciones. Nada de esto, sino que como está “prendido en automático”, de manera inconsciente se dice: “lo que temo que suceda no ha sucedido, pero me podría suceder”. Ante esta amenaza universal, nada puede hacer, pues afirma sólo una parte verdadera: “me podría suceder”. ¡Claro, me puede caer un rayo y matarme! Esto es absolutamente posible, pero casi totalmente improbable.
La persona se dice: “siento que mi jefe está disgustado conmigo, y por lo tanto, me va a despedir. Si me despide va a ser una vergüenza, eso mostrará mi incompetencia, y además no podría mantener a mi familia”. Esta persona “prendida en automático”, de inmediato se conecta con todo tipo de especulaciones catastróficas y sin bases en la realidad.
La conciencia que debemos tomar con ese recordatorio de un anillo, un sonido de nuestro reloj o una tarjeta en nuestro escritorio, tiene la siguiente finalidad: que nos demos plenamente cuenta que “el estar prendidos en automático”, el especular catastróficamente, se debe a que “nos adelantamos a los hechos”.
Critilo nos dice, que el “adelantarnos a los hechos”, es el mecanismo viciado que nos puede llevar a las peores decisiones, a las enfermedades y a desastres, por no haber esperado a tener una radiografía de la realidad.
La próxima columna continuará con el tema.