Lo que temo que suceda no ha sucedido, pero podría suceder
Una de las ideas irracionales y absurdas que a un alto porcentaje nos hace sufrir intensamente, consiste en lo que podríamos llamar “el amenazador universal”, y que dice así: “Lo que temo que suceda no ha sucedido, pero podría suceder”.
Vamos a estudiar los componentes de este amenazador universal. “Lo que temo que suceda...” Es decir, tememos que pase algún evento ya sea en los próximos minutos, días, meses, años, etc. Ese evento está relacionado con la pérdida o menoscabo de bienes que consideramos muy valiosos, ya sean nuestros, o de personas muy queridas como nuestro cónyuge, hijos, etc.
“Lo que temo que suceda...” Es claro, que ese hecho que tememos es posible que acontezca, pero que no ha ocurrido. Es algo posible, y en consecuencia, absolutamente probable, aun cuando las probabilidades sean muy reducidas o cercanas a cero, pero nunca en cero. Por ejemplo, es absolutamente posible hoy en día, que viajemos a la Luna, pero las probabilidades se acercan a cero, a excepción de que trabajemos en la NASA. Es absolutamente posible que un meteorito nos mate, pero es casi totalmente improbable.
Pero se pueden dar eventos absolutamente posibles y con probabilidades arriba de un diez por ciento en ciertas edades, como pudiera ser, que contrajéramos un cáncer. Pero temer a que nos secuestren y nos maten, puede estar la probabilidad muy debajo de una centésima de punto. Igualmente, morir en un accidente de avión puede ser de una probabilidad contra cientos de miles en contra.
“Lo que temo que suceda…… no ha sucedido...” La persona que teme a un futuro evento no lo contenta el hecho de que no haya sucedido (podría estar temiendo algo desde hace décadas) aun cuando haya pasado mucho tiempo. La persona preocupada de que suceda lo que teme aun cuando las probabilidades son muy bajas, sienten que las poquísimas probabilidades van a actuar en su contra, y lo sienten sin el menor fundamento, pero creen fatalmente en ello: temen accidentes, enfermedades graves, pánico a la pobreza, a la soledad, etc.
“Lo que temo que suceda no ha sucedido,... pero podría suceder”.
La palabra “podría” significa para estas personas que todo lo catastrofizan y exageran desmesuradamente, significa, no una determinada probabilidad, casi siempre bajísima, sino una probabilidad muy alta, casi rozando con el cien por ciento, cuando en realidad, las probabilidades son bajísimas.
Quienes se sitúan a lado de lo que es altamente probable de que va a suceder lo que tanto temen, lo sienten como si ya hubiera sucedido, ¿y cómo no habrían de tener razón, pues si lo sienten, es porque va a suceder? Este es uno de los elementos importantísimos por los que una persona catastrófica siempre se inclina por el lado negativo: ¿cómo no voy a creer que me va a pasar lo que tanto temo, si lo siento como totalmente verdadero? Equiparan sus sentimientos a los hechos: me siento mal, y por lo tanto, algo está mal o va a estar mal. El poeta Romano VIRGILIO escribió: “El miedo da alas a los pies”. Y el poeta OVIDIO escribió: “El que ha naufragado tiembla incluso ante las olas tranquilas”.
Este “amenazador universal” ha hecho infelices a un alto porcentaje de personas, pues han vivido bajo el miedo constante durante muchos años de su vida, o durante toda su vida, aplicándoseles la frase de un novelista que dijo: “He sufrido durante toda mi vida por muchísimas tragedias... que nunca me sucedieron”.
Muchas personas han luchado contra estos pánicos a través de los años, ya sea mediante psicoterapia, ayuda de grupo, o mediante ingesta de fármacos prescritos por médicos competentes.
CRITILO, después de haber platicado sobre estos problemas con cientos de personas a través de los años, ha descubierto una idea que ha sido altamente eficaz para terminar con este tipo de miedos. El descubrimiento es el siguiente:
Las personas que tendemos a catastrofizar, esperando que lo malo nos suceda, se debe a pensar que no podríamos soportar el suceso tan temido si éste llegara a ocurrir. Y como no podríamos soportarlo, nos anticipamos, a fin de irnos acostumbrando para cuando ese suceso ocurriera; preferimos ir pagando en “abonos”, para cuando nos suceda lo temido, ya estuviéramos acostumbrados y pudiéramos soportar ese suceso.
Este truco no resulta, pues lo temido difícilmente va a suceder, y si aconteciera, el suceso no nos reconocería los sufrimientos anticipados.
¡Démonos cuenta, nos dice CRITILO, que sufrimos porque nos anticipamos a sucesos muy poco probables, y porque falsamente creemos que al sufrir de antemano ya no sufriríamos tanto si ese improbable evento ocurriera! ¡Si caemos en la cuenta de esto, seguramente quedaríamos curados de este catastrofismo que nos ha causado tantos sufrimientos innecesarios!