Celos enfermizos
“Nunca los celos dejan el entendimiento libre, para que pueda juzgar las cosas como ellas son; siempre miran los celosos con antojos de allende que hace las cosas pequeñas, grandes; los enanos gigantes y las sospechas, verdades”, escribió CERVANTES en su obra “La Gitanilla”.
Y el literato IZARN – FREISSINET, escribió: “Los celos son una confesión secreta que nos hacemos a nosotros mismos de nuestra inferioridad.
Los celos tienen sus grados de intensidad, pero toda persona que experimente celos está padeciendo una aguda emoción dolorosa. La persona celosa puede sentir una emoción perturbadora, o bien, ser abrazada por una agudísima emoción tan dolorosa que la conduzca a privar de la vida a la persona que le despierta celos, hasta quitarse la vida el mismo celoso.
Los celos son, pues, una emoción enfermiza que oscurece la inteligencia y hace de sus meras sospechas verdades absolutas, aun cuando la realidad indique lo contrario. CERVANTES tiene razón: los celos no le permiten al celoso la libertad de su entendimiento. El celoso se convierte en un tirano, pues le quiere dictar a su pareja lo que ésta debe de hacer o de no hacer. Su tiranía nace de un profundo sentimiento de inferioridad: por más dotado que esté física e intelectualmente el celoso, en su más secreta intimidad piensa que no es lo suficientemente hombre o mujer, y que por ello, su pareja estará siempre al acecho de una mejor persona.
La persona celosa está obligada a rendir cuentas de a dónde va, de dónde viene, qué hizo, y jamás deberá dar la más mínima señal o comentario de las prendas físicas de otro o de otra. La persona celada está obligada a reducir a cero el interés erótico por otra persona. El comentario de que tal hombre o tal mujer son atractivos, dicho por la persona celada, constituye un golpe devastador para la seguridad del celoso; comentario que para el celoso constituye una prueba contundente de las malas intenciones de su compañero o compañera.
Hay mujeres que pretenden convertirse en unas expertas detectives sobre los desvíos eróticos de su compañero: el cabello de un color distinto en la camisa denota su infidelidad; a escondidas, olfatean su ropa, plantean preguntas para comprobar los tiempos y rutas de su esposo, a fin de constatar si se dieron algunas desviaciones en las rutas o tiempos, que revelen escapes de su compañero, que siempre serían para ver a otra mujer. Y también sucede al revés.
El autor de esta Columna, presenció cómo un amigo le reclamó a su esposa el tiempo que empleó en ir y regresar a una tiendita que estaba a dos cuadras del departamento de ese matrimonio. La acusaba de que se había tardado más de lo normal, y que lo hizo para ver a su amante. Y para terminar con los argumentos defensivos de su esposa, le dijo que él había con anterioridad medido los pasos, los minutos y segundos que había y se empleaban en ir y venir, incluyendo el tiempo de la compra de los artículos y del pago en la caja registradora, y que en ese caso, no checaban las cuentas.
La persona celada, hombre o mujer, pasan con frecuencia, episodios de una angustia expectante cuando salen juntos a algún sitio público o reunión. Angustia expectante que va creciendo hasta tomar la forma de un verdadero terror muy concreto, esperando sólo el estallido de ira y acusaciones que el celoso le imputa: flirteos, miradas obscenas a personas del otro sexo, silencios de la persona celada que el celoso interpreta como un ensimismamiento de su pareja en la recreación de recuerdos o anhelos de ver a otro o a otra.
De pronto, la ira y las acusaciones del celoso estallan ante la presencia de amigo o extraños. El celoso no puede contenerse, y la persona celada agrega a sus sentimientos de terror un sentimiento adicional: un abrumador sentimiento de una profunda vergüenza. La celada (hombre o mujer) ha sido acusada, ultrajada, avergonzada, y ante todo este bochornoso espectáculo, se dispara en la persona celada una emoción adicional. Una lacerante humillación.
En esta etapa, el celoso carece de todo juicio, su entendimiento está bloqueado, sus figuraciones le parecen realidades, y sus sospechas verdades. Humilla a su pareja, y a la vez, se humilla a sí mismo, pues su conducta revela un profundo sentimiento de minusvalía personal: cualquier persona, despierta un interés erótico para el celado o celada, aunque esta verdad del celoso no esté sostenida más que por meras figuraciones y fantasías.
CRITILO nos dice, que esta escalada de celos es el ácido más corrosivo y destructivo que pueda verterse en una relación amorosa, lo que tarde o temprano, terminará con esa relación. Además, las agresiones físicas y los insultos verbales son muy frecuentes en estos episodios. Y con frecuencia, es muy común que el celoso una vez pasada la tormenta de acusaciones y agresiones, se arrodille y le pida perdón a su pareja; que le llore y le jure que jamás volverá a suceder, lo que no puede ser cierto, pues se trata de una enfermedad, y al poco tiempo se repetirá este círculo infernal de los celos.
Otelo, obra del genial SHAKESPEARE, nos da una magistral descripción de esta enfermedad; en una parte de la obra, nos dice: “La pasión de los celos es un monstruo que se engendra a sí mismo y nace de sus propias entrañas. Minucias leves como el aire son confirmaciones para el celoso; tan rotundas como si provinieran de las Sagradas Escrituras”.