La mayoría de las personas somos criaturas de costumbres. Cuando algo no sale como planeábamos, buscamos o vemos a culpables en todos lados. Si la conferencia no nos salió bien, no fue por falta de preparación, sino por que seguramente era un martes 13 o por que los planetas no estaban alineados. Si no recibimos el aumento de sueldo esperado fue por que la persona designada para negociarlo no hizo bien su trabajo. Si el candidato perdió la elección fue por que sus asesores no hicieron bien su trabajo o por que los electores fueron irracionales.
Mañana los estadounidenses acudirán a las urnas, y en el Partido Republicano ha empezado ya el juego de encontrar a los culpables de lo que apunta a convertirse en la más dura derrota electoral de este partido en 8 años. La mayoría de los dedos apunta al presidente Bush, con su baja popularidad, su legado de guerra, división política, abuso de poder y desastre económico. Otros dedos más apuntan al mismo John McCain, su acartonamiento, su incapacidad de conectar con el electorado y de demostrar su potencial. Sin embargo, cada vez más los dedos parecen empezar a apuntar hacia Sarah Palin, su incompetencia, su falta de disciplina y su frivolidad.
¿Qué fue lo que llevó a McCain a escoger a una perfecta desconocida como compañera de fórmula? Las explicaciones radican en dos factores: el efecto Hillary y el efecto Bush.
En el cálculo de McCain estuvo la histórica candidatura presidencial de la senadora demócrata y ex primera dama y un intento por cortejar a los votantes que no quedaron satisfechos con la victoria de Obama. De igual forma, al escoger a Palin, el senador por Arizona quiso emular la experiencia de Bush en 2000 y en 2004. Pese a su linaje privilegiado, su vocabulario populachero, su acento rural y hasta sus tropiezos hicieron de Bush un candidato de carne y hueso, mientras que la soberbia intelectual de Kerry lo separó del electorado. Bush era el candidato con el que el votante prefería “sentarse a tomar una cerveza”. Así, Palin representó esa necesidad de aterrizar la campaña de McCain y de traducírsela a un amplio sector del electorado que se encuentra en los dos partidos y en los llamados independientes.
Sin embargo, creer que la mayoría de los 18 y pico millones de votos que obtuvo Hillary Clinton en la campaña interna demócrata se irían hacia el bando republicano por el simple hecho de que McCain escogió a una mujer como candidata vicepresidencial fue tal vez el cálculo más equivocado que cometió el senador por Arizona en su campaña presidencial. Error de origen por haber subestimado a un electorado que escuchó las propuestas de una de las mejores opciones que ofrecía el Partido Demócrata por las propuestas mismas y no por que se trataba de una mujer. Error machista por incluir a una mujer sólo por que cubre el débil flanco mediático que tiene el mismo McCain, pero que al mismo tiempo trata de controlar cada una de sus palabras.
Sin duda, Palin también ha sido víctima de un trato sexista en los medios. Su pobre, aunque decente, trayectoria como gobernadora de Alaska pasó a un segundo plano, en primer lugar, por sus propios embrollos en las escasas entrevistas que ha dado, que se han convertido en un hit de YouTube, pero, en segundo lugar, por que los mismos medios se enfocaron más en su pasado como ex señorita Wasilla, en los vestidos de Valentino que usó en la Convención Republicana, en su hija adolescente embarazada o en los 150 mil dólares invertidos en guardarropa, una maquillista y en un estilista para vestirla y arreglarla… para perder.
El juego de señalar culpables ha comenzado. Palin se ha convertido en el filtro fácil para explicar una derrota anunciada, pero tal vez en la culpable equivocada. En la muy probable derrota de McCain habrá otros factores de mayor peso. El evidente desgaste de las campañas negativas, de las que abusaron tanto Clinton como McCain en su intento por derrotar a Obama, es uno de los factores de mayor peso para explicar la probable derrota republicana y uno de los más importantes avances que esta elección habrá dejado.
Politólogo e Internacionalista
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