Pese a los cambios, el concurso de canto no acaba de conquistar a los televidentes. (AP)
El Universal
MÉXICO, DF.- A unas semanas de que concluya la tercera temporada del reality Latin American Idol, es tiempo de que las cosas no cuajan del todo básicamente por tres factores: en México el público se saturó de la fábrica de cantantes por parte de la tele abierta; la señal pasa sólo por TV restringida y los jueces, que tan importante si no es que vital acción le dio el éxito a la edición de EU (que lleva siete temporadas), en nada, o casi nada se lograron identificar con el televidente.
Se buscó una similitud entre los jueces latinos y en la primera fórmula se colocó al cantante Jon Secada, al ex manager de Chayanne, Gustavo Sánchez, y una incipiente cantante de jazz y corista de Ricardo Arjona, Elizabeth Meza... el resultado: una primera temporada que no provocó nada.
Después hubo un cambio de señal y tras la sabia salida de Elizabeth entró la ex Flans, Mimí, quizá no la mejor elección, pues quien la vio en el mismo rol dentro de La Academia sabía que su opinión sería intrascendente.
Bien, nada, absolutamente nada hicieron, sin que se cayera en una mala copia, a la edición americana, donde estaba la buena (Paula Abdul), el malo (Simon Cowell) y el feo (Randy Jackson).
Sin duda una triada perfecta, una intérprete exitosa en los 80 que sí canta, un productor de infalible y ácida crítica originario de Inglaterra, y un tipo que con más de 20 años en la industria, tiene en su currículum haber trabajado en los discos de Mariah Carey, Whitney Houston y Celine Dion, entre otros.
La magia de la TV es distinta entre anglos y latinos; el jurado de Latin American Idol quedó corto, aún con los cambios que se hicieron, y ahí, estaría el talón de Aquiles...