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Pechos prohibidos

Jaque mate

Sergio Sarmiento

“Las zonas arqueológicas o históricas no deben ser usadas como escenografías”.

Benito Taibo

Originalmente se publicó que el Instituto Nacional de Antropología e Historia había censurado una campaña de difusión turística de Hidalgo porque aparecían los pechos desnudos de una mujer, la actriz Irán Castillo, con monumentos históricos sobrepuestos en la piel por un efecto de computadora. El coordinador nacional de difusión del INAH, Benito Taibo, negó la versión y afirmó: “Aquí lo que hay es un gran malentendido… Hay una polémica ficticia… Nos gusta, incluso, Irán Castillo”. El problema, aseveró, no eran los pechos de la actriz sino el que ésta aparecía en primer plano.

“Las zonas arqueológicas o monumentos históricos, desde nuestro punto de vista, no deben ser usados como escenografías, como telones de fondo –me dijo Taibo el 6 de junio— porque estamos convencidos de que el actor principal de las comunicaciones debe ser el propio patrimonio… Si, por ejemplo, se intenta hace un comercial donde se anuncia un desodorante y atrás está la zona arqueológica, no se permite que el patrimonio cultural sea el fondo”.

Es aceptable, añadió, hacer “documentales sobre zonas históricas. Pero también se pretende en algunas ocasiones hacer películas, películas de ficción, usando a las zonas como escenarios y es ahí donde no se permite”. Le pregunté cuál habría sido la situación en México de una película como El Código da Vinci, que utiliza el Museo del Louvre y otros monumentos históricos de Francia y la Gran Bretaña como trasfondo, y él respondió: “Posiblemente no se hubiera permitido”.

Más que la posible censura de los pechos de Irán Castillo, que Taibo afirma es un “malentendido”, me preocupa este último comentario. Pensar que en México se hubiera prohibido la filmación de una película como El Código da Vinci por usar monumentos históricos como trasfondo demuestra una vez más la cerrazón de nuestros burócratas, que en el afán de defender dogmas supuestamente nacionalistas toman decisiones que empobrecen a los mexicanos.

El Código da Vinci se ha convertido en una fuente generadora de interés y turismo para una amplia serie de monumentos históricos, especialmente el Museo del Louvre en París. Las autoridades francesas, en lugar de prohibir su uso como trasfondo de películas, lo promueven. El Museo del Louvre tiene visitas especiales basadas en El Código da Vinci. El Gobierno francés entiende, al contrario de los burócratas culturales mexicanos, que una novela o una película pueden ser la mejor promoción de las bellezas históricas de un país, rebasando con mucho la que podría comprar el más generoso de los presupuestos de difusión.

Nueva York debe una parte muy importante de su turismo a su uso constante como escenario de películas. Sex and the City, primero una serie de televisión y ahora una exitosa cinta cinematográfica, ha generado un nuevo e intenso interés en la ciudad. En la película, estrenada el viernes pasado en nuestro país, se muestran escenas cruciales en el Puente de Brooklyn y en la Biblioteca Pública de Nueva York. En la cinta, de hecho, nos enteramos que esta última, inaugurada en 1911, puede utilizarse para bodas, lo cual en México generaría un infarto a nuestros burócratas culturales.

Una de las más exitosas campañas de publicidad surgidas en México en los últimos años muestra escenas en lugares históricos de otros países, como la Muralla China o la Plaza Roja de Moscú, en los que se bebe cerveza mexicana Corona. Los únicos escenarios del mundo en los que al parecer no se permitirían estos anuncios serían, paradójicamente, los de nuestro país.

La censura del INAH se fundamenta en el Artículo 17 de la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos que establece que “Para la reproducción de monumentos arqueológicos, históricos o artísticos, con fines comerciales, se requerirá permiso del instituto competente”. El INAH ha utilizado esta atribución sin prestar atención a las necesidades de un país que se beneficiaría en lo turístico de una mayor promoción de sus monumentos. Pero no sorprende. Los burócratas mexicanos ya tienen empleo y no quieren que nadie más lo consiga. Utilizan el patrimonio nacional como si fuera propio. Lo han privatizado y lo emplean de una manera nociva a los intereses de los mexicanos.

El Artículo 17 de la Ley de Monumentos se aplica, por otra parte, de manera discrecional. Si bien el director de difusión del INAH dice que la campaña de promoción de Hidalgo no se censuró por razones moralistas, por mostrar los pechos de Irán Castillo, sino porque ésta se encontraba en primer plano, en la versión que finalmente se aprobó ella sigue estando delante –sólo que sin que se le vean los pechos— mientras que el monumento aparece como trasfondo.

INBA POLÍTICO

En una maniobra claramente política, el INBA declaró como monumento histórico en 2007 el Super Servicio Lomas de la Ciudad de México, predio en el que el Grupo Danhos pretendía construir la Torre Bicentenario. El INBA no se preocupó por el edificio del arquitecto Vladimir Kaspé, construido entre 1948 y 1952, durante los muchos años en que fue taller y agencia de automóviles o cuando estuvo abandonado. Pero cuando el Gobierno perredista del D.F. se interesó en la torre, el Gobierno Federal panista la bloqueó con esta declaratoria, la única para una obra de Kaspé. El Grupo Danhos ha ganado ya la primera batalla al obtener un amparo. Pero el INBA, testarudo, está apelando.

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