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Peligros aéreos

EL COMENTARIO DE HOY

Francisco Amparán

Como tenía que ocurrir, la conspiracionitis aguda y crónica que padece el pueblo mexicano se dejó sentir a todo lo que da en cuanto se tuvo conocimiento de que en un avión, desplomado en pleno Centro de la Ciudad de México, iba no sólo el secretario de Gobernación, sino un alto funcionario antaño Némesis del narcotráfico.

Aunque el Gobierno se apresuró a dar a conocer detalles del suceso, abundaron quienes desplegaron las más absurdas conjeturas, y se negaron a considerar siquiera que pudiera tratarse de un simple accidente; lo que en los sistemas judiciales anglosajones se llama, muy apropiadamente, un Acto de Dios.

En el caso de los accidentes aéreos, bien lo sabemos, sacar conclusiones sobre qué ocurrió puede tomar semanas o meses. Los investigadores tienen que armar un endiablado rompecabezas para saber bien a bien lo que pasó… lo que además, en este caso, se va a dificultar por lo contaminado que quedó el lugar del siniestro, recorrido y pisoteado por cientos de bomberos, policías, soldados, vendedores de gordas y simples mirones. Esa natural dilación en emitir un informe, por supuesto, no son buenas noticias para quienes desearíamos que en este país nos atuviéramos más a los hechos que a los chismes, rumores, borregos o simples especulaciones de quienes no tienen nada qué hacer, y poco o nada saben sobre los aspectos puntuales y técnicos del asunto. De cualquier asunto.

En todo caso, aunque ignoro qué fue lo que le ocurrió al LearJet de la Secretaría de Gobernación, creo saber la identidad de los responsables de la muerte de quienes la recibieron mientras estaban en las calles de la Ciudad de México, ese puñado de ciudadanos a quienes la Parca les cayó encima en forma de un avión en llamas.

Los responsables de esas muertes son los macheteros de Atenco. Sí, los que impidieron que se construyera un nuevo aeropuerto para la zona metropolitana de la Ciudad de México, una de las más pobladas del mundo.

Y es que resulta que, según los mapas y gráficos que se nos han presentado hasta la saciedad, la ruta de aproximación de ese avión, como de muchos otros, pasó (y pasa) por mero en medio de la ciudad. O sea que a diario cientos de vuelos circulan directamente por encima de los ignorantes chilangos, que no saben que se hallan en tan peligrosa trayectoria. No sé bien a bien, pero sospecho que si el nuevo aeropuerto se hubiera construido en Texcoco, esos riesgos se podrían haber evitado.

Pero en este país nuestro, es más importante hacerles caso a holgazanes alborotadores, que atender a las necesidades y la seguridad de la mayoría. Y por eso estamos como estamos.

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